Sócrates en la celebración de su centenario. Carlos Espeso

Valladolid

Sócrates Merino, un ejemplo de vitalidad a los 100 años

Este veterinario celebra su centenario en Valladolid rodeado de familiares, vecinos yamigos

Laura Negro

Valladolid

Domingo, 21 de septiembre 2025, 19:27

«Por fin llegué a la meta. Pensé que no llegaba». Con esta frase recibió Sócrates Merino Bravo la llegada de su ansiado centenario. Una ... efeméride que le hacía especial ilusión. El pasado miércoles 17 de septiembre cumplió 100 años, una cifra redonda que le parecía muy lejana a pesar de su excelente estado de salud.

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La fiesta de celebración tuvo que esperar unos días, hasta el domingo, cuando cerca de 40 de sus familiares se dieron cita en la iglesia de San Lorenzo y más tarde en el Hotel Lasa Sport de Valladolid, para brindar por una vida que ha sido intensa, larga y llena de recuerdos. Sócrates nació en San Cebrián de Mudá (Palencia) en 1925, siendo el único varón de cuatro hermanos. Su padre trabajaba como electricista y su madre era ama de casa. La infancia transcurrió en un entorno rural, rodeado de animales, hasta que la Guerra Civil lo empañó todo.

Con la adolescencia llegó el traslado familiar a Valladolid. Ingresó en el Colegio San José, donde brilló en el bachillerato haciendo dos cursos en uno y pronto decidió que lo suyo eran los animales. En 1946 se matriculó en la Facultad de Veterinaria de León y se licenció cinco años más tarde, sin haber suspendido nunca una asignatura. Tras cumplir su servicio militar como alférez en el Cuartel de Farnesio de Valladolid, comenzó a trabajar como veterinario titular en el Ayuntamiento de Valladolid. Su siguiente destino profesional, lo llevó a Villalón de Campos en 1954. Después estuvo destinado también en Valdestillas, Ventosa de Pisuerga, Cabezón de la Sal y finalmente Llanes (Asturias).

Sócrates posa junto a toda su familia. Carlos Espeso

Fue en este último destino donde él se sintió más realizado. Allí ejerció casi veinte años y encontró un grupo de ganaderos que confiaba en él plenamente. «Disfrutaba muchísimo de su profesión. Siempre dice que ha sido feliz como veterinario», señalan sus hijas Elena, María Ángeles y Ana Isabel. Sócrates recorría cuadras, atendía partos de vacas, practicaba inseminaciones artificiales y solucionaba problemas urgentes a cualquier hora del día o de la noche.

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«En Asturias se entendió muy bien con los ganaderos. Hizo amistad con muchos de ellos, y hasta hoy guarda un recuerdo especial de esa época. En 1993 se jubiló y decidió instalarse en Valladolid, cerca de nosotras», continúan. Un hombre activo y vitalista A pesar de la edad, Sócrates nunca dejó de ser inquieto. Hasta los 94 años condujo su coche para desplazarse entre la ciudad y la casa familiar de La Overuela, donde disfruta cultivando su propio huerto y cuidando de los árboles frutales. Su secreto, dicen, está en la actividad diaria y en la lectura. Cada mañana realiza ejercicios para fortalecer las cervicales y lumbares, y devora libros de la biblioteca. «A sus dos nietos, Álvaro y Pelayo, siempre les insiste en que leer es fundamental, que le ayuda a mantener la memoria y a expresarse bien», cuenta una de sus hijas. Ahora mismo está con una novela de Arturo Pérez-Reverte, pero lo mismo repasa la prensa que sigue los progresos de la Bolsa a través del teletexto.

«Es muy alegre, muy vitalista. No ha sido nunca de quejarse ni de venirse abajo. Siempre ha disfrutado de la vida y sigue con ganas de vivir», dicen sus hijas. Sócrates se casó a los 30 años con María Ángeles Arango, asturiana de origen, con la que compartió más de seis décadas de vida. Siempre fue muy casero. El centenario, eso sí, lo celebra por todo lo alto y con tres grandes fiestas: la comida del domingo con la familia en el Lasa Sport, otra fiesta con sus vecinos de bloque y una más en el Centro Asturiano con espicha incluida, a la que asistirán sus amigos de La Overuela.

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A sus 100 años Sócrates puede presumir de seguir siendo un hombre lúcido, vital y que está siempre rodeado del cariño de los suyos. Afronta cada día como un regalo y al soplar las velas de su centenario, lo hizo con la misma ilusión y entusiasmo que siempre le han caracterizado.

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