Vídeo: un día en el silencio y la incertidumbre de la Valladolid confinada
Calles vacías, poco tráfico y peatones apresurados han bajado los látidos de una urbe en cuarentena
Calles vacías. No hay casi coches. Pocos peatones las recorren. Los que salen lo hacen con una mezcla de temor y respeto, porque Valladolid es ahora un escenario desierto. Inhóspito. Miramos la ciudad desde la ventana y vemos imágenes insólitas. Parques sin niños, hombres y mujeres que tapan su boca con mascarillas mientras, apresurados y con una bolsa en la mano, salen a hacer la compra de urgencia. Bajar y subir. No tardo nada. De momento, se acabó el paseo, adiós a disfrutar de lo que antes dábamos por cotidiano y ahora valoramos como un lujo.
Nadie se entretiene y si se encuentra con un amigo o vecino las distancias se mantienen. Se acabó esa efusividad tan española, que nos llevaba a darnos la mano, dos besos o un abrazo. Contacto. Calor humano. También aquí, en esta recia capital castellana, que tiene fama de áspera. En las esquinas hay militares. En las calzadas, patrullas de la Policía Local realizando controles. Porque ahora la urbe está prohibida. Váyanse a casa, nos recomiendan. Es allí, en los domicilios, donde la vida continua, aunque encerrada, constreñida entre paredes que se estrechan cada día un poco más por culpa del onmipresente coronavirus.
Coronavirus en Valladolid
Aunque se mantiene la esperanza. Se demuestra a las ocho de la tarde cuando las ventanas se abren para aplaudir a los que luchan en la primera línea contra esta enfermedad que nos ha cambiado la vida. Pero no solo para eso. También se trata de darnos ánimos los unos a los otros en esta situación inédita que nos carga de incertidumbre. Nos pesa como una losa. Valladolid no es ahora la misma. El virus la ha puesto en cuarentena y aprovecha para descansar hasta que nos pueda acoger de nuevo. Ya queda menos para que recupere ese latido, ese pulso que antes nos pasaba desapercibido y que ahora añoramos.