La novela de Juan Tallón que te dejará sin aliento y 'Caledonian road', un retablo de la Gran Bretaña actual
'Mil cosas' es un artefacto que guarda una impresionante sorpresa final y la novela de Andrew O'Hagan ha sido recibida por la crítica como una mirada dickensiana al mundo contemporáneo
Atención, porque las librerías acaban de recibir un libro cuyo párrafo final te dejará sin aliento. Se llama 'Mil cosas', su autor es Juan Tallón ... y la novela es un artefacto brutal que juega al despiste con el lector justo hasta la última página. Pero la semana trae también una fiesta en Bristol y un retable sobre la sociedad contemporánea en Gran Bretaña.
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'Mil cosas', Juan Tallón
«Ojalá supiese vivir como si nada, pero vive como si todo» (16)
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'Mil cosas' Juan Tallón
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Anagama. 152 págnas. 18,90 euros
«Tienes mil cosas en la cabeza, necesitas descansar», le dice Anne a Travis cuando, en la página 39, él se despierta de una fugaz cabezadita en el sofá. Son apenas unas líneas de sosiego en esta novela frenética, de acción acelerada (que no precipitada), en la que se cuenta un puñadito de horas en la vida de una familia. Anne es teleoperadora. Travis, el subdirector de una revista. Son los felices (y atareados) papás de Iván, un bebé que, con sus pañales y lloros, reclama atención en medio de una intensa ola de calor, cuando sus padres apuran los últimos compases antes de cogerse unas vacaciones. Las necesitan. El trabajo y las complicaciones cotidianas se comen su día a día. De las preocupaciones del trabajo a las enfermedades familiares, de la invasión de correos electrónicos a la tortura de un móvil lleno de notificaciones, de los atascos a la incómoda burocracia. «La realidad arrecia por múltiples canales, y a la vez que pasan cosas importantes, o espera a que pasen algunas otras, se suceden las que no lo son, o se desconocen si lo serán» (129-130). 'Mil cosas' es una novela en la que «no hay un minuto de sosiego» (66). Juan Tallón, con frases cortas, acciones encadenadas (no hay apenas líneas donde no suceda algo), nos sumerge en la estresante rutina de Anne y de Travis. Es imposible leer la novela sin sentir agobio, la presión del día a día, sin reconocerse en unos personajes que deben lidiar con la multitarea y las obligaciones cotidianas, las mil cosas que hay que atender a la vez y esa sensación de que la vida se te escapa de las manos porque hay tantas obligaciones que cumplir. «Va todo tan deprisa, y estás tan absorbida por los infinitos acontecimientos y decisiones que debes tomar para lidiar con ellos, que no encuentras la hora perfecta para preguntarte »¿Adónde voy?« Y, sobre todo, »¿Quiero ir a ese sitio?« (110).
En 'Mil cosas' pasan tantas cosas (y tan deprisa) que hay que estar muy atento a los detalles. Por eso, un consejo es reservarse una mañana sin obligaciones, una tarde larga, una noche de insomnio, para leérselo del tirón. Son apenas 150 páginas de letra grande y páginas en blanco entre capítulos. Lo mejor es dejar de lado esas preocupaciones que acosan a los protas del libro (las compras, las reuniones, el qué hago de cena, el cómo salgo de esta) para adentrarse en la novela y sentir así la presión de Anne y Travis. Cómo ella es incapaz siquiera de disfrutar de la ducha (no porque acabará pronto, sino porque continuamente está pensando en que acabará, 45). Cómo él intenta alargar unos segundos su estancia en la cama porque es tal vez el único placer que le deparará la jornada que está a punto de empezar (51). En capítulos alternos, veremos el trasiego de ella, la vorágine de él. Con un ritmo ensordecedor, entre compras aceleradas y llamadas a todas horas, pasamos páginas con la sensación de que pasan muchas cosas sin que en realidad ocurra nada grave, más allá de la amenaza de lo que puede pasar o la presión cotidiana de una vida no disfrutada.
»Vivir se ha vuelto pesadísimo, agotador, extremadamente intenso, y un ejercicio de velocidad endiablada« (84). Y entonces, cuando el ritmo te lleva sin resuello hasta casi al final, llega el último párrafo para cortarte la respiración. Todo cobra otro sentido y estás obligado a leer otra vez determinados pasajes, a aplaudir la maestría de las primeras líneas, a comprender que esas mil cosas estaban ahí para subrayar que hay una (la mil una) que lo cambia todo. Hay tan solo un pasaje que me chirría, tal vez por la excesiva literalidad (la conversación entre Anne y su compañera de trabajo en una pausa para el café), pero 'Mil cosas' es un librazo escrito con un pulso magnífico, un ritmo de 'thriller' cotidiano, con sus dosis de humor y su puñalada final a lo más profundo del corazón.
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'La fiesta', Tessa Hadley
«Las fiestas siempre me decepcionan» (32)
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La fiesta Tessa Hadley
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Sexto Piso 108 páginas. 17,90 euros
Su vida, en este Bristol de posguerra con las calles llenas de caries provocadas por los bombardeos, es una sucesión de hábitos grises y días nublados. Una «sordidez cotidiana» (53), de gestos «soporíferos» (57), de alfombras (y rutinas) «sucias y llenas de tierra» (58). «Todo este caos de la vida doméstica a veces les resultaba asfixiante e intolerable, y las hermanas no veían la hora de escapar para vivir sus propias vidas» (64). Esas hermanas son Moira, la mayor, una estudiante de arte que «insistía» en que no era guapa, sino que «solamente sabía sacarse partido» (16). Y Evelyn, «muy delgada, de cuello largo, vientre plano y cadera prominente», que estudia Filología Francesa. Moira es más lanzada. Evelyn, más retraída. Y juntas van a una fiesta, invitadas por los amigos de Moira, donde se toparán con dos chavales muy diferentes a los de su entorno obrero. Si sus compañeros habituales son tipos como Donald («demasiado solícito y patoso y pálido»; 30), estos dos (Paul y Sinden) son jóvenes, algo mayores que ellas, «que se comportaban con esa mezcla de seguridad y torpeza que caracteriza a ciertos tipos privilegiados y elegantes», 18). A Paul, por ejemplo, «el dinero le sale de las orejas, no ha tenido que trabajar un solo día de su vida» (22). Y eso, deslumbra a las hermanas, que ven en esos chavales una aspiración social tal vez inalcanzable. «Si se tiene una visión de la verdad de las cosas, es difícil bajar al nivel de la vida cotidiana» (57). Ese contraste entre una vida privilegiada (y deseada) y otra más rutinaria y aburrida (la real) está en la base de 'La fiesta', una novela corta en la que Tessa Hadley retrata los anhelos de una clase social a menudo deslumbrada (y engañada) por los falsos cantos de cisne de quienes se creen superiores y se aprovechan de las estructuras de poder. Dividida en tres partes, la primera (y más fascinante) es esa en la que se cuenta la fiesta en la que ambos mundos coinciden, en ese pub de una ciudad en plena reconstrucción donde (como en la vida de las jóvenes) todo es posible. La segunda parte retrata el escenario cotidiano de Moira y Evelyn (su casa, sus relaciones familiares, la presión de la Iglesia y la educación recibida). Y en la tercera parte todo salta por los aires cuando Paul y Sinden invitan a las chicas a una fiesta (otra más) donde las relaciones de poder (todo tipo de relaciones de poder) se mostrarán de una forma dura y evidente. Esta es la primera 'nouvelle' de Tessa Hadley, escritora que publicó su primera novela a los 46 años, y que en España ha publicado (a través de Sexto Piso) obras como 'Lo que queda de luz' o 'Amor libre'.
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'Caledonian road', Andrew O'Hagan
«Te defines por lo que rechazas» (38)
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'Caledonian road' Andrew O'Hagan
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Libros del asteroide 672 páginas. 29,95 euros
La editorial ha elegido una frase de Charles Dickens para rematar la lectura de 'Caledonian road'. Dice: «Cada fracaso enseña al hombre algo que necesita aprender». Más allá de la sentencia en sí (que tiene mucho que ver con la novela) importa el autor, porque muchos críticos y reseñistas, sobre todo en Gran Bretaña, han emparentado la novela de Andrew O'Hagan con la obra del escritor victoriano. «Un Dickens del siglo XXI, de la posmodernidad, de la vida contemporánea», puede leerse por ahí. La conexión viene sin duda por ese afán de O'Hagan por radiografiar una sociedad al completo, con sus diferentes clases sociales (que explotan y son explotadas), sus transformaciones y sombras, sus luchas ideológicas y, especialmente, con una robusta fragilidad en lo que creíamos cierto y perdurable. Escrito bajo el marco de la pandemia y el Brexit, 'Caledonian road' es una apabullante novela (casi 700 páginas de letra pequeña, multitud de tramas y subtramas) que habla sobre cómo el mundo que parecía seguro, de repente, se tambalea. Cómo las verdades que dábamos por ciertas se emponzoñan con los bulos, la realidad inventada y la inteligencia artificial. Campbell Flynn es un profesor universitario, experto en arte, liberal en lo ideológico, que siente que debe tomar medidas para romper con una serie de privilegios de los que él mismo forma parte. «Nadie se ve a sí mismo como parte del establishment, cari» (304). Cree que puede resolver el problema de la sociedad actual... sin darse cuenta de que él es parte de ese problema. Así al menos lo siente Milo Mangasha, uno de sus alumnos, quien intentará guiar a Campbell por ese nuevo mundo contra el que quiere luchar. Ambos «tenían algo en común, el origen de clase obrera, la ascendencia irlandesa (...), una resistencia natural a las reglas» (92). Pero Campbell no es consciente de que forma parte «de todo aquello a lo que él estaba decidido a oponer resistencia» (294). Milo hace que se profesor se cuestione sobre sus privilegios, sobre si ha arriesgado de verdad algo en su vida para cambiar el mundo (61), si tiene sentido dedicarse al arte (a hablar de pintura, de Vermeer o Rembrandt) cuando hay gente que no llega a fin de mes. Le hace cuestionarse sobre las ideas de justicia o igualdad que creía defender. Especialmente ahora, que su mejor amigo (el de Flynn) está siendo juzgado por corrupción, prostitición, explotación de inmigrantes. También su cuñado está metido en turbios negocios. Su hermana es una laborista en plena tormenta ideológica, con la extrema derecha metiendo su discurso en el debate público y la izquierda inmersa en un debate identitario. Y, encima, el profesor acaba de lanzar un libro de autoayuda que no firma él, sino un actor famoso, que sufrirá las consecuencias de la cancelación cuando retuerza las ideas del libro para llevarlas hacia una defensa de la masculinidad tóxica frente a los avances del feminismo.
'Caledonian road' es una novela amazónica que habla sobre bulos y 'fake news', sobre una sociedad que se sienta frente a Netflix para no ver nada, sobre unos políticos que dicen lo contrario de lo que defienden, unos empresarios que explotan a sus trabajadores y unos migrantes (gran imagen sobre la identidad) llegados de Bangladesh que llenan los pubs británicos para celebrar las victorias de la selección inglesa (261). Es un libro que destapa las miserias de la sociedad actual (los privilegios y los nuevos pelotazos de las criptomonedas), la fragilidad del término «decencia» (173) y las contradicciones de muchos de sus ciudadanos, con acciones cotidianas que contradicen las ideas que en principio les guiaban. Y los dardos apuntan tanto hacia la derecha como a la izquierda, con ese personaje de una columnista que emprende una cruzada contra lo 'woke'. La extensión es sin duda excesiva. Hay pasajes que se hacen incluso pesados y que no parecen sumar al retablo general, pero 'Caledonian road' regala muchas reflexiones sobre una sociedad que ve cómo se resquebraja el hielo sobre el que creía que se deslizaba con absoluta tranquilidad.
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Y para rematar, algunas frases:
«-Juega usted con falacias. Esa es la política moderna.
-¿Qué quiere que le diga? Con falacias se construyen grandes proyectiles« (136)
«Es inmoral engañarse a uno mismo pensando que uno está haciendo el bien cuando lo que está haciendo es sentirse bien consigo mismo» (161).
«Eso es lo que hacen los jóvenes. Cuando oyen algo divertido, dicen 'qué gracioso', en lugar de reírse» (282)
«Es curioso que quienes sois tan múltiples, insistáis en que el resto de nosotros seamos solo una cosa» (318)
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«Una persona puede explicarte cómo funciona una caja de cerillas, pero no es culpa suya si la usas para provocar un incendio» (646).
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