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¡El secreto mejor custodiado y… el más ansiado por conocer! Vallisoletanos y cofrades están a deseo de ver desde el interior la reconstrucción de ... la cúpula de la Iglesia de la Vera Cruz a las puertas de la Cuaresma que es, además, uno de los momentos del año en que más visitas recibe este céntrico templo convertido en foco de la actualidad desde el colapso de la linterna y parte de su cubierta el pasado 25 de junio de 2024. Pues este año en este periodo litúrgico también volverán a repetirse las escenas devocionales, el bullicio de cofrades y las innumerables tareas de preparativos de culto y también procesionales porque la hermandad homónima, propietaria de la penitencial, prevé la reapertura en tres semanas aunque incluso podría adelantarse. Confirmado. La constructora -Rivero e hijos- entregó la obra de restauración hace una semana y con un resultado «espectacular, sugerente y renovado» de la parte restituida tanto en su condición arquitectónica como en la más artística, según manifiestan el arquitecto de la obra, Fernando Bonrostro, y el presidente de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, Raúl Díez.
Las voces de los operarios para encajar el puzle que ha llegado a ser en ocasiones la reparación de la linterna y la cúpula con grandes traviesas de madera están dando paso a la solemnidad más propia de este templo que está a punto de abrir sus puertas. La gran estructura de andamiaje ya es historia en su interior de la misma manera que los baldes de mortero o los bancos de herramienta para aserrar maderas o escayolas dando paso a la limpieza con aspiradores industriales de polvo e incluso plumeros para el detalle. Y así la Vera Cruz se presenta en perfecto estado de revista aún con algunos detalles pendientes. ¿El más importante y esperado? El patrimonio procesional que convierte a este templo en algo así como un museo único de la escultura en madera policromada del barroco español con el maestro al frente: Gregorio Fernández.
Caminar por la calle de la Platería mirando hacia el horizonte la monumental linterna, con la recuperación de sus ocho ventanas -hasta el derrumbe solo tenía cuatro-, así como divisar el templo despejado de armazones y mallas de obra significa recuperar la esencia a la vista y a los sentidos de este cotidiano paseo por la centenaria calle pero también por las contiguas como Felipe II o Conde Ansúrez. Y, en pocos días, ser testigos de la apertura de par en par del portalón muchas veces ahumado por el incienso cofrade significará una recuperación casi milagrosa en 69 días, con prácticamente 1 mes de adelanto sobre los plazos previstos y después de 8 meses del derrumbe a plomo con gran sobresalto pero sin tener que lamentar ningún daño personal.
El interior de la Vera Cruz aún se presenta en la actualidad como un espacio casi diáfano pero donde todas las miradas se dirigen hacia lo alto, hacia la cúpula, en un espacio que emerge por sí mismo ante la luminosidad que desprende por novedad, pero también porque entra más luz natural al disponer de mayor número de ventanas y porque el nuevo espacio está pintado y decorado con colores más claros y luminosos que permiten dar mayor claridad tanto al propio espacio como a la totalidad de la iglesia recordando, en este punto, cómo en el momento del derrumbe el haz de luz solar alcanzaba el mismísimo camarín de la Virgen de la Santa Vera Cruz. Pero su presentación pública tendrá que esperar unos días siendo ahora voluntad de la propia cofradía que sólo sea visible la nave.
Una nave techada por la bóveda de cañón que a su vez alumbra todos los espacios, el presbiterio, las capillas y los altares que ya desprenden copioso brillo en el reflejo de la pátina dorada del pan de oro donde incluso ya lucen también en su esplendor las pinturas y telas adamascadas de las hornacinas junto a los espejos del camarín de la Dolorosa de Valladolid del retablo mayor. En el suelo, por su lado, también queda la huella de la caída de la cúpula en otra circunstancia insólita dado que de las 150 piedras del pavimento rectangulares y cuadrangulares sólo han tenido que reponerse 12 con lo que, aproximadamente, los 140 metros cuadrados de superficie afectada han sido restaurados con las piezas originales. Así, aunque Fernando Bonrostro reconoce que quería haber dejado una huella más apreciable, lo cierto es que la zona hundida se notará, al menos, en esa área de una docena de plaquetas dado que el mortero que se ha echado es más claro.
En cambio, la marca del antes y del después del suceso sí dejará verse perfectamente a lo alto, en la cúpula, dado que coincidiendo exactamente con la línea por donde cedió la cúpula, previa al tambor octogonal, y que se llevó por delante la linterna, con el final de la obra se ha realizado una pequeña incisión, de 2 centímetros de profundidad en la pared y de unos 5 centímetros en las escayolas. Una marca también destacada con pintura oscura visible perfectamente desde el suelo y, aunque implicará opiniones para todos los gustos, arquitecto, constructora y cofradía coinciden en apuntar que, aunque el suceso acontecido es una parte más de la historia, de este templo que debe permanecer rubricado en un su propia estructura.
En el conjunto, asimismo, aclara el propio arquitecto, cabe destacar la disociación de colores de los techos: la cúpula por un lado y el resto de la nave por otro. Se trata de los nuevos tonos ocres y dorados con ricas escayolas frente a los azules existentes tanto en la nave central como en las laterales del Evangelio y de la Epístola que deberán esperar para unificarse y, por tanto, recuperar lo que fue la panorámica del templo primitivo, como indica Raúl Díez, al considerar que pintar estas tres partes «supondría conseguir el máximo esplendor de la penitencial en toda su magnitud». «Tiempo al tiempo», clarifica al sentirse «especialmente orgulloso de lo conseguido en un tiempo casi récord». Bonrostro, el arquitecto, por su parte, se muestra también «feliz del trabajo conseguido».
La penitencial ultima la limpieza del templo a la vez que trabaja en el cronograma para el regreso de todas sus imágenes procesionales, las que están al culto en la Iglesia de San Miguel, como la Virgen de la Vera Cruz y el Ecce-Homo, hasta las que integran la exposición entorno a las figuras de Gregorio Fernández y Martínez Montañés de la Catedral que este mismo domingo cierra al público y donde han estado expuestas durante prácticamente cuatro meses Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna así como los pasos de La Oración del Huerto y El Descendimiento. Por lo pronto, la cofradía ha programado cultos este próximo miércoles al Atado a la Columna, en San Miguel, para seguidamente proceder al traslado a casa.
En la Vera Cruz, por su parte, está concluyéndose la limpieza de las andas y la carroza de la popular Borriquilla y de El Descendimiento para proceder a su colocación en las respectivas plataformas y su reordenación en sendas capillas. Una vez todas las imágenes recuperen sus hornacinas, lo siguiente, será colocar los bancos y retomar la vida religiosa habitual con las misas y cultos ordinarios.
Unos trabajos de varios meses de duración, en definitiva, que han significado una inversión superior a los 400.000 euros financiada a partes iguales de 150.000 euros por el Ayuntamiento de Valladolid y Junta de Castilla y León mientras que la Diócesis aportará los 100.000 restantes dado que las tres administraciones reconocen «la relevancia de esta iglesia como parte integrante del patrimonio colectivo de la sociedad vallisoletana, considerando que su protección es fundamental para asegurar el acceso de las generaciones futuras a este recurso histórico y cultural» más teniendo en cuenta que la Iglesia de la Vera Cruz forma parte del Conjunto Histórico declarado Bien de Interés Cultural declarado el 9 de julio de 1964.
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