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El Senado es el destino comodín en el que aterrizan candidatos que no lograron su propósito, por lo que sea. Una suerte de centro de ... refugiados para políticos. Ahora le toca al socialista Luis Tudanca. Descabalgado con la bendición de Pedro Sánchez de la capitanía del PSOE de Castilla y León, el burgalés cambia el escaño autonómico por uno en Madrid.
Lo hizo también su antecesor, el hoy ministro Óscar López, pero hay dos diferencias significativas. Este último fue arrollado electoralmente por Juan Vicente Herrera, en un reparto de escaños sin hueco a la más mínima piedad política, y a nivel interno reventó el PSOE castellano y leonés, dejando un desgarrón que llevó años recoser.
Tudanca suturó esa fractura y ha facilitado un relevo leal a Carlos Martínez en el partido, tras asumir que había perdido el pulso con Ferraz y fue el cartel con el que el PSOE ganó unas elecciones en Castilla y León después de más de 30 años de derrotas. Eso sí, no logró gobernar. Sacó seis escaños de ventaja a Alfonso Fernández Mañueco en 2019, pero Ciudadanos eligió al popular para presidir la Junta.
Francisco Igea escenificaba en el pleno este miércoles, a toro pasado, un quiero y no puedo de lo que fue aquella decisión. Despedía a Tudanca con un abrazo y un «usted debió ser presidente de la Junta». El agua pasada no mueve molino. Los de Albert Rivera hicieron presidente al popular, que ganó luego en 2022 por la mínima (16.723 votos respecto al PSOE) y reeditó Gobierno, estrenando el abrazo institucional a Vox.
Hay diferencias también en las despedidas de Tudanca y de López. El hoy ministro marchó para Madrid con el adiós cordial de quien le vapuleó electoralmente, Juan Vicente Herrera, y el escozor de que hubo compañeros en la bancada del PSOE que no le apoyaron como senador. La votación es por llamamiento y papeleta en urna y ese anonimato permite saldar cuentas sin exponerse. Tudanca recibió el voto favorable de todo su grupo y de otros cuatro parlamentarios.
Lo que no se llevó para Madrid fue una despedida medianamente afable del presidente Mañueco. El socialista reconocía en su última intervención el trabajo de Herrera y deseaba a Mañueco «toda la suerte» en el tiempo que le queda de legislatura, pero «no tanta como para que repita» de presidente. Relataba que el día antes, el del apagón, el PSOE se había puesto «a disposición» del Gobierno regional. Aseguró que habían dado apoyo explícito a la decisión en un primer momento de solicitar la declaración de emergencia nacional que barajó Mañueco y que se rectificó más tarde, al volver el suministro eléctrico. Y reconoció el trabajo que realizó ese día caótico la Consejería de Sanidad, que dirige Alejandro Vázquez, y el compromiso de los profesionales sanitarios.
Esa última intervención de Tudanca fue despachada por Mañueco con un destemplado «yo le deseo los mismos éxitos en el Senado como los que ha tenido aquí representando al PSOE». Después, en la votación, con papeletas con el nombre de Tudanca y un casillero en el que poner una cruz favorable o dejarlo en blanco, el PP optó por emitir votos nulos escribiendo 'NO'. Viene a ser lo que en la Castilla de toda la vida se define como la venganza del pobre.
Despedidas aparte, el sitio de Tudanca está ya en Madrid. Sería deseable que su actividad en el Senado fuera mayor que la que presentan buena parte de los senadores y diputados socialistas, que con el PSOE en el Gobierno y Sánchez en La Moncloa se dejan llevar. Ni preguntan. Ni piden documentación. No sea que moleste. Hay parlamentarios cuyo nombre y apellido resulta difícil de recordar no ya para un ciudadano de la calle, para una periodista que hace información política.
Y en el Senado se encontrará con viejos conocidos. En la bancada del PP, con alcaldes que perdieron las municipales de 2023 en Palencia, en Aranda de Duero...
Y con exconsejeros y exprocuradores como Alicia García, Antonio Silván o Juan José Sanz Vitorio. Este último es el único entre los parlamentarios de Feijóo que ha demostrado garantías de medirse con el ministro Óscar Puente y salir airoso del pulso.
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