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Retrato de Antoni Gaudí.
Gaudí, ante el espejo de Sherlock Holmes

Gaudí, ante el espejo de Sherlock Holmes

El escritor Daniel Sánchez Pardos novela en 'G' la bizarra y desconocida juventud del genial arquitecto

Miguel Lorenci

Domingo, 13 de septiembre 2015, 07:50

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Gaudí es una poderosa marca que cotiza al alza en los mercado culturales de todo el mundo, así que no es de extrañar que el mero anuncio de una novela sobre el genial arquitecto catalán causara revuelo en la pasada feria de Fráncfort. Casi una treintena de editores de otros tantos países se hicieron con los derechos de 'G', la novela de Daniel Sánchez Pardos sobre la bizarra, desconocida y desconcertante juventud del creador de la Sagrada Familia. Una intriga en la que la que apenas se habla de sus geniales y futuros proyectos arquitectónicos y con marchamo de best seller.

Cien mil ejemplares, 35.000 de ellos en castellano, están desde hace una semana en las librerías europeas y americanas. Planeta apuesta por la intriga de este joven escritor, nacido en Barcelona en 1979, bibliotecario en excedencia y con otras tres novelas en su haber, que ha dado en la diana desvelando el oscuro y enigmático pasado del visionario arquitecto. Un personaje raro y atrabiliario donde los haya cuya madurez, mística, solitaria y de un catolicismo rayano en el integrismo, desmiente su alocada juventud que vivió en una Barcelona convulsa.

Estamos en 1874. Gaudí, hijo de caldereros, llega de Reus a Barcelona para cursar arquitectura. Tiene 22 años, mucho talento, el dinero justo y extraños intereses. En esa Barcelona que bulle con la restauración borbónica -llega Alfonso XII- y su reordenación urbanística, el joven Gaudí conocerá a Gabriel Camarasa, que vuelve de un década de exilio en Londres y cursa también arquitectura. Juntos frecuentan teatros y tabernas.

El enigmático Gaudí se verá involucrado en una intriga criminal en la que demostrará a su amigo Camarasa que su privilegiada mente funciona con la misma eficacia detectivesca que la de un Sherlock Holmes del que jamás tendrán noticia.

Y es que el detective de Conan Doyle es dios para Daniel Sánchez Pardos, que decidió convertirse en escritor tras leer con trece años El sabueso de los Baskerville. Descubrió luego que el rarísimo joven Gaudí, interesado por los temas esotéricos, la botánica oculta y la fotografía, conectado con los bajos fondos, el comercio del cobre y quizá traficante de algunas sustancia estupefaciente -un misterioso mejunje verde- tenía mucho que ver con Holmes. Coloca al futuro arquitecto ante el espejo del detective y hace que Camarasa "sea su Watson particular".

"Gaudí era un ser extraño, pelirrojo, con ojos azules y una penetrante mirada. Tenía una mente deductiva de primer orden que se pone a prueba cuando ambos estudiantes se ven envueltos en una turbia conspiración y tratan de desvelar un asesinato". "La mente del arquitecto y la del detective se parece en su amor por el detalle, por la perfección de su análisis y su capacidad deductiva. Holmes y Guadí tienen el mismo aprecio por el detalle minúsculo y la imagen", explica el escritor en un recorrido por los espacios donde transcurrió la loca juventud de Gaudí en Barcelona: del barrio de la Ribera y el entorno de la Catedral del Mar al Liceo o a la entonces menesterosa casa de comida de Las Siete Puertas, que hoy incorpora un menú 'gaudiniano' a su oferta con 'trancadís de verduras al dente' y 'arroz del poeta'.

Dragones y alucinaciones

Y es que la ciudad condal es la otra gran protagonista de esta novela, "que explora un desconocido momento de la vida de Gaudí que no nos permite imaginar cuál será su futuro". Un Gaudí que por su origen rural conoció a la perfección el poder tóxico de unas hierbas con la que probablemente traficaba, que buscaba unos amores de los que no quiso saber nada en su vida adulta y que nada anticipa de la intensa fe religiosa que tan primordial será en su vida adulta y en su obra.

Explora y explota la novela todas las teorías sobre la desbordante creatividad de Gaudí, y en especial, la que apunta al consumo de algún alucinógeno como origen de la visiones que luego plasmaba en edificios 'mágicos' como el Palau Güell, el parque del mismo nombre o las casas Batlló y Milá. "Lo cierto es que le interesaba mucho el mundo espiritual y esotérico, muy de moda en la Barcelona de aquella época y en el que los dragones que aparecen en sus diseños era habituales, además de formar parte de la iconografía de Cataluña y de la del Reino Unido", explica Sánchez Pardos.

Cuenta también cómo la elegancia, el buen comer y la vida social muy activa definían al joven Gaudí que con los años se convertiría en un misógino solitario, "un ser antisocial, turbado y obsesivo". Una persona descuidada y astrosa, tanto que cuando fue atropellado por el tranvía que le causó la muerte se le tomó por un indigente.

"Casi todo lo que cuento es real", explica Sánchez Pardos, que fraguó su vocación leyendo a Dickens a Stevenson y toda la novela victoriana. En ese período ambientó una de sus tres novelas anteriores, 'El gran retorno', y cuando se preguntó cómo sería la Barcelona de esa época comenzó a imaginar la novela sobre Gaudí.

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