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SONIA MARTÍNEZ MUÑOZ
Viernes, 24 de abril 2009, 03:46
En un lugar de la Australia más remota, de cuyo nombre deberíamos acordarnos, no ha mucho que encalló un barco de los de doble mástil y arpones a proa. Cervantes es un pueblecito costero, famoso por sus langostas y su Pinnacles Desert, construido en 1963 a unos 250 kilómetros al norte de Perth, capital de la costa oeste y la ciudad más aislada del mundo.
Sus, aseguran, 750 habitantes se desparraman por apenas dos docenas de calles truncadas por la arena y el campo y nombradas con topónimos españoles. Las placas de Valencia, Talavera, Seville, Leon, Corunna, Catalonia Y Balboa, Picasso, Goya, Evro y Douro se escriben allí con sufijos como street, avenue, place, way o road.
Por la esquina de Iberia Street con Evro se extiende la escuela. Pamplona Creek aún está por edificar. Balboa Cove y Sanchez Court son tan cortitas, y cortadas, que ni han colocado las placas. Y a Majorca Street se le ha caído todo menos la inicial.
En Cadiz Street se alza la 'zona comercial', presidida por el bar-restaurante-terraza conocido como Tavern y donde se arraciman la tienda de alimentación, la de bebidas alcohólicas y videoclub; otra de ropa deportiva; un 'restaurante' que anuncia «el pescado que estás comiendo hoy aquí durmió anoche en la bahía de Cervantes», y la oficina de correos-quiosco de prensa-ferretería-tienda de recuerdos-oficina de turismo.
Debbie McGuire, coordinadora de esto último se explica sin atender a entusiasmos: «Cervantes viene por un barco ballenero hundido aquí en 1844. No sé el porqué de los nombres de las calles. Si mañana sigues aquí, ve a la biblioteca», apostilla. La amable bibliotecaria, Dianne Knight, tampoco aporta más conocimientos que los expuestos en una marquesina a la entrada, en Aragon Street.
En ella se puede leer que «Cervantes toma su nombre de tres islas de la costa. En principio se pensó que fueron llamadas así por el prominente escritor español, pero, sin embargo, lo eran por el barco hundido alrededor de 1840».
Tampoco nadie sabe dar fe de por qué un ballenero americano llevaba en 1844 el nombre del escritor de la obra literaria más importante de toda la Historia de la Literatura.
Unos sorprendentes banderines con siluetas flamencas marcan el camino de entrada al Community Centre, un complejo deportivo en cuya cancha de baloncesto se exponen durante un par de semanas una veintena de paneles con motivo del 4º Centenario de El Quijote, celebrado en el 2005. Dianne cuenta que después los guardarán hasta que se construya una galería para albergarlos que se completará con la exhaustiva colección de folletos turísticos de Alcalá de Henares que el alcalde de la ciudad natal del escritor les regaló en el 2002. Ni una sola copia de El Quijote. Y en la biblioteca no hay más que una adaptación ilustrada que comienza con 'Érase una vez' en lugar de 'Somewhere in La Mancha', y una biografía de la triste vida de Miguel de Cervantes firmada por el catedrático francés Jean Canavaggio.
La bibliotecaria reconoce que sólo «he empezado» a leer El Quijote -en realidad, como la mayoría de los españoles- y ni siquiera Clinton Struguell, director ejecutivo de la oficina del Condado de Dandaragan, donde se inscribe Cervantes, lo ha hecho. Sí explicó la encantadora exposición: «Mucha gente en Cervantes desconoce la conexión del nombre con el autor y el libro, así que esperamos que con la exposición lo descubran». Es decir, a Cervantes no le conocen ni en su pueblo.
Casi nadie en Cervantes ha leído o siquiera conoce la existencia de El Quijote. La veinteañera camarera del bar, cuando se le preguntó por el autor, el escritor, creyó que hablaba de Tony Lambert.
Lambert es un inglés viajero, músico y emprendedor que aprendió a tocar la guitarra en los años sesenta en el sur de España y después se asentó en Cervantes. Ha escrito una serie de cuentos de princesas, gnomos y misterios, y, como parte de un proyecto con los alumnos de primaria, el librito 'The pirates of Cervantes'.
El único libro
Y ése es el único libro que tiene algo que ver con Cervantes que los lugareños de Cervantes conocen. En Seville Street esquina Barcelona Drive, se ubica el restaurante Don Quixote's, adornado con un par de óleos del hidalgo y su escudero cabalgando por el Pinnacles Desert, es la única referencia a Alonso Quijano de todo el pueblo.
Pero el mismísimo 'autor' Lambert ha reconocido, también a la segunda, que «he intentado leerlo dos veces, pero es demasiado complicado. Creo que en el pueblo hay un par de personas que lo han leído, pero no sé decirte ahora mismo quiénes son». La casualidad quiso que una vecina que rebuscaba en los tres paneles de estanterías de la biblioteca algo que llevarse a los ojos, estuviera allí con Dianne. Y ella sí pudo comentar entre risas que lo había leído y era «sumamente divertido».
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