La lista de accidentes ferroviarios en España es larga. Demasiado. Valladolid tiene su particular contador. Alrededor de setenta personas han perdido la vida en ... las vías de tren de la capital y de la provincia castellana en el último siglo y medio. Uno de los primeros accidentes registrados ocurrió el 11 de septiembre de 1873. El mismo día que se proclamó la Primera República en España, el expreso Irún-Madrid descarriló sobre el río Duero en las cercanías de Viana de Cega. 21 muertos y 58 heridos fue el balance de un siniestro del que no hay imágenes, pero sí dibujos. El último accidente con víctimas mortales es mucho más reciente. La vida de ocho viajeros que dormían en un coche-cama estacionado en la vía 1 de la estación del Campo Grande se paró a las 2:59 de la madrugada del 3 de marzo de 1988. Abro Hilo:
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↓ Han pasado casi cuatro décadas, 37 años para ser exactos, de un accidente que conmocionó Valladolid y a toda España. Ocho viajeros, entre ellos una niña de 14 años, perdieron la vida y una treintena resultaron heridas en la Estación del Campo Grande en la madrugada del 3 de marzo al chocar dos expresos que, procedentes de Madrid, se dirigían a Santander y Bilbao, respectivamente. El 'Cantabria', que estaba estacionado en la primera vía, a punto de retomar la marcha hacia el norte del país, recibió el brutal impacto del 'Costa Vasca'.
↓ «Fue una noche terrible», recuerda Henar Sastre, reportera gráfica de El Norte de Castilla que cubrió la tragedia aquel primer jueves del mes de marzo de 1988. «Yo acababa de llegar a El Norte. Recibí una llamada en plena madrugada y me fui directamente a Duque de la Victoria, a la redacción, a por el equipo. Cuando llegué a la estación ya vi el desastre. Allí me encontré con Patricio Cacho. Recuerdo coger los carretes y volver al laboratorio de la redacción para revelar las fotos y sacar la edición lo antes posible. Y regresar a estación». «Amanecí allí, fue una noche muy dura. Lo peor que he vivido en mi carrera profesional junto con el atentado en el Cuatro de Marzo, dos años después», asegura.
↓ La primera máquina del 'Costa Vasca' golpeó la plataforma de cola del 'Cantábrico', destinada al transporte de vehículos, que automáticamente se incrustó en el siguiente vagón, un coche-cama con una decena de ocupantes que esperaban dormidos amanecer en Santander. Nueve de los diez viajeros quedaron atrapados en el interior del vagón, entre amasijos de hierros. Las labores de rescate se alargaron durante más de nueve horas y media hasta que, al filo de las doce y media de la mañana, fue rescatado el octavo y último cadáver.
↓ Siete hombres –entre ellos Félix Ducasse el consejero de Obras Públicas del Gobierno de Cantabria– y una pequeña de 14 años –Carmen López Verdeja– murieron en el accidente, del que logró salir con vida Juan Tarín, ingeniero de la Consejería de Agricultura cántabra. Tuvo que esperar cinco horas hasta que consiguieron liberarle el brazo derecho de entre los hierros del vagón. Fue trasladado al Río Hortega junto a otros heridos en el siniestro. El resto, ocuparon cama en el Clínico Universitario, donde recibirían el alta horas después.
↓ Ante la gravedad de la situación, el presidente del Gobierno de Cantabria viajó a Valladolid en un helicóptero que aterrizó en el estadio José Zorrilla a las cuatro y media de la tarde del viernes 4 de marzo. Juan Hormaechea fue directo al Instituto Anatómico Forense, donde se encontraban los cuerpos de los ocho fallecidos. A Valladolid se trasladó inmediatamente el presidente de Renfe, Julián García Valverde, que calificó el suceso como «el mayor de la historia reciente de los ferrocarriles», añadiendo que se trataba de una «accidente raro» debido al origen del mismo. Al por entonces alcalde de la ciudad, Tomás Rodríguez Bolaños, la tragedia le sorprendió en Madrid, pero no faltaron el presidente de la Junta de Castilla y León, José María Aznar, y el portavoz del Gobierno, el vallisoletano Miguel Ángel Rodríguez. Era la mayor tragedia en la capital desde la explosión del polvorín del Pinar de Antequera en 1950.
↓ Carmen Pastor Azurmendi entró ese día a trabajar a las seis menos diez de la mañana y asegura que lo que se encontró en la estación fue «dantesco». «Ha sido el accidente más grave que he vivido durante los 41 años que he trabajado en Renfe». Se jubiló en 2021. «Primero pensé que era un incendio», explica Carmen, una de las primeras mujeres en entrar en la empresa pública. «Yo era factor. Lo mismo estaba en taquilla, que en estadística para tomar nota de los vagones, que para facturar equipajes... Ese día, me tenía que ocupar de la paquetería y, a pesar de la gravedad del accidente, estuvimos en nuestro puesto de trabajo atendiendo a los clientes». Pero fue «un día raro, un día extraño», reconoce. «Me invitaron a subir a la parte a las oficinas que estaban encima de la cafetería desde donde se veía todo, pero no quise», explica al otro lado del teléfono. «Yo desgracias no quiero ver». Y aquella era de las grandes.
↓ Las tareas de rescate fueron harto complicadas. Pasados los primeros momentos de confusión, empezaron a llegar los miembros de los distintos Cuerpos de Protección Civil. Según las crónicas de El Norte, «Manuel Acero, entonces gerente de Renfe, daba órdenes, hacía llamadas y evitaba los comentarios a la prensa hasta poder garantizar alguna afirmación». Fernando Bravo, uno de los periodistas encargados esa noche de cubrir el suceso, escribía en su crónica que «el andén principal de la estación empezó a llenarse de ambulancias de la Cruz Roja, UVIS móviles y coches de Policía. Los bomberos comprobaron la inutilidad de las autógenas, desechadas para practicar cortes en la chapa del coche-cama. Sus hachas y picos tampoco fueron de mucha utilidad en un primer momento porque se enfrentaban a una estructura metálica apelmazada hacia la mitad de la unidad. La parte posterior del vagón había sido vaciada por la plataforma que transportaba los vehículos, concentrando todo su contenido en apenas unos metros. [...] Se colocaron barreras en el andén para evitar que la multitud apiñada en los alrededores estorbase los trabajos o resultase herida. Y luego se sucedió el rescate de cadáveres. [...] Después llegaron las grúas. Dos grandes mastodontes que aceleraron el desmonte del coche-cama. A las doce y media el vagón quedó vacío».
↓ El funeral por las ocho víctimas se celebró en la catedral de Santander al día siguiente. El obispo de la diócesis, Juan Antonio del Val, manifestó sus condolencias a las familias durante una homilía que reunió a dos mil personas. Mientras en la capital cántabra despedían a los fallecidos, todas las versiones oficiales de Renfe coincidían en señalar el fallo en el sistema de frenado del expreso 'Costa Vasca' como causa de la colisión.
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↓ El tren que se dirigía a Bilbao llevaba dos locomotoras. El maquinista se dio cuenta de que algo iba mal cuando circulaba a 75 kilómetros por hora. Intentó reducir la velocidad sin éxito. Cuando quedaban 1.200 metros para entrar en la estación de Valladolid tomó la decisión de desconectar el fluido eléctrico y dejar sin potencia la locomotora, pero no fue suficiente. El conductor y otros dos ocupantes de las dos máquinas saltaron en marcha. Fueron sometidos a la prueba de alcoholemia tras el accidente y el resultado fue negativo.
↓ La vista oral del juicio se celebró el día 18 de julio de 1990. El maquinista Félix Patencia aseguró que fue un fallo en un sistema de parada del tren lo que provocó que el convoy hiciese su entrada en la estación a más de 40 kilómetros por hora. «En la señal de avanzada de Valladolid había un anuncio de parada. Hice uso del freno para parar en dicha señal, se redujo algo la velocidad pero no lo suficiente, pues íbamos a 70 kilómetros por hora. Luego, llegamos a la señal de entrada de la estación, que estaba en rojo, usé los aparatos de emergencia. Cuando se pasa por la señal con velocidad excesiva, un sistema denominado 'hombre muerto' para el tren, pero no funcionó. Por ello entramos en la estación a 40 kilómetros por hora y posteriormente colisionamos», explicó ante el juez.
↓ La sentencia se conoció dos semanas después. El juzgado de lo penal número dos de Valladolid condenó a diez días de arresto menor y una multa de 75.000 pesetas al maquinista y al ayudante que conducían el 'Costa Vasca'. Además, Félix Patencia y Luis Javier Revilla fueron condenados a indemnizar con 1.980.000 pesetas (12.000 euros) a Concepción Acero por las lesiones y secuelas del accidente y a Antuisa Rodríguez, la otra mujer herida que se personó como acusación particular, con 300.000 pesetas (1.800 euros). La sentencia consideró como hechos probados que en el accidente se sucedieron una serie de fallos técnicos y mecánicos debidos a que el sistema de frenado no funcionó correctamente a causa, también, de otras negligencias de tipo humano «imputables a los acusados por circular con adelanto sobre el horario previsto y no utilizar la válvula de socorro cuando el choque era inminente». Se daba así carpetazo al accidente más trágico vivido en la estación de trenes Valladolid. Desde ese día, además, los coches-cama tipo P –como en el que viajaban las ocho víctimas del expreso 'Cantábrico'- fueron retirados de servicio en toda España.
El Hilo visita un bar de Valladolid que conserva una verja con metralla del bombardeo aéreo que sufrió la ciudad en 1937
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