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Ghizlane Darkaqui y Mohamed El Bouhali. Laura Negro
Coronavirus en Valladolid: Ramadán en época de confinamiento

Ramadán en época de confinamiento

Los más de 6.800 musulmanes de la provincia de Valladolid celebrarán su mes sagrado con las mezquitas cerradas y en estricto encierro por la pandemia de la covid-19

Laura Negro

Valladolid

Viernes, 24 de abril 2020, 07:28

La pandemia de coronavirus, que ya obligó a suspender celebraciones religiosas tan importantes como la Semana Santa, afectará también al Ramadán, el mes sagrado que los musulmanes dedican al ayuno y la oración. Arrancó entre ayer jueves y hoy, coincidiendo con el ciclo lunar, y en ese tiempo los fieles deben abstenerse de comer, beber y tener relaciones sexuales durante las horas de luz.

Esta será la primera vez que la comunidad islámica celebre el Ramadán con los lugares de culto cerrados, debido a las medidas de restricción de movilidad y concentración de personas decretadas por el Gobierno durante el estado de alarma. Así, las oraciones diarias y el rezo nocturno, que siempre congregan un elevado número de personas, se tendrán que realizar en el hogar. En cuanto a la práctica del ayuno, al depender de cada persona de forma individual, no se verá afectada por la situación actual.

El responsable de la Asociación Almostakbal-El Futuro y de la Federación Comunidad Musulmana en Castilla y León, ElBekkai Grioui, señala que «es un mes de rezo, de acercamiento a Dios y ayuda a los más vulnerables», y que la comunidad musulmana de la provincia –unas 6.800 personas– «lo seguirá celebrando desde sus casas para cumplir de forma estricta el confinamiento». Así, las seis mezquitas vallisoletanas, (cuatro en la capital, una en Medina de Rioseco y una en Medina del Campo) permanecerán cerradas para el rezo de Tarawih, algo que «apena a toda la comunidad». «El Ramadán es sinónimo de solidaridad, cariño y unión entre todos. Es un momento de rezos y en el que los niños pueden aprender nuestras costumbres y que no podremos celebrar como nos gustaría. Nuestra religión nos manda cumplir con las indicaciones de las autoridades y lo vamos a hacer. Esa es una buena manera de demostrar nuestra fe», afirma.

Y es que, según señala Elbekkai Grioui, hace ya más de 1.400 años el fundador del Islam ya dejó plasmadas sus recomendaciones de aislamiento e higiene para combatir las pandemias. Son protocolos milenarios todavía aplicables en la actualidad. «El Corán nos enseña que las personas con enfermedades contagiosas deben mantenerse alejadas de aquellos que están sanos. También recomienda no salir de casa, no viajar, extremar la higiene y ayudarnos entre nosotros. No es algo nuevo. Hace 1.400 años ya sabían lo que era el confinamiento, por eso, los musulmanes lo estamos cumpliendo tan bien», dice.

El Ramadán es también un periodo solidario. Por ello, desde la Asociación Almostakbal-El Futuro y la Federación Comunidad Musulmana en Castilla y León el pasado 13 de abril pusieron en marcha una campaña de donaciones. «Como ciudadanos españoles queremos ayudar a las autoridades en la lucha contra esta crisis provocada por la pandemia de la covid-19. También vamos a intentar ayudar a aquellos más desfavorecidos de nuestra comunidad. Hemos creado grupos de WhatsApp y colgado carteles para llegar a la mayor gente posible», señala ElBekkai Grioui.

Ghizlane Darkaqui rezando en su domicilio de Laguna de Duero. L. N.

«Me duele no poder ir a la mezquita»

Hace 19 años que Ghizlane Darkaqui recaló en Laguna de Duero desde Rabat. Se siente «medio española» y orgullosa de mantener sus costumbres musulmanas. Siempre espera ansiosa la llegada del Ramadán, pero este presiente que será «duro y difícil». «Hacemos vida normal durante el día, pero a la hora de romper el ayuno siempre lo hago junto a mi marido, mis padres, cuñados y hermanos. Este año me va a dar mucha pena celebrarlo solos mi marido y yo, y me duele no poder ir a la mezquita, porque es donde verdaderamente sentimos que estamos en nuestro mes sagrado. Pero hay que cumplir las leyes y asumir que las mezquitas deben permanecer cerradas», se conforma con tristeza.

El confinamiento también ha cambiado su forma de hacer la compra de cara al Ramadán. «Nos gusta disfrutar comprando aquello que más nos apetece, pero este año no podemos elegir mucho, porque tampoco podemos salir a comprar a los sitios que quisiéramos. Además, el hecho de que las fronteras estén cerradas también ha impedido que encontremos determinados productos, como especias, hierbas o harinas especiales», informa Ghizlane, que en Ramadán siempre comparte alimentos con los más desfavorecidos. «Aquellos que viven solos o que se encuentran en situación de vulnerabilidad, comparten mesa en la mezquita. Estamos viendo la manera de que alguien pueda venir a recoger la comida para poder llevársela. Muchos lo están pasando mal y nos duele no poder hacerles llegar los alimentos».

Para esta musulmana el Ramadán es una celebración «íntima y sagrada», que muchos no entienden. La única ventaja de tener que celebrarlo solos este año es que se evitarán muchas preguntas indiscretas por parte de la sociedad. «Es algo que hacemos con todo el amor y de lo que nos sentimos orgullosos, pero hay gente que nos dice que no seamos tontos y que comamos. Este año nadie nos dirá nada al respecto. Nos libraremos de dar muchas explicaciones que deberían ser innecesarias», afirma.

Mohamed El Bouhali, junto al taxi con el que recorre Valladolid L. N.

«Hay que adaptarse y cumplir en casa»

Mohamed El Bouhali llegó a Valladolid desde su Marruecos natal hace 19 años. Vino buscando un futuro para la familia que quería formar. Desde 2016 trabaja como taxista para mantener a su mujer y sus tres niños. Este año vivirá el Ramadán confinado sin poder acudir a la mezquita, pero seguirá trabajando porque la abstinencia no impide cumplir con las obligaciones laborales. «En estos días los musulmanes tratamos de expresarnos y de pedir perdón, por eso rezamos mucho. Normalmente lo hacemos todos juntos en la mezquita, pero ahora que están cerradas tendremos que hacerlo en casa. Aquellos que sean muy, muy religiosos lo pasarán mal, pero hay que adaptarse y cumplirlo cada uno en su domicilio», reflexiona.

Su familia ya tiene todo listo para celebrar este periodo de ayuno diurno, en el que es práctica habitual consumir abundantes comidas al atardecer. «Hemos comprado especias, dulces y muchos dátiles. Realmente en esta época del año gastamos más en comida, porque como pasamos mucha ansiedad todo el día, al final por la noche preparamos una mesa gigante», reconoce. «El Ramadán no solo consiste en pasar hambre, sino también en sentir las carencias de los demás y ser más solidarios. Es una época en la que tratamos de hacer el bien al prójimo», añade.

Normalmente Mohamed y su familia preparaban dulces para llevarlos a la mezquita, donde al anochecer muchos se reúnen para rezar y compartir la cena. Este año no lo harán, «porque allí no habrá nadie para comer».

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