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José Antonio González y su mujer, Ascensión Terrero, con su nieta Lucía.
Coronavirus en Valladolid: «El virus me ha vencido pero de otra manera, psicológica»

«El virus me ha vencido pero de otra manera, psicológicamente»

La enfermera Eva González, que en el Río Hortega convive con la pandemia, no pudo sin embargo ni despedirse de su padre, de 82 años, que murió por covid el 21 de abril en el hospital de Palencia

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Domingo, 17 de mayo 2020, 07:19

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Eva María González, que es enfermera en el Hospital Río Hortega de Valladolid, no puede dormir por las noches, sufre pesadillas por lo que le ha tocado vivir, tanto personal como profesionalmente, desde que la covid-19 ha alterado el mundo. Ella, que ha visto muy de cerca a pacientes con coronavirus, que como sanitaria está tan expuesta a esta pandemia, ni siquiera ha podido despedirse de su padre, de José Antonio González, que falleció el 21 de abril, a los 82 años, en el Hospital Río Carrión de Palencia. «Es todo tan injusto e inhumano, yo estoy cuidando a pacientes en el Río Hortega y sin embargo no pude cuidar de mi padre, que estaba en Palencia. Tengo la sensación de que le he abandonado. Este es un virus sin corazón, un virus poco humano, pero no lo hagamos aún menos humano. He hecho todo lo posible por poder ver a mi padre antes de morir y no he podido, espero que no se repitan estas situaciones para otros familiares y que los psicólogos hablen con los médicos para que se permita despedir a los seres queridos», señala Eva González, a quien la covid-19 ha golpeado con fuerza, puesto que además de llevarse a su padre, ha infectado a su madre, Ascensión Tarrero, de 83 años, y a su sobrino Héctor, de 15, hijo de su hermana Inmaculada, enfermera en el Río Carrión y que también ha estado en cuarentena por síntomas del coronavirus.

«Este 'bicho' me ha vencido de otra manera, psicológicamente, pero voy a volver a incorporarme al trabajo y quiero ir a zona covid, para poder ayudar», apunta Eva González, que ha tenido que parar por estrés postraumático. Ahora intenta recuperar fuerzas en su casa de Arroyo con su marido y su hija Lucía, de 7 años, que está triste «porque me ve a mí así, cree que me va a pasar algo y está en continua alerta». «Quiere besarme y abrazarme y le digo que no puede porque igual estoy incubando el virus», agrega Eva.

Su progenitor, el palentino José Antonio González, «se contagió el último fin de semana de marzo, creo que por la persona que les cuida en casa, que tenía síntomas. Le llevaron al hospital a hacer una placa y le dio bien, pero la PCR tardaba un día en el resultado y le ingresaron el 8 de abril. La PCR dio positivo y siguió ingresado hasta el 21 de abril, que falleció. Mi padre murió con los pulmones bien, creen que fue por el corazón, pero no se sabe», comenta Eva, que puede tener muy tranquila la conciencia, porque revolvió Roma con Santiago por poder ver a su padre. «Incluso propuse al Hospital Río Carrión un gabinete de llamadas con voluntarios, para poder saber los fines de semana y festivos de los familiares que están ingresados, para poder verles o escucharles a través del móvil». «Hablé con todos, hasta con el cura», apostilla Eva, a quien le dijeron en el Río Carrión «que mi padre no era candidato de UVI por tener más de 80 años». «El 21 de abril falleció y le incineramos, fueron los dos minutos más horrorosos de mi vida, porque estábamos cuatro personas y nos dijeron los del tanatorio que solo podía haber tres. Tuve que estar arriba oyendo llorar a mis hermanas y mi madre», recuerda Eva, para quien no acabó ahí su calvario ni el de su familia.

«Me llevé a mi madre conmigo a Valladolid para que no estuviese sola, pero el día 23 la vi mal y la llevé al Hospital Río Hortega, le hicieron una placa y vieron que tenía una neumonía bilateral. El 10 de abril había dado negativo en una PCR, pero el 23 dio positivo y estuvo ocho días ingresada. El 30 le dieron el alta y sigue con la saturación de oxígeno mal, pero está en casa con mi hermana, que es enfermera en el Hospital Río Carrión y que también estuvo con síntomas, aunque la PCR le dio negativo, y con mi sobrino Héctor, que también dio positivo en la PCR», afirma Eva, a quien se le encoge la voz cuando habla de su padre.

«Mis padres son nacidos los dos en Villamediana. Mi padre la 'cazó', quería a la profesora, pues mi madre daba clases de Primaria. Se casaron en Valladolid, porque mi madre estaba en Íscar. Mi padre trabajó en una fábrica de leche y después montó una carnicería. Luego a mi madre la destinaron a Herrera de Pisuerga y mi hermana gemela Arancha y yo vivíamos con ella en invierno allí, mientras que en Palencia estaba mi padre con mis hermanos Inmaculada y José Antonio. Luego nos juntamos todos ya en Villamuriel, donde destinaron a mi madre», señala Eva, que ve en su padre al ideal de hombre.

«Cosía a mano los zapatos, la ropa, cocinaba... Era un manitas. Hasta hizo inventos, como uno para cubrir piscinas con lonas estando de pie», recuerda Eva, que insiste en que su padre «valía para todo». Hasta para hacer un curso de delineante y acabar luego llevando la gestión económica de la empresa de corsetería Sadecor en Palencia. Pero sobre todo valía como padre, el mejor del mundo para su hija Eva. «No te olvides de nosotros , y allí donde estés, sé feliz. Espéranos, porque algún día volveremos a vernos», le dice a través de este periódico.

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