La guerra de los toreros
Paco Camino y José Tomás se suman a Morante de la Puebla en la impugnación de Rivera Ordóñez como Medalla de Oro de las Bellas Artes
BARQUERITO
Sábado, 7 de marzo 2009, 01:55
Se tuvo por un exceso que hace quince días fuera distinguido Francisco Rivera Ordóñez con la medalla de oro a las Bellas Artes.
Hasta 1996, los toros, es decir, los toreros, no habían sido nunca admitidos dentro del catálogo cerrado de tal género. Por la misma singularidad del toreo, que es cruento: juego, rito, fiesta, liturgia. Todo lo cual gira en torno a la muerte de un toro.
Emparentado de muy singular manera con cualquiera de las artes plásticas, con la creación, con el teatro, con la música también, pero sin musa protectora, el toreo es por esencia un arte al margen. No marginal. Puro atavismo.
En 1996, por primera vez, un Gobierno español se atrevió a reconocer el genio artista de un matador de toros: Antonio Ordóñez.
Fue la primera Medalla de Oro. A partir de entonces, los toreros entraron en los repartos oficiales de medallas para artistas. Una o dos por año. El toreo quedó registrado con letra mayúscula en el apartado aparato de las Bellas Artes. No era necesario el gesto. Pero Ordóñez había sido condecorado diez años antes por la República Francesa y hubo quien en España sintió que había pendiente una deuda. Se satisfizo.
Diecisiete veces ha sido distinguido oficialmente el toreo en los últimos trece años. Con dos excepciones, las de Álvaro Domecq -ganadero, rejoneador, personaje- y el periodista Manuel Molés, la medalla se ha concedido siempre a matadores de toros. De generaciones, trayectorias, estilo y concepto bastante diferentes: desde Rafael de Paula a Ángel Luis Bienvenida. Un amplio abanico.
Con motivo de los reconocimientos o de los olvidos, nunca han faltado las censuras entre bastidores profesionales, donde los méritos taurinos se ordenan con criterios del todo ajenos a los de la cultura oficial que reparte las medallas y las justifica.
Sorpresa
Fue una sorpresa la designación de Francisco Rivera, porque no es un torero ajustado a los patrones canónicos del tenido por 'toreo de arte'. Resultó, además, de una ligereza pintoresca el texto laudatorio con que, para apadrinar la medalla, se pretendía analizar los méritos profesionales del torero. En medios taurinos se tomó por muy ignorante audacia ese texto y se tuvo la sensación de que esta vez había sido clamorosa la falta de puntería en la elección. Pero se guardaban en silencio las apariencias porque es norma no escrita que los toreros no se censuren unos a otros en público.
Hasta que, enterado en Colombia de los hechos, Morante de la Puebla abrió la caja de los truenos para proclamar sonoramente su indignación. La medalla a Rivera la entendió Morante como un insulto a la profesión. Pero lo hizo en términos tan insultantes que el agraviado vino a ser el propio Rivera Ordóñez. La dureza verbal con que ha cargado Morante tal vez tenga de trasfondo intereses profesionales. Morante considera que Cayetano Rivera lo está vetando esta temporada. Ha tenido que salir la gente de Cayetano a desmentir en términos muy duros esa versión. Acusan a Morante de hacerse publicidad a costa de los hermanos Rivera.
La tormenta iba a quedarse en maledicencias de tertulia, cuando inesperada y tardíamente Paco Camino y José Tomás, galardonados en ediciones previas, anunciaron su decisión conjunta de remitir al Ministerio de Cultura la renuncia a sus medallas y su devolución. El desplante ha sido todavía más sorprendente que la propia distinción de Rivera. La descalificación al alimón de Camino y José Tomás parece tener por mayor propósito el humillar a Francisco Rivera. Si la devolución y el desplante iban contra la cultura oficial, también aquí ha fallado la puntería. Errado, el tiro ha salido por la culata. Pretender que las censuras de Camino y José Tomás obedecen a «vergüenza torera» supone tanto colmo como no entender para nada en qué consiste de verdad tal cosa. La falta de vergüenza no ha sido de Rivera Ordóñez precisamente. Ni del ministro de Cultura, que no tiene por qué tenerla.
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