Incandescencia en la fragua, entre el arte y el uso cotidiano
Los burgaleses Pilar Prieto y Jacinto Muñoz exhiben una veintena de piezas de forja en la muestra 'Metalmorfosis' del Centro de Artesanía
A finales de los años ochenta Jacinto Muñoz (1966) y Pilar Prieto (1964) marcharon a Londres como «emigrantes». Con el tiempo, un curso de diseño ... les introdujo en la fragua de un herrero alemán que les contagió la pasión por el oficio, por el aprendizaje de técnicas ancestrales. En 1999 retornaron a Burgos convertidos en artesanos herreros de fragua, una práctica que siguen desarrollando en un antiguo pajar reconvertido en taller en el pueblo de Cardeñadijo. Metalmorfosis es el nombre del taller en el que hacen por encargo creaciones en forja que venden a particulares, piezas decorativas y de uso doméstico que ahora enseñan en el Centro Regional de Artesanía de Castilla y León.
Objetos que combinan funcionalidad y belleza y de los que se valen para reivindicar un saber hacer milenario. «Esto engancha, el primer día que lo pruebas te asusta, pero moldear el hierro caliente es gratificante», ilustra Pilar Prieto. 'Metalmorfosis' comparte el nombre de su taller con el de la exposición que se puede visitar hasta el 31 de mayo y reúne una veintena de piezas de forja, fruto «del arte de transformar el hierro a través del fuego y el martillo».
De su fragua salen piezas decorativas y de utilidad cotidiana. Desde figuras abstractas y evocaciones de árboles y otras representaciones hasta cabeceros, verjas, barandillas, candelabros, mesas, lámparas, sillas, herrajes... Las esculturas por encargo también son otra rama creativa de estos artesanos que reivindican el empleo de la forja en la arquitectura como elemento diferencial «que otorga personalidad propia. A un balcón le añades la forja y supone un valor decorativo añadido», estima Jacinto Muñoz.
Conscientes de ser depositariois de una práctica milenaria que adaptan a demandas y gustos de los consumidores del siglo XXI, los burgaleses constatan que el oficio «sigue siendo igual que siempre: consiste en calentar el hierro para moldearlo a través de la fuerza; el martillo que hace adelgazar o engordar el metal, y las grifas, para hacer palanca».
Pilar se encarga de dibujar los diseños en papel para trasladarlos después a plantillas a tamaño natural y, a partir de ahí, se forjan las piezas para su posterior ensamblaje. El hierro se calienta en un hogar de fragua con tiro de aire y carbón de hulla, sometiéndolo a temperaturas de entre 600 y mil grados. «Cuando llega a esa temperatura máxima se funde y empieza a deshacerse. Tiene su complejidad –añade Jacinto Muñoz–, porque si no llegas al nivel de calor apropiado el hierro no pega, y si te pasas, lo quemas, hay que practicar mucho hasta cogerle el punto».
Entre incandescencias y el sonido del martillo moldeando sobre yunque pasan jornadas enteras Pilar y Jacinto. «Te quemas, te golpeas, tragas humo... pero cuando ves la pieza acabada ves que merece la pena lo que ha salido de todo ese proceso». En su taller, la materialidad de lo artesano confiere a sus creaciones un valor especial en un tiempo en que lo digital inunda todo. En el mercado castellano que se inaugura mañana en la plaza de San Pablo tienen cita con el público para mostrar su manejo con el hierro. La clave, aseguran, es la técnica.
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