De Valladolid a Ghana en bicicleta en un año para encontrarse a sí mismo
El médico vallisoletano Juan Robles dejó su puesto como anestesista en Bilbao para completar 10.000 kilómetros y superar diez países
«Estaba cansado de leer los sueños de otros, quería cumplir el mío». Era el pensamiento del médico vallisoletano Juan Robles, que a sus 30 ... años decidió aparcar su vida laboral y personal para subirse a su bicicleta y poner rumbo a África. Un año después de ese razonamiento, con 31, Robles acaba de recorrer 10.000 kilómetros sobre dos ruedas para rematar su viaje más personal tras llegar a Ghana después de recorrer unos diez países.
Un viaje al fondo de su ser en el que ha compaginado uno de sus sueños, además de echar una mano allí por donde pasaba con sus conocimientos como sanitario. «He conocido el otro lado del cooperativismo», apunta ya desde el puente de Simancas, el mismo punto que hace un año le vio partir con una bicicleta y varias alforjas. No había nada más para afrontar la aventura que le llevó hasta Ghana tras pasar por Marruecos, cruzar dos veces el Atlas, avanzar por el desierto marroquí, saharaui y mauritano, continuar por Senegal, las dos Guineas (Guinea y Guinea Bissau), Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil y Ghana. «La idea era llegar hasta Sudáfrica, pero el viaje era muy personal y no respondía a ningún patrón», recalca Juan Robles tras empezar a readaptarse a su nueva vida en Valladolid.
A pesar de tener un trabajo estable como anestesista en Bilbao, Juan rompió con su vida tras decirle a su jefe que lo dejaba para dar sentido a ese gusanillo que tenía desde hace tiempo en su interior. «Lo venía ya mascando desde hace mucho tiempo. La primera vez que viajé en bicicleta ya me entró esa semilla de hacer algo largo en mi vida. Vas conociendo a otras personas y... ahora el sueño se ha hecho realidad», agrega al recordar lo difícil que fue esa primera pedalada sobre el puente de Simancas.
«Lo más duro es la primera pedalada, dejas atrás a la familia y un trabajo estable»
Se iba sin fecha de vuelta, dejando atrás trabajo estable y familia. «La primera pedalada fue la más jodida. Todo esto era para escuchar una llamada interna. Quería parar en mi vida y hacer un pequeño 'reset' para, incluso, saber cómo seguir viviendo», prosigue el joven vallisoletano.
Y a partir de ahí un sinfín de vivencias por cada rincón que pasaba y en cada kilómetro que superaba. Oasis, viajes en el tren más largo del mundo, la entrada en el África negra... anécdotas todas ellas que se entremezclaban con la solidaridad de allá por donde caminaba. «La hospitalidad africana es increíble. Quizás vamos con la mochila cargada de prejuicios y miedos, pero esos van desapareciendo porque la gente te da lo poco que tiene. Por ejemplo, nunca he tenido sensación de peligro. Creo que he sido muy prudente y por todos los países por los que me he metido son seguros. Luego en las noticias no salen los cientos de ciclistas que pasan por allí, salen los dos secuestrados entre Níger y Burkina Faso y eso, en mi opinión, es más irresponsable al ser países que recomiendan no ir. Cada uno es muy libre de hacer lo que quiera, pero me he sentido muy seguro. No hace falta cruzar el estrecho para ver determinadas noticias. Además, no he ocultado nada a mi madre durante este año», manifiesta el médico vallisoletano, que se ha manejado estos meses con el inglés y el francés.
Una experiencia personal que ha servido para vivir momentos diferentes como pasar las navidades a cientos de kilómetros de Valladolid. «Son cosas que también te da el viaje: te da ese conocerte. Ahí es donde quería llegar para encontrarme a mí mismo. Es la realidad. Es una lección el hacerlo solo. Me encanta la montaña, el aire libre, pero hacerlo en soledad es un puntazo porque te abre a lo externo. Además, conoces a un montón de personas. En mi caso, no tenía prisa, si pasaba algo, como una avería, servía para conocer a otras personas que sin querer te recomendaban o te hablaban de alguien que te podía ayudar», destaca Juan Robles, que ha palpado las propias diferencias que hay entre los países africanos.
«Estaba cansado de leer los sueños de otros en libros, quería cumplir el mío»
«Hay países más desarrollados, por decirlo de alguna manera, y otros que sufren las consecuencias de guerras o del propio ébola. Las principales diferencias se veían en la manera de cocinar, el alumbrado y el agua. Las aldeas más pobres cocinan con fuego, no tienen agua y se tienen que ir a un pozo y no tenían luz. Y otras, tenían gas para cocinar, alumbrado, había grifos... Se piensa en África como en conjunto y tiene sus particularidades», continúa.
Y tras esta experiencia, en la que los africanos le han abierto su corazón, Juan se replantea su futuro. «Mi especialidad es requerida y podré reinsertarme más o menos donde quiera. Me lo estoy planteando. Pero ahora tira asentarme, tocar tierra, aunque me conozco y ya veremos», concluye.
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