Valverde salvó una tarde tediosa, en la que hubo bronca para Finito

La tarde apuntaba muy buena para Javier Valverde, que debió cortar tres orejas, y quién sabe si hasta cuatro. Pero el fallo a espadas dejó su casillero de trofeos en una solitaria oreja. La tarde, por tanto, fue solamente buena para Valverde, sin el muy. Peor fue para Rincón, que arrastra la sombra de su gloria torera en las vísperas de la que anuncia como despedida definitiva de los ruedos, el próximo 23 de este mes de septiembre, domingo, en Barcelona. Impotente Rincón, taurinamente hablando. Una pena. Pero mucho peor que todo, con diferencia, lo de Finito de Córdoba, que escuchó una bronca monumental también por su impotencia, y más grave aún, por su desfachatez. Miedo fue poco lo que expresó, todavía más, tuvo pánico.

El contrapunto de Rincón y Finito fue ayer en Salamanca la actuación de Javier Valverde, que estuvo muy bien en sus dos toros. Faena de mando y sentimiento, de mucha firmeza y seguridad en su primero, al que había que taparle con la muleta muy cerca de los pitones para evitar su huida. Valverde acertó a sujetarle y terminó pegándole pases largos y buenos. La pena fue la espada. Todavía mejor estuvo con el sexto, donde el trasteo tuvo mucha consistencia, parsimonia y suavidad, regusto en la interpretación, temple y ritmo. Faena de altura a la que le faltó otra vez contundencia con la espada. Si en aquel perdió una o dos orejas, aquí se dejó otra. Finalmente paseó un trofeo que ni mucho menos resume la importancia de su actuación.

Lo peor de la tarde llegó de la mano de Finito, que en su primero se empeñó absurdamente en un anodino trasteo, de muchos pases sin decir nada. Con el quinto, uno todo de esos que «se las traen», pues no pasaba en el capote y tampoco quiso caballo, el diestro se desentendió de forma descarada, sin importarle lo más mínimo la bronca, que terminaría siendo triste diversión.