Valladolid
Así notan los empresarios rurales el aumento de veraneantes: «El consumo de pan se incrementa un 100%»Bares, autoservicios, panaderías y otros negocios ven incrementar sus ventas con la llegada de veranentes a los pueblos de Valladolid
La provincia de Valladolid recibe, como cada verano, cientos de miles de veraneantes que llenan los pueblos. Esto exige un esfuerzo tanto a los empresarios ... rurales como a las instituciones, que deben dar servicio a unas 140.000 personas más que a lo largo del año. Estos son sus testimonios.
Toñi Rodríguez Da Silva, hostelera en la comarca de Torozos
«En agosto la clientela de Torrelobatón aumenta un 30% y la de Castrodeza un 100%»
Toñi Rodríguez Da Silva, zamorana de nacimiento, ha hecho de la comarca de los Torozos su proyecto de vida. A sus 33 años, esta emprendedora regenta dos bares que se han convertido en puntos de encuentro para los vecinos de Torrelobatón y Castrodeza. «Yo trabajaba como educadora con personas con discapacidad intelectual pero la hostelería siempre ha sido parte de mi vida. Nací y me crié en un bar, el de mis padres en Alcañices. Con cinco años ya me subía en una caja de cervezas para llegar a la cafetera», relata.
Durante años compaginó su trabajo en el colegio San Juan de Dios de Valladolid, con bares que montaba en las fiestas de los pueblos. «Yo hacía los descansos de la gente que contrataba. Pero llegó un punto en el que decidí hacerme cargo por todo el año, del bar Los Castillos en Torrelobatón y aquí soy feliz», dice. La acogida fue tan buena que al año siguiente apostó más fuerte por la comarca y cogió también el bar de Castrodeza. Además, monta barras en las fiestas de distintos pueblos de la zona como Barruelo del Valle, Berceruelo, Velliza, Vega de Valdetronco o en Villasexmir. «Doy refrescos allí donde me llaman. Este fin de semana, por ejemplo, estaré en Villasexmir en las fiestas de Santa Isabel», cuenta.
En verano, el ritmo se multiplica. «Es muy difícil encontrar gente para trabajar. Tengo bastantes extras, pero al final yo hago jornadas de 12 horas todos los días. Estoy acostumbrada a doblar turnos, lo he hecho siempre, pero aguantar el ritmo es difícil», dice esta emprendedora que nota como la clientela aumenta notablemente en época estival. «En Torrelobatón hay un aumento del 30%, sobre todo por la tarde-noche. Es un pueblo muy de paso, con rutas de motos y bicis, y tiene movimiento todo el año y el jaleo en el bar se incrementa por la noche, después de la piscina. Pero en Castrodeza… allí se nota muchísimo más. El año pasado hubo algunos viernes de agosto en los que dimos más de 100 cenas en la terraza. Fue una auténtica locura. Allí el incremento de clientela en el verano es del 100%».
El funcionamiento de ambos bares se adapta a las características de cada localidad. «En Torrelobatón abrimos a las 9:00 horas y cerramos cuando se va el último, que en invierno puede ser sobre las 22:30, pero en verano no cerramos antes de la 1:00 o 1:30 de la mañana. En Castrodeza, en cambio, en invierno abrimos a las 13:00 horas del mediodía y cerramos a las 21:00 horas. En verano adelantamos a las 11:00 de la mañana y el cierre también se alarga hasta las 01:30 aproximadamente», cuenta hostelera, que no sabe lo que es cogerse vacaciones en verano. «Suelo coger unos días en mayo o septiembre. En agosto es cuando más gente hay, y no puedes cerrar», comenta. «Estoy muy contenta. La gente aquí es muy buena, muy educada, y el ambiente del bar es genial. Además, aquí también puedo aplicar muchos de mis conocimientos como educadora. La hostelería tiene mucho de trabajo social. Escuchas a la gente, gestionas emociones, das conversación... Disfruto mucho del trato con la gente», comenta esta emprendedora que tan pronto está sirviendo un café, como haciendo de árbitro en una partida.
Mario Serna, panadero de Montemayor de Pililla y comarca
«Hay pueblos en los que el consumo de pan se incrementa entre un 50 y un 100%»

Los pueblos de la comarca de Montemayor de Pililla se transforman en verano. Muchas de las casas que permanecen cerradas durante todo el año vuelven a abrir sus puertas para los veraneantes. Las calles recuperan el bullicio y eso hace que muchos negocios locales tengan un repunte en las ventas. Mario Serna es el gerente, junto con su hermano José Antonio, de la Panadería Serna, un negocio familiar fundado en 1902 por su bisabuelo y que hoy sigue más vivo que nunca.
«En Aldealbar, por ejemplo, una pedanía de Torrescárcela, en invierno hay dos casas abiertas. Ahora en verano puede haber unas quince, incluso más los fines de semana», cuenta Mario, quien nota esa diferencia en la población en las unidades que cuece en su horno. «En algunos pueblos como en Montemayor de Pililla o en La Parrilla el consumo de pan se incrementa entre un 50 y un 100% en verano», afirma.
Su ruta diaria de reparto cubre un amplio territorio, desde Cuéllar, pasando por Viloria, Torrescárcela, Cogeces, Santibáñez, Traspinedo, Camporredondo, La Parrilla, Portillo, La Cistérniga, Tudela, Valladolid y hasta Renedo, entre otros. «Traspinedo también duplica su consumo porque hay muchas casas de segunda residencia», explica. «En cambio, en Valladolid capital se da la situación inversa. La hostelería baja sus pedidos en torno a un 25%, y las tiendas, curiosamente, se dividen entre las que aprovechan para cerrar y las que suben sus ventas al tener menos competencia. En conjunto, en la capital las ventas bajan un 20% en julio y hasta un 40% en agosto», informa.
A parte de José Antonio y Mario, esta panadería tiene nueve empleados más. «En verano mi hermano y yo madrugamos más por la carga de trabajo y para cubrir las vacaciones de los trabajadores. Todo el mundo quiere unos días en estos meses, como es lógico», comenta. «Nosotros también intentamos cogernos una semana, normalmente cuando ya han pasado las de los demás. Nos turnamos y eso supone trabajo extra para el otro».
En verano, el producto estrella sigue siendo la clásica barra de flama, no obstante, son muchos los clientes de verano que cuando regresan al pueblo quieren el pan candeal «porque les recuerda a antaño».
Inmaculada Valentín y Jesús Durántez, tenderos de Villanubla
«En verano las ventas y las recogidas de paquetes aumentan un 30%»

Justo al lado de la Plaza Mayor de Villanubla encontramos un establecimiento que forma parte del paisaje y paisanaje del pueblo desde hace la friolera de 70 años. Es el Autoservicio Valentín. Allí, tras el mostrador y entre cajas de fruta, quesos, carne e infinidad de productos de cercanía, encontramos a Inmaculada Valentín y Jesús Durántez, gerentes de este negocio. «Lo fundaron mis padres y mis hermanos y yo fuimos tomando el relevo poco a poco. Ahora lo regento yo con mi marido y seguimos siendo un negocio de familia, de los de siempre», cuenta Inmaculada quien destaca con orgullo que los Valentín han atendido a varias generaciones de nublenses. «Ahora atendemos a los hijos y nietos de los primeros clientes de mis padres. Somos como una gran familia, proveedores incluidos», dice con una sonrisa.
Con la llegada de los veraneantes que regresan a Villanubla, la clientela aumenta alrededor de un 30%. «Se nota mucho. Vuelve mucha gente que durante el año vive en Valladolid o en otras provincias. Y claro, eso se nota en las ventas», afirma. Productos de cercanía como el pan, los quesos o las legumbres se convierten en reclamos irresistibles para los veraneantes. «Vendemos cosas que no encuentras en cualquier supermercado», explica Inmaculada, que también destaca la importancia de adaptarse a los nuevos tiempos. Hace tres años decidieron convertirse en punto de recogida de paquetería y eso supuso un gran impulso en su cifra de negocio. «Los paquetes nos reportan muchas ventas cruzadas. La gente viene a por un envío y siempre se lleva algo más. En verano, con más vecinos en el pueblo, el número de paquetes también crece aproximadamente otro 30%. Ayer mismo, curiosamente, entregamos un montón de paquetes y por lo que nos dijeron los clientes, eran casi todos ventiladores», comenta divertida.
Tienen horario partido, sin embargo, en verano muchas veces tienen que estirar la jornada. «Los negocios rurales no medimos las horas. Lo que sí que vemos es que la gente que vive en las capitales está acostumbrada a un horario ininterrumpido, y a veces eso nos obliga a quedarnos más tiempo. Pero lo hacemos con gusto para adaptarnos a la clientela», dice. En cuanto a las vacaciones, Inmaculada y Jesús no saben lo que es juntar muchos días de descanso. «Nosotros hacemos microvacaciones, el puente de agosto, algún fin de semana suelto… pero no cerramos en todo el año. Tenemos que dar servicio», concluye.
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