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'Dona i Pop'. De Picasso (1903). :: IMAGEN CEDIDA POR EL MUSEU PICASSO DE BARCELONA.
CONTRAPORTADA

La sexualidad que sedujo a Picasso

Una exposición evidencia el gusto secreto del pintor por el arte erótico japonés del siglo XVIII

PILAR MANZANARES

Lunes, 1 de febrero 2010, 02:05

«Quiero dejar claro que, no obstante, detesto el exotismo (en el arte). Nunca me han gustado los chinos, los japoneses o los persas». Picasso, al decir esto a su amigo Apollinaire, cerró una puerta que apenas nos hemos atrevido a abrir, la del diálogo que, a pesar de sus palabras, el pintor malagueño estableció con el Japonismo, como revela la exposición 'Imágenes secretas. Picasso y la estampa erótica japonesa'.

En ella se refleja no sólo el conocimiento por parte del pintor de la forma de trabajar de los grabadores nipones, sino la profunda admiración que sentía por sus obras. No en vano, la muestra luce 19 de los 'shunga' (como se llaman esos grabados) que formaban parte de su colección.

Se sabe que coleccionó 61 de grandes artistas japoneses, muchos de los cuales datan de la época dorada del 'ukiyo-e', es decir, de la segunda mitad del siglo XVIII. Son obras de Sukenobu, Koryûsai, Kiyonaga o Eizan, entre otros. «La perspectiva elevada, los espacios vacíos, los contornos marcados y los colores planos llegaron a la pintura de Picasso a través del estudio y la asimilación de la producción de los artistas del XIX», tal y como señala Malén Gual, comisaria de la exposición junto a Ricard Bru. Las referencias en un Picasso joven ávido de experiencias que, entre 1901 y 1904, vivió a caballo entre París y Barcelona, son frecuentes en su obra. Así Rops, Gauguin y, por supuesto, Manet, acreedores en parte del influjo oriental, calaron en su pintura.

De este modo, aunque toda la obra del malagueño está bañada de sensualidad y erotismo, hay dos periodos en los que el 'orgasmo' se evidencia más: sus inicios, entre 1900 y 1908, y el final, entre el 64 y el 72. Es en esta segunda etapa donde sus grabados, dotados de una fuerza extraordinaria, convertirán al espectador en partícipe.Será en 1895 cuando un Picasso de 14 años pise por vez primera Barcelona. Como cuenta Bru, el Japonismo era entonces, en pleno Modernismo, uno de los fenómenos que contaba con más adeptos.

Dos referencias son los puntales para fijar el diálogo entre Picasso y el Japonismo: Quatre Gats y la buceadora de Hokusai.

En la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, a los pulpos gigantes de 'Les travailleurs de la mer', de Victor Hugo, se sumó la sorprendente estampa de una obra de Hokusai, 'Buceadora y pulpo' (1814).

Por su parte, Picasso interpretó el cuadro de Hokusai en su 'Mujer y pulpo' (1903), aunque será más tarde cuando los 'shunga' de su colección se conviertan, definitivamente, en parte de su universo, en un intento de exorcizar a la muerte durante sus últimos años que hizo más evidente, si cabe, su admiración por una corriente que, aún hoy, sigue de moda.

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