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Revolucionario formalismo

'La madre', de Pudovkin, es una obra capaz de trascender su ímpetu doctrinario, que se trasciende a sí misma, disfrutable por cualquier amante del cine sin importar su ideología

Eduardo Roldán

Valladolid

Viernes, 4 de junio 2021, 08:56

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En contra del principio sentado en el célebre comienzo de 'Ana Karenina', la familia de 'La madre' no tiene, en el arranque del film, una ... manera particular de ser desdichada; su desdicha es vulgar: un padre abusivo y alcohólico, una madre abnegada hasta la parálisis, un hijo rebelde que al padre se opone. Es con la muerte del padre al final del primer acto que la desdicha pobre de esta familia se particulariza (el film toma como sustrato la novela de Gorki, cuya peripecia apenas respeta, y hace bien): el amor maternofilial y su angustia de perdón hacen que la madre adquiera, en una suerte de succión a distancia, los ideales del hijo, y con ellos la condición de símbolo revolucionario y la reconciliación con aquel, a quien en su afán por protegerlo lo había condenado al encierro zarista. No hace falta continuar por el sendero de la peripecia para darnos cuenta de que, en esencia, nos encontramos ante un folletín con los hilos melodramáticos típicos del género, aparte de con una clara voluntad didáctico-proselitista. ¿Entonces, dónde el interés? El interés entonces en el tratamiento de esos elementos que, en manos menos duchas que las de Pudovkin, habrían apelmazado un melodramón para el olvido.

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