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Claustro de Las Francesas. / G. VILLAMIL
Comercio y vecinos alertan del avanzado deterioro del claustro de Las Francesas
VALLADOLID

Comercio y vecinos alertan del avanzado deterioro del claustro de Las Francesas

Las calvas en el Patio de las Tabas, las humedades y la dejadez amenazan una joya del siglo XVI situada en el corazón de la ciudad

J. ASUA

Viernes, 3 de mayo 2013, 13:12

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'No me robe. Repárame', reza un cartel fijado sobre una tabla. Lo ha colocado una vecina. La madera protege uno de los dañinos mordiscos que el deterioro por el paso del tiempo y las personas, ayudado por la falta de un mantenimiento adecuado, han dado al Patio de las Tabas, situado en Convento de Santa Cruz de las Comendadoras de Santiago y conocido popularmente como Las Francesas. A pocos metros, una chapa verde esconde otra calva, que rompe el trabajado dibujo de guijarros alargados y astrágalos de cordero que forman el piso de este claustro del siglo XVI, una joya en pleno corazón de la ciudad, cuyos achaques van a más. En enero, el concejal de Izquierda Unida Manuel Saravia alertaba por escrito al Ayuntamiento. El pasado domingo el escritor Ramón García lamentaba en El Norte la desidia en uno de sus rincones favoritos, restos de una clausura fundada en 1487 por doña María de Zúñiga y doña María de Fonseca, destinada a mujeres parientes de los 'Grandes de España'.

Un poco más allá del bisoñé metálico, un basto relleno intenta tapar otra pérdida. Si esta alopecia pétrea sigue avanzando, terminará con una singular pieza constructiva, que ha logrado sobrevivir cinco siglos algo apretada eso sí a la voracidad urbanística y comercial en el casco histórico. Lo confirman los dueños de los negocios con vistas a este Bien de Interés Cultural y también la comunidad de propietarios. «A veces pienso en cubrirlo con una moqueta naranja chillón para ver si alguien se fija y se toman medidas de una vez», explican desde la presidencia de la comunidad, que en los últimos años intenta llamar la atención de las autoridades para recibir respaldo en su conservación. En el reverso de la chapa, se ha colocado una fotografía, captada por una cámara de seguridad, en la que dos hombres aparecen llevándose la pieza. Bajo la prueba del delito se lee: 'te cacé'. Los vigilantes lograron abortar el robo.

Desde que en 2005 los residentes iniciaron las gestiones para frenar el deterioro de este bello espacio no ha habido respuesta. El complejo reparto de la propiedad de este claustro privado con uso público enrevesa una situación que requiere una solución «urgente». La cosa no es fácil. Según explican desde la propiedad, el corredor de las tabas pertenece a cerca de una decena de establecimientos del centro comercial; el patio interior del claustro, hasta el voladizo de la primera planta, es de otro dueño; y del resto se responsabiliza la comunidad, de la que también forma parte el Ayuntamiento como gestor de la sala de exposiciones.

«En Florencia se pagaría»

«Hay partes del mantenimiento que son privadas, pero igual que la Junta subvenciona a la Iglesia para rehabilitar sus bienes, este claustro es un patrimonio protegido del que también se debe ocupar la Administración; en Florencia se estaría pagando por entrar a verlo», subrayan. En este momento económico, aclaran los residentes, para la comunidad sería inviable abordar la obra en solitario. Aseguran que las derramas para poner al día los canalones y bajantes que dan al patio han sido continuas. Aun así, la acción del agua está dañando los antepechos de taracea gótico-mudéjar todos ellos diferentes y provoca el chorreo de agua al interior del corredor. Frente a la peluquería se pueden apreciar los desconchones y las humedades. La piedra se está destruyendo por la falta de vías de desagüe en el patio, que presenta un aspecto más que descuidado con los cristales sucios y las malas hierbas adueñándose del espacio central, que hace años albergó exposiciones de coches, actos sociales e incluso la terraza de un bar cuando España navegaba en la ficticia bonanza. Entonces, este claustro con su fuente estaba más cuidado «Ahora los cristales llevarán más de un año sin limpiar», añaden.

Fue hace más de siete años cuando responsables de la comunidad visitaron las dependencias de la Junta para pedir ayuda. La Dirección de Patrimonio llegó a encargar un proyecto para su restauración, que desde entonces duerme en algún cajón. Con un presupuesto de medio millón de euros, el plan contemplaba la cubrición del Patio de las Tabas con un vidrio antideslizante volado, que permitiría pasear sobre el tapiz pétreo desde una altura de unos cuarenta centímetros. Esta operación se completaba con la eliminación del primer escalón de acceso a los negocios que dan al corredor de las tabas, un peldaño que ahora tapa parte del dibujo original. Además, se proponía una rehabilitación en profundidad de las cuatro fachadas de este claustro, así como una iluminación indirecta para realzar el enclave, alumbrado ahora por unas bombillas dentro de unas bolas de cristal poco acordes con el entorno. Los arquitectos redactores consideraban oportuno también analizar una solución para la resina 'epoxi' que se dio en su momento en el piso para compactarlo y que cambió de tonalidad este atractivo suelo.

De aquel proyecto, lamentan los residentes, «no sabemos nada a día de hoy». Temen que los actuales aprietos en los presupuestos oficiales impidan afrontar la rehabilitación. Mientras esperan la reacción de los guardianes del patrimonio, la comunidad tapa como buenamente puede las vergüenzas de Las Francesas.

Del traslado piedra a piedra al 'caso de Las Francesas'

Un repaso a la hemeroteca de El Norte desvela su historia convulsa. El convento de Santa Cruz de las Comendadoras pasó a la comunidad de Dominicas del Rosario (Francesas) tras la desamortización. De espacio de clausura se transformó en colegio femenino hasta que en los años 70 del siglo veinte fue vendido a la inmobiliaria Martín Samaniego. El 27 de octubre del 1972 el decano de la prensa publicaba una noticia que dejaba claro el valor de este patio. La Diputación estudiaba el traslado piedra a piedra del claustro hasta el Palacio del Conde de Benavente, actual sede de la Biblioteca de Castilla y León en la plaza de la Trinidad, tras una cesión que se negoció con los dueños. El coste de la operación, que no llegó a fructificar, se cifró en cuatro millones de pesetas. En 1976 el diario anunciaba el inicio de las obras del edificio 'Santiago': viviendas y oficinas que «respetarían» lo que entonces estaba catalogado como un «monumento nacional». En 1985 un grupo de vecinos interponía una demanda por las obras del centro comercial al haberse realizado sin el acuerdo de todos los propietarios. Comenzaba el que llegó a denominarse 'caso de Las Francesas' y que llenó páginas durante diez años. El Supremo dio la razón a los demandantes y se llegó a ordenar el derribo de varios elementos, una obra con un coste de 500 millones de pesetas. Un acuerdo económico, que no trascendió, evitó las demoliciones.

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