El escaño 82: ha pasado un mundo

(*Cada semana, Susana Escribano -experta en los entresijos políticos y conocedora de los protagonistas de la actividad parlamentaria en la comunidad- escribe sobre las claves políticas de Castilla y León. Si eres suscriptor, apúntate aquí a esta newsletter.)

Baja la persiana 2019 y deja la sensación de que entre el corte y confección de candidaturas, campañas electorales, jornadas de votación, escrutinios y negociación de pactos se nos ha ido el año. Mucha floritura política y poca gestión. «Parece que ha pasado un mundo», reconocía el lunes Luis Tudanca al hacer balance de los últimos doce meses. Y sí, se lo compro al dirigente del PSOE, en la escena política de Castilla y León, ha pasado un mundo para mucha gente. Para Juan Vicente Herrera, que desalojó el despacho de la Junta, donde llevaba 18 de los 32 años de presidente del PP. Antes vio cómo Silvia Clemente, crecida políticamente a su lado, daba un portazo atronador al PP, metía veinte años como exdirectora general, exconsejera y expresidenta de las Cortes en la mochila e intentaba llegar a ese despacho desde Cs, en una operación que habría firmado Murphy (el de la popular ley), rubricada con primarias de voto telemático, muy moderno todo, que acabaron con algo tan antiguo en política como un pucherazo. Y este, chapucero. Clemente transitó del poder institucional al inframundo político en quince días.

De la 'operación Clemente' emergió Francisco Igea como líder autonómico de hecho de un partido para el que también ha pasado un mundo entre febrero y noviembre. Subió de un diputado a ocho en abril y de cinco procuradores a doce en mayo, y con la misma rapidez puso el contador de escaños a cero el 10 de noviembre. Pero ese resultado autonómico les otorgó la capacidad de decidir quién sustituía a Herrera. Y eligieron al PP y a Alfonso Fernández Mañueco.

El político popular firma la frase de Tudanca. Ha pasado un mundo. En su caso, entre mayo y junio. Se acostó del 26-M como perdedor de las elecciones y el 21 de junio, cuando juró el escaño como procurador, ya sabía que los de Cs, por más que Igea dijera que no era el candidato ideal y que formaban un matrimonio sin amor, le hacían presidente y salvaba los muebles. Lo contrario le situaba como el candidato que cerró la etapa que abrió Aznar en el «granero de votos del PP» y haciendo oposición con un grupo parlamentario achicado (perdió 13 escaños) y con efectivos aclimatados a la vida sosegada, ese dejarse llevar, que insufla seguir el ritmo que marca un gobierno.

Encarar asuntos como las peticiones de cárcel a dos exviceconsejeros del PP por delitos de corrupción en el caso de la Perla Negra con Igea de portavoz de la Junta argumentando que cometían los delitos «a título personal» no está pagado. Para Mañueco, claro, que además ha visto cómo el PP recuperaba diputados en noviembre a costa de Cs, su socio en la Junta, y varios de los senadores que les birlaron los socialistas en abril. Porque el PSOE ganó esas generales en Castilla y León, algo que no pasaba desde 1986. Una alegría fugaz. En noviembre encabezaron el escrutinio los populares.

Y si el perdedor de las autonómicas resultó finalmente el ganador de la Junta, el ganador de las elecciones fue el perdedor final y ese fue Luis Tudanca, el que decía el lunes que había pasado un mundo. PP y Cs suman mayoría para gobernar Castilla y León en el hemiciclo de las Cortes y el PSOE sigue donde estaba, en la oposición. Es verdad que ha pasado un mundo para mucha gente en este año electoral, en el que suerte ha tenido aquel que se ha librado de ser mesa. Por falta de oportunidades no ha sido. Termina 2019, por fin.