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«El teatro permite que el espectador intuya la historia sin un narrador»
Asier Aparicio / Escritor

«El teatro permite que el espectador intuya la historia sin un narrador»

El novelista retoma el teatro y publica 'Después de las flores', un drama histórico en cuatro actos ambientado en Holanda en el siglo XVII

FERNANDO CABALLERO

Sábado, 10 de agosto 2013, 15:09

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El escritor Asier Aparicio Fernández vasco de nacimiento y palentino de adopción, autor de las novelas 'Barcos en la llanura', 'Las voces y las piedras' o 'La espada cincel', ha publicado una nueva obra, un drama histórico en cuatro actos para ser representado en un teatro. 'Después de las flores' traslada al espectador a la Holanda del siglo XVII, en plena crisis de los tulipanes. Según el escritor, «la especulación no es un fenómeno nuevo». En aquel momento se llegó a pagar por un bulbo el sueldo de toda una vida». Como en sus compendios 'Obras son amores' y 'Obras finitas', Asier Aparicio aborda el teatro con un «sentido social y pleno de actualidad». «En 'Después de las flores' podemos encontrar las mismas actitudes que conducen a la humanidad, ahora y entonces, a su ruina o salvación. La avaricia de unos pocos la pagan muchos», afirma. Y expresa su confianza en que grupos de teatro locales, como Lapsus, Alkimia o Zarabanda, se asomen a ella y decidan interpretarla. La obra se vende en Alfar y Entrelíneas en formato de papel, y en libro electrónico, en www.asieraparicio.com.

Primeros escritos

¿Por qué después de tres novelas, una obra de teatro?

El teatro no es nuevo para mí. Es más, mis primeros escritos, con 17 años, fueron de teatro. Se trata de un reencuentro con el género. Esta obra hace la número 50. Las otras 49, muy heterogéneas en tamaño y contenido, están editadas bajo los títulos 'Obras son amores' y 'Obras finitas'.

¿Qué le aporta el género teatral a su discurso?

Los que hayan leído mis novelas verán que en ellas se percibe una estructura casi teatral, y que los diálogos cobran gran importancia en la trama. El teatro (y el cine) permiten que el espectador intuya la historia sin un narrador, dejando hablar a los protagonistas. Esto es lo más parecido a nuestro vivir cotidiano, en el que captamos la realidad sin más intermediario que nuestra propia consciencia.

¿Por qué remontarse a la Holanda del siglo XVII?

Porque allí sucedió la primera gran crisis especulativa. Porque padecieron una burbuja en los precios de los tulipanes que los condujo a una terrible recesión. La historia se repite.

¿Qué le atrae de esa época?

No solo la cuestión económica. En aquel momento el calvinismo se extiende por amplias zonas del norte de Europa, los países que más tarde llevarían la batuta en el capitalismo naciente. Quería indagar sobre el vaciamiento moral que, según Max Weber, realizó dicha doctrina respecto al mundo de los negocios. La avaricia y la usura dejaron de considerarse pecados y las convirtieron en virtudes, en signos de la elección divina.

¿Qué tiene en común con la actualidad?

Recojo un sentir muy extendido: que nunca pagan las crisis aquellos que las provocan. Es curioso que los mercados sigan fluyendo mientras las familias se hunden. Y aunque nos digan que 'todos participamos' (cosa bastante cuestionable), sabían que el niño que juega con los mayores suele acabar dañado. ¡Y aun así nos animaron!

Hora y media de duración

¿Tiene dificultades para ser representada la obra?

Las propias de un drama histórico en cuatro actos (la representación tendría una hora y media de duración, más o menos). Posee tres decorados distintos y vestidos de época. El número de personajes es de trece, ocho hombres y cinco mujeres. Quizá parezca un número grande, pero es similar al de otras obras en las que me sentí inspirado, como 'Las brujas de Salem', de Arthur Miller, o 'La cabeza de un traidor', de Robert Bolt.

¿Qué necesitaría un grupo de teatro para ponerla en escena?

Ser un poco... como los 'cómicos de Hamlet' y tener ganas de regalar al público un tiempo de reflexión.

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