Fernando del Val, lo inaprehensible como conocimiento
AL PIE DE LA LETRA ·
'La duermevela es una lejanía' se muestra como un libro de amor perdido en el instante preciso en que se gana«Abrí un cortafuego. Y las llamas aprendieron a caminar». O también: «Eché a voleo un atajo de flores / y me fue devuelto iluminado por / ... hogueras invisibles». El fuego, la llama que consume y no da pena, la capacidad de la poesía (de la palabra) de encenderse como un relámpago para dar visión a territorios desconocidos del alma humana. Éste es el territorio en el que se adentra el último libro del poeta Fernando del Val (Valladolid, 1978), 'La duermevela es una lejanía', publicado bajo el sello de Reino de Cordelia.

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'La duermevela es una lejanía' Fernando del Val. Reino de Cordelia. 104 páginas.
Un salto extraordinario, después de su trilogía de Nueva York, y más allá del ordenado caos de su anterior y última entrega poética, Ahogados en mercurio. Algo así como un incendio desatado, inmune a toda contención, pero con la medida exacta del canto, de la palabra justa que se convierte en lo único cierto en medio de una noche, de una vida, de una existencia incierta. Y una extraña verdad en medio de la duermevela, la lejanía, el sueño: «Todo acaba -siendo- incierto / en los impulsos de la noche». La necesidad de cantar para orientarse en la ceguera que produce el resplandor insoportable de la llama del amor.
Si leyéramos 'La duermevela es una lejanía' al revés, es decir, comenzando por la nota de autor y las «Procedencias y perseverancias», que dan cuenta del diálogo exquisito del poeta con sus lecturas inabarcables, enseguida nos daríamos cuenta de qué modo la voz propia se configura siempre en poesía a partir del coro de las voces que acompañan al escritor. Esa voz singular, siempre única en el caso de Fernando del Val, que se alza entre, cabe, con, desde, hacia, para y por las voces de los otros, que bullen como un magma incendiario que desata la ciencia y la conciencia del escritor.
Afirma el poeta que «la melancolía es un modo de conocimiento». Y es verdad. Sobre todo, si concebimos la melancolía como desasimiento, como incapacidad de aprehensión. Como pérdida en el mismo momento de la ganancia. Así que, de principio a fin, y ya desde el incendio inaugural de los primeros versos, 'La duermevela es una lejanía' se muestra como un libro de amor perdido en el instante preciso en que se gana. Tal vez la aplicación misma de la ley del deseo sobre la vida del que ama, aún a sabiendas de la imposibilidad de su consumación última. Al final, la pugna interior perpetua entre la memoria y el olvido («donde mejor vive el olvido / es en torno a la memoria»), la conciencia de la levedad del ser y de la imposibilidad de toda pertenencia (a la palabra, al mundo, al instante, al otro), aún a pesar de la insistencia, incluso de la perseverancia de la memoria. Una obra que abre un nuevo camino, destellante, en la mejor expresión poética de Fernando del Val.
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