Valladolid
La 'Tiendita' de Corcos del Valle se convierte en punto de reunión de la zonaInaugurada en 2022, es escala obligada para vecinos, ciclistas, cazadores o agricultores
En Corcos del Valle hacía más de treinta años que no había una tienda. Los vecinos tenían que desplazarse a pueblos cercanos o esperar a ... los vendedores ambulantes para hacerse con lo más básico, como el pan, la fruta o los congelados. Todo cambió en 2022, cuando abrió La Tiendita del Valle, un pequeño negocio que, en apenas dos años, se ha convertido en punto de encuentro para los corqueños y también para numerosos trabajadores y gentes de paso.
«Siempre he estado muy ligada a la agricultura», cuenta Ana María Torres Pérez, la mujer que está detrás del mostrador cada día. Ella es natural de Villarmentero de Esgueva, se casó con un agricultor de Corcos del Valle y se instaló en este municipio hace ahora tres décadas. Nunca imaginó que acabaría regentando una tienda del pueblo, pero la oportunidad llegó tras la pandemia. «Mis hijas me animaron, porque estaba atravesando un momento personal complicado y me lancé. Yo soy de entregarme a tope en todo lo que hago, y me dije que esto tenía que funcionar».
La iniciativa surgió desde el propio Ayuntamiento de Corcos. «Vimos que en la Diputación de Valladolid había una línea de ayudas para el comercio rural mínimo y pensamos en recuperar este local, que antes había sido la sede de los jubilados. Pedimos la subvención, lo adaptamos y en 2022 lo sacamos a licitación. Ana fue la única que se presentó… y aquí sigue, al pie del cañón», recuerda el alcalde, Gonzalo Peinador.
Un negocio que da vida al pueblo
Ana comenzó vendiendo pan y legumbres, pero poco a poco fue ampliando con huevos, leche, fruta, embutidos, congelados y hasta helados. «Siempre pienso en lo básico, en lo que pueda necesitar la gente del pueblo, y todo a buen precio», explica. También apostó por productos de la tierra, como las lentejas de la DO Tierra de Campos, el aceite de Renedo o los embutidos de León.
Lo que no imaginaba es que su cafetera se convertiría en uno de los grandes atractivos de su establecimiento. «Me la traje de casa porque soy una gran amante del café. Pero resulta que ahora, como pasan por aquí muchos ciclistas, camioneros, cazadores o agricultores, muchos paran a comprar alguna cosa y ya de paso se toman un café y un bocadillo. Eso da mucha vida», comenta esta tendera. «En el pueblo tenemos también un bar, que funciona fenomenal. Aquí hay negocio para todos», añade.
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Para el alcalde y los vecinos, el hecho de que Ana mantenga el negocio es toda una alegría. «Que un pueblo de poco más de 200 habitantes tenga una tienda abierta todos los días, de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, es un lujo. La gente mayor, sobre todo, lo agradece mucho. No tienen que desplazarse, lo tienen a escasos metros de su casa», expone Peinador.
Punto de encuentro vecinal
La tienda no es solo un lugar para comprar. «Aquí se hacen corrillos», sonríe Ana. «Viene la gente a por el pan y se queda veinte minutos charlando. Al final es un sitio de unión, donde coincidimos todos», añade. También influye el cariño y esmero que ella le ha puesto en la decoración, para que todo resulte lo más agradable posible.
Los vecinos lo han convertido en costumbre. Esperan la llegada del pan mientras se toman un café tranquilamente. También hay quien llama para pedir que le acerquen los productos a casa. Para eso, Ana siempre tiene su bici con cesta aparcada siempre en la puerta de su tienda. «Si alguien no puede venir, se lo llevo a domicilio. Una vecina que usa andador me llama para que le lleve el pan y yo voy encantada», comenta.
Este proyecto empresarial ha tenido un impacto real en Corcos. «En los últimos años todas las casas que había en venta se han vendido. Se está asentando más gente, y en verano la población se multiplica», explica Peinador. La tienda, junto al bar y otras iniciativas, se ha convertido en un motivo más para vivir aquí. Para Ana, además, ha supuesto un cambio personal. «Me ha dado calidad de vida. Estoy feliz, me gusta lo que hago y me da satisfacción ver que la gente viene, compra y se queda un rato de charla. Es un trabajo que hago con gusto», dice satisfecha.
Para ello, la ayuda institucional ha sido fundamental. «La Diputación nos apoyó con el mobiliario, las cámaras y la adaptación del local. Eso hay que decirlo, porque sin esas ayudas los pueblos pequeños no podrían mantener servicios así», apunta el regidor. Pero el motor de este proyecto tiene nombre propio: Ana. «Si no fuera por ella, quizá la tienda no seguiría abierta. Le pone ganas, ilusión y mucho cariño», reconoce Peinador. «Lo cierto es que la subvención que recibió el Ayuntamiento fue algo fabuloso, porque yo no hubiera podido montar la tienda desde cero. Hubiera sido imposible. Esta ayuda vino caída del cielo», concluye Ana.
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