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No importan las distancias cuando se trata de estar con los que más quieres. Sobre todo, en los momentos más especiales. Eso lo saben muy ... bien Daniel y Juan Carlos Hernández, dos hermanos tordesillanos que no han dudado en recorrer miles de kilómetros para felicitar a su abuela por sus 100 años. Este sábado, la familia de María Ángela Gómez Álvarez, conocida cariñosamente como Maruja, se reunió en el Parador de Tordesillas para celebrar su centenario de vida. Una ocasión especial que reunió a sus cuatro hijos ,seis nietos y tres biznietos. Daniel llegó desde Panamá, Juan Carlos hizo un viaje relámpago desde Ámsterdam y el resto de la familia también llegó desde Valencia y Salamanca. Ninguno quería perderse esta fecha familiar tan señalada.
Nacida el 27 de enero de 1925 en Castronuño, Maruja fue la segunda de cuatro hermanos y de padres agricultores. Siendo todavía muy joven se enamoró de Florentino, un joven camionero de Alaejos, que pronto aprobó la oposición de capataz de obras públicas y consiguió una plaza fija en Tordesillas. En esta localidad se instaló la pareja y formó un hogar con cuatro hijos, Marisol, Pedro, José Luis y Rocío.
Maruja dedicó gran parte de su vida al cuidado de su casa y de su prole, hasta que en 1972 la familia decidió emprender un nuevo camino, abriendo un gran hotel en Tordesillas, el Juana I de Castilla. Allí, demostró su talento como cocinera junto a su hijo José Luis, quien heredó su pasión por los fogones. Desde su jubilación y tras vender el hotel, Maruja volvió a dedicar su tiempo a la familia y a sus quehaceres favoritos: el punto, el ganchillo y las sopas de letras. «100 años son muchos. Estoy intentando vender alguno, pero nadie me los compra,» dice entre risas. «El secreto para estar así de bien a mi edad, ha sido trabajar mucho. Trabajando se vive más porque uno se mueve más. Ahora sigo ocupada y feliz de ver a toda mi familia conmigo», prosigue.
Durante la fiesta Maruja recibió muchas sorpresas. La que mas le emocionó fue un álbum de fotos que hicieron entre todos los nietos y que le sirvió para recordar los momentos más importantes de su familia. También un gran ramo de flores y una tarta de naranja amarga y chocolate que su hijo José Luis le hizo para una ocasión tan especial. «No quería perderme el cumpleaños de mi abuela por nada del mundo. Los 100 son una edad muy importante y tenía que estar. La distancia da lo mismo para estas ocasiones. Tiene 100 años, pero por su vitalidad parece que tenga 30», comentaba Daniel Hernández, quien lleva doce años viviendo en Panamá. Su hermano, que llegó el viernes desde Ámsterdam también quería estar con su abuela Maruja en esta importante efeméride. «Verla tan activa y contenta, merece mucho la pena. Suelo venir 3 ó 4 veces al año y hoy no podía faltar», dice este tordesillano que regresará a Ámsterdam el domingo.
Jorge, otro de sus nietos, llegado desde Salamanca, destacó también la vitalidad de su abuela y su habilidad para dar conversación y mantenerse ocupada. «Le gusta contarnos cómo ha sido su vida. Ella ha vivido guerras y le sorprende la cantidad de inventos que ha visto surgir en estos 100 años. De joven iba a por agua al río con dos cántaros y también iba allí a lavar. Para ella, la llegada de la lavadora fue algo increíble», comentó.
A pesar de su avanzada edad, Maruja sigue activa. Pasa sus días bordando mantelerías y toallas para toda la familia y paseando por el Palacio de Tordesillas mientras charla con las vecinas. «Hoy es un día especial. Creo que tendré varias sorpresas, pero la sorpresa se la daré yo a ellos invitándoles a comer», dijo entre risas demostrando su carácter generoso y bromista. «Me hace muy feliz que estemos todos juntos hoy y que mis nietos hayan venido desde tan lejos para verme. Lo vamos a pasar muy bien», concluyó esta tordesillana que sopló un siglo repleto de vivencias y recuerdos.
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