La retirada de 585 nidos y medio millar de ejemplares mantiene a raya a la 'sucia' paloma torcaz
El Ayuntamiento concluye una campaña de control de esta ave para rebajar la población de una especie que había colonizado la ciudad
Los desagradables y continuos bombardeos sobre los coches aparcados, en las mesas de las terrazas, en los bancos de los parques o bajo las farolas ... de la capital han remitido. Sus nunca bienvenidos regalos diarios, en forma de abundantes excrementos, van a menos y en las zonas ajardinadas preferidas por esta especie para forrajear se registra una apreciable disminución de ejemplares. El control intensivo de la población de paloma torcaz impulsado por el Ayuntamiento de Valladolid en los últimos dos años ya está obteniendo resultados.
Se trata de ponérselo difícil porque, como acota el experto Benedicto González, esta especie ha llegado a la ciudad «para quedarse», algo que está ocurriendo en muchas otras capitales españolas y europeas. Fue en enero de 2019 cuando el Consistorio contrató con la empresa especializada Locus Avis un plan específico para esta ave, que estaba conquistando, cada vez con mayor impunidad, el territorio urbano. El trabajo de los especialistas de la empresa leonesa ha concluido el pasado mes de diciembre –la adjudicación se ha prorrogado hasta 2022– con una rebaja considerable del censo de este animal. La labor de retirada de 585 nidos y de 552 ejemplares –223 adultos, 121 pichones y 208 huevos– ha contribuido a paliar los efectos de esta plaga, que, junto con su hermana la bravía y los estorninos, también se encarga de mantener a raya la misma firma.
Explican en Locus Avis que la torcaz tiene como hábito recurrir a la cobertura vegetal para cobijarse, anidar y criar, al contrario que la bravía, que se asienta y se reproduce en edificaciones. La especie, de mayor tamaño que la doméstica, color gris claro y con unas reconocibles manchas blancas a ambos lados de la parte baja de su pescuezo, suele formar grupos de consideración en áreas verdes, donde pastan tranquilas. «Si no se entorpece su actividad, el establecimiento y crecimiento de estas colonias con gran querencia territorial está asegurado», señalan. Los grupos residentes, cada vez más numerosos en las grandes ciudades, pueden, además, confluir con poblaciones migratorias, lo que complica más su control, según explican los técnicos de esta empresa en el informe de resultados.
Además de la captura de adultos y la retirada de anidamientos –puestas de huevos y pichones incluidos– entre los meses de mayo y septiembre, Locus Avis también ha recurrido a las rapaces para completar esta campaña de acoso obligado. Los cetreros de la empresa han dado alas a sus águilas Harris para realizar vuelos disuasorios sobre aquellos enclaves utilizados como dormideros durante los meses de invierno. «Es una rapaz muy adiestrable, que puede actuar con diferentes condiciones de luz y se adapta muy bien a volar entre los cables y otros obstáculos de la ciudad», explica Benedicto González. En esas salidas, alguna paloma cae en las garras del depredador, aunque ese no es el objetivo de su suelta, con la que se busca crear miedo en las bandadas.
Durante los dos años, se ha intervenido en 92 ubicaciones de la capital. Los plátanos del Paseo de Zorrilla, el Campo Grande o los árboles de los parques de barrios como Villa del Prado, Parquesol, Rondilla o la zona este han sido escenario de estas batidas contra la invasora.
Lucha contra los 35.000 estorninos que buscan cama
De septiembre a marzo. Esos son los meses en los que nos visitan los estorninos. Grandes grupos ocupan los árboles de plazas completas, vuelan en enormes bandadas creando oscuras y sinuosas nubes en movimiento frenético y preparan ruidosos escándalos con sus conversaciones de rama a rama. En total, los técnicos de Locus Avis han trabajado en 19 dormideros, desde la plaza de la Trinidad hasta Santa Cruz pasando por Pinar de Jalón o la zona del Clínico. La emisión de los sonidos de alarma con los que se alertan de los peligros entre esta aves es el principal sistema para animarles a que abandonen el entorno urbano. Aquí también se tira de cetrería para intimidar a estos escandalosos visitantes. Según los datos de la empresa, el pico máximo se registró en septiembre de 2019, con 35.000 ejemplares, mientras que en el mismo mes del año pasado se rebajó su presencia a 5.500.
Los ejemplares capturados se ponen a disposición de los palomares autorizados tras la preceptiva revisión veterinaria. Los que no encuentran este cobijo o bien se utilizan para entrenar a las rapaces que controlan el espacio aéreo de Villanubla o bien se sacrifican. «El crecimiento estaba siendo exponencial y se ha logrado frenar», afirma González, quien matiza que «no se trata tanto de quitar palomas como de evitar los problemas que generan», ya que hay espacios en los que su presencia no crea molestias a los ciudadanos. Por eso se trabaja mucho a demanda de los vecinos de entornos donde las aves están causando perjuicios. En los dos años se han atendido 384 reclamaciones por animales alados y se ha realizado 183 visitas domiciliarias para solucionar conflictos de convivencia entre el hombre y las aves.
En el caso de la paloma bravía o doméstica, con querencia natural por los edificios para asentarse y criar, los trabajos de control consisten en labores de captura en vivo de ejemplares mediante el trampeo con jaulas y, adicionalmente, también se realizan vuelos disuasorios con rapaces. La labor es intensa, demás, en la retirada de palomares urbanos no autorizados y en aquellos bloques en ruina o habitados en los que se han hecho fuertes, lo que provoca olores, ruidos y suciedad por el palomino. Desde febrero de 2019 las labores de captura se han llevado a cabo en nueve puntos de la ciudad de forma simultánea, con un total de 24 zonas en la que se ha intervenido con el resultado de 3.056 ejemplares capturados.
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