Una voluntaria impulsa un albergue para gatos en su tienda de La Victoria
Elena Tapia pretende recoger de manera temporal a los felinos que lo necesiten para después darlos a familias de adopción
IRIS SÁNCHEZ SOBRADILlo
Valladolid
Lunes, 5 de agosto 2019, 08:25
«Hace un par de años tenía una vida estupenda. Quedaba con mis amigas, íbamos de compras y, por las noches, salíamos a tomar unas ... copas. Vivía dentro de mi burbuja y apenas sabía nada sobre el maltrato animal o las colonias de gatos», recuerda Elena Tapia Álvarez, fundadora del albergue y centro de adopciones El Gatito Óptimo, que aún está en construcción. Este refugio es como adentrarse en Narnia, pues se encuentra dentro de una tienda de colchones de La Victoria, situada en la plaza de La Solidaridad.
«Encontré por casualidad una noticia en Facebook, la cual me llevó a otra. Me di cuenta de lo ciega que estaba, hasta que cogí una depresión de la que aún estoy saliendo», confiesa Elena, quien hace dos años comenzó a gestionar una colonia de gatos en La Rondilla. «Cuando me iba a casa sabía que los gatitos se quedaban allí pasando frío y se me caía el mundo a los pies», explica.
Se estima que en Valladolid existen «unas doscientas colonias», pequeños grupos de felinos que se juntan para poder sobrevivir a las adversidades de la calle. Muchos están gestionados por voluntarios que se encargan de mantenerlos a salvo y proporcionarles agua y comida. Suelen encontrarse al lado de carreteras, parques o parcelas privadas y, por ello, los gatos se ven expuestos a atropellos o envenenamientos.
Uno de los procedimientos para cuidar de los pequeños responde al método 'CES': Capturar, Esterilizar y Soltar al gato. Para indicar qué gatos están castrados se les hace un corte en forma de triángulo en la oreja.
«Uno de los objetivos de este proyecto es rescatar a los gatitos de colonias que puedan estar heridos para después devolverlos a su hábitat natural», pues son gatos que deben vivir en el entorno en el que se han criado. No obstante, la idea que baraja Elena para su albergue es diferente y pretende acogerlos hasta que encuentren familias adoptivas.
El albergue contará con una zona de cuarentena para los felinos enfermos y otra para los gatos con posibilidades de ser adoptados. «El Gatito Óptimo debería ser el ejemplo a seguir de otros barrios. Igual que existen tiendas que comercializan con animales, ¿por qué no tiendas de estas características?», incide Elena.
Cincuenta volutarios
En solo cuatro días ya cuenta con cincuenta voluntarios para el proyecto, como un veterinario y un joven a punto de graduarse. También hay pintores que están ayudando con las reformas del albergue. Cada acción es importante para Elena: «No importa que participen voluntarios que solo quieran ayudar una vez al año, lo esencial es que ese día estén comprometidos con el movimiento».
Jugar con los felinos es una de las piezas fundamentales para que el albergue funcione, ya que los animales necesitan acostumbrarse al trato con humanos y deben aprender a interaccionar. Cuando son gatos domésticos no suele haber problema, pero los gatos callejeros no están acostumbrados a ello: «Los felinos aprenden unos de otros cuando viven en la calle y comienzan a imitar pautas de comportamiento».
Sin embargo, para sostener el proyecto es esencial la financiación. Hasta ahora, el dinero sale de la tienda de colchones donde se encuentra el refugio o, lo que viene a ser lo mismo, de los ingresos de Elena, pues ella afirma que «si la tienda vende comemos todos y si la tienda no vende no comemos nadie».
«Serán necesarias las donaciones para comprar los bienes básicos como el pienso o la arena cuando funcione el albergue», anticipa su impulsora. Y ahorrar es un punto clave para que el segundo proyecto de Elena se pueda poner en marcha. Será «el definitivo –apunta–, con el que realmente ayudaremos a los gatos». Para ello pretende comprar un terreno para trasladar a los gatos de colonias y que puedan vivir «felices y tranquilos, a todo lujo». Si los extraen de los núcleos de riesgo crearán para ellos un espacio de semilibertad de tal forma que, a la vez que los protegen, evitarán que el vecindario se queje por la presencia de los felinos.
Treinta plazas disponibles
El albergue solo podrá mantenerse si las adopciones son rápida al contar con una capacidad reducida a treinta gatos. Las familias que quieran adoptar tendrán que pasar por un proceso en el que se les asesora sobre cómo se debe cuidar a un gato. Luego firmarán un contrato por el que se comprometen a respetar la ley de maltrato animal. El albergue, por último, hará un seguimiento del gato y visitará las casas de los adoptantes para revisar si las condiciones son óptimas para la estancia del felino.
Hay que tener en cuenta que «ningún voluntariado puede funcionar si no hay personas que quieran participar en ello». En este caso, tampoco lo hará si no hay adoptantes. Así lo explica Elena: «Hay un sector virgen que no sabe que existe la posibilidad de adoptar un animal. Nosotros queremos llegar a esa población y lo haremos a la antigua usanza, es decir, a través de boletines, panfletos en los buzones, coches y calles...».
Las otras alternativas para los felinos
«No hay recursos suficientes para ayudar en las colonias, pues las asociaciones no podemos abarcar, ni siquiera con subvenciones públicas, las necesidades que tiene la ciudad en el cuidado de los núcleos felinos. Lo que reclamamos es que sea la administración pública quien se haga cargo de ello, pues nosotros somos un mero apoyo», explica Silvia Carrión, voluntaria de la protectora Entre huellas y bigotes, cuya labor principal se centra en las casas de acogida. Al contrario que el albergue El Gatito Óptimo, ellos no «creen en los refugios debido a las enfermedades que originan».
Entre huellas y bigotes no puede prestar auxilio a más gatos a día de hoy, ya que «su deuda está disparada», y no quieren que se incremente, explica Rocío De Andrés, otra de las voluntarias, antes de incidir en que «si no hubiese un mercado de compraventa no habría gente dispuesta a pagar por un animal y, por ende, la gente no se sentiría en el derecho de poder hacer de todo con lo que ellos ven como un producto».
El abandono de gatos crece en verano, ya que es la estación del año en la que nacen más camadas, normalmente indeseadas. Según el estudio 'El nunca lo haría', de la Fundación Affinity, en 2018 se abandonaron 33.719 gatos en España, 246 más que en 2017. La educación es una de las piezas fundamentales con las que las asociaciones animalistas tratan de trabajar para mover a la ciudadanía y concienciarla.
Al contrario de lo que mucha gente piensa, «cuando un gato es abandonado no se busca la vida».De hecho, «suele vivir de media un año o año y medio», afirma Fermín Pérez, presidente de la asociación y protectora Scooby. Cuando un gato está sufriendo su primera reacción es apartarse de la vista de los humanos, pues no les gusta que les vean así.
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