Conservador de arte y al frente de la subdirección del Museo Nacional de Escultura, para Alberto Campano la lectura es una de las aficiones a ... las que con mayor entusiasmo se entrega. De ahí que cuando se le propone que elija tres libros para recomendar en esta sección de El Marcapáginas no pueda por menos que sentirse como «quien tiene que escoger entre sus seres amados». «¿A quién dejo fuera?, ¿al Quijote?, ¡a quién se le ocurre! ¿Y no vas a decir nada de Pérez Galdós? ¿No has peleado junto a Athos, o explorado la selva con Mowgly?, ¿no has sentido el mazazo en la vida de Martín Santomé? ¿Qué de tu camino a Ítaca? Y en Valladolid, ¿nada de Delibes? Tantos amigos, tantas vidas en el papel. Pero no solo en el papel», reflexiona antes de pronunciarse.
Puesto en esta tesitura, propone «seguir un hilo, así algunos libros se descartan solos». «Cuando recorres lo escrito en los libros disfrutas, vives otras vidas, pero también recorres el mundo, constatas su luz o su dureza, en definitiva aprendes y comprendes. Y aunque en general eso ocurre con todos, algunos de ellos están más orientados en esa dirección, así que voy a elegir algunos de los que más me han servido de catalejo -o de microscopio- para atisbar el mundo».
Considera el libro de Marguerite Yourcenar «sólido, eterno, lúcido, polifacético, sugerente y luminoso». «Me gusta por la época que refleja: 'Cuando los dioses ya no estaban y Cristo aún no estaba', es la frase de Flaubert impulsora del nacimiento de esta obra. En ella la acción transcurre en un momento en el que el ser humano exploró desde el poder la posibilidad de dotarse a sí mismo de guías morales basadas en la razón, no sometidas a mitos ni promesas. En su no muy amplio campo de acción algunos habitantes de aquel momento buscaron establecer un canon racional para la convivencia, considerando a las personas libres para exigirse a sí mismas, conforme a sus posibilidades y voluntad».
Al restaurador del museo le gusta especialmente esta obra por su la personalidad de quien la escribió, «una mujer de principios del siglo XX, testigo en su infancia de un mundo que se extinguía: 'El mundo de ayer'. Vivió la vida conforme lo deseaba, sin concesiones y sin explicaciones, acompañada por Homero y Píndaro, Sócrates y Lucrecio. Una vida hecha a su medida y, hasta donde podemos saber, bien vivida. Y me gusta su prosa, a la vez pulida y sugerente, densa pero significativa hasta en sus mínimos detalles, cálida y próxima, precisa y a la vez rica en matices, impoluta».
Otra de sus elecciones pasa por el historiador y pensador israelí Yuval Noah Harari. «Es una de las mejores puestas en situación del ser humano a la que he tenido acceso recientemente, un libro que realmente nos ayuda a conocernos como especie, y a partir de ahí como individuos.
Una de las virtudes que destaca es su fertilidad. «El autor nos guía por los vericuetos de sus datos y sus razones, pero no nos hace fijar la vista en el camino, al contrario, nos da a atisbar un interesante paisaje, por si queremos otear otras veredas. De hecho, de ahí vienen sus otros libros. Alejada de la dogmática, la claridad de esta obra resulta sumamente ilustrativa y descubre todo un elenco de hechos y asunciones cotidianas no cuestionadas pero determinantes. Todo ello queda expuesto a través de un lenguaje donde la profundad de los conceptos no está reñida con la claridad de la expresión. Si tuviéramos que buscar un libro que contradiga el patético, «ya que no podemos ser profundos seamos oscuros», este sería un buen candidato.
'La pasión de la mente occidental', de Richard Tarnas, fascinó al subdirector museístico con sede en el Colegio de San Gregorio. «Cuando la encontré llevaba tiempo preguntándome si habría algo así. Curiosamente, me había resultado más fácil encontrar síntesis de este tipo para el pensamiento chino, tan fascinante, que para el nuestro, más cercano. Luego hallé otros, como el magnífico trabajo de Jesús Mosterín sobre la 'Historia del Pensamiento', en nueve tomos, mucho más amplio y detallado. Pero este mantendrá para mí siempre el brillo del primer hallazgo. El libro de Tarnas me parece un espectacular ejemplo de síntesis global pero a la vez precisa y clara, una especie de explicación del 'Credo de la civilización occidental', de Gombrich, propuesta por lo demás tan interesante.
Por último, siente que, de algún modo, la cultura occidental es «el blanco de todas las críticas del momento. Soy consciente de sus errores e imperfecciones, de sus múltiples y a veces terribles fallos, pero también de sus virtudes. Y creo que es bueno que conozcamos sus fundamentos».
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