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Santines, José Luis, José, Víctor, Goyo y Abel, son algunos de los torreños que se reunen en 'La Moncloa' R.U.

'La Moncloa' de Torrelobatón

Como en tantos otros pueblos, en Torrelobatón, a las 7 de la tarde, se reúnen los vecinos en la abrigada para compartir un rato de tertulia. El campo, el tiempo y la escalada de los precios protagonizan sus animadas conversaciones

Laura Negro

Valladolid

Domingo, 28 de agosto 2022, 14:07

Cae la tarde y el calor afloja. En el reloj de la Plaza Mayor suenan las siete. Por el Caño Viejo se oye una animada conversación acompasada por el sonido de unas cachabas. Estamos en Torrelobatón, en el corazón de los Montes Torozos, donde una tradición secular sobrevive al paso del tiempo. Es el momento de la tertulia al fresco de la sombra. El rato de los chascarrillos entre vecinos, en los que se ponen al día de todo lo que acontece en el pueblo. Hablan del tiempo, del campo, de la guerra, de la actualidad local, comentan la partida y recuerdan anécdotas de juventud. Y mientras conversan a la abrigada, ven la vida, los vecinos y los conejos pasar. Así se entretienen y así arreglan el mundo. Forman la conocida 'Moncloa' de Torrelobatón, por la que discurre un caudal inagotable de información. A este grupo de torreños que se reúne a diario, también se les llama 'La Lonja» y «Los de Surcos», en referencia a que todos, o casi todos, son agricultores y ganaderos, y sus preocupaciones y ocupaciones diarias son las que centran gran parte de sus charlas.

El Norte asiste a una de estos encuentros vespertinos que se celebran en una era, junto al camino de Bercero, para dar fe de que las conversaciones que allí se mantienen, son oro molido. Allí, los torreños José Luis, José, Santines, Abelito, Roberto, Jesús, Glicerio, Goyo, Víctor e Isidoro, pasan el rato, igual que antaño lo hicieron también sus antepasados. «A veces nos juntamos hasta 10 u 11», dice Santines. «Siempre nos juntamos a las siete de la tarde. Por la mañana hay otros vecinos en otros corros. A nosotros nos gusta éste. Antiguamente, cuando no había radio ni televisión, la gente salía a las solanas a charlar. En casi todos los barrios había un lugar de reunión», continúa mientras se ajusta el sombrero. «El ayuntamiento nos ha puesto unos bancos, para que estemos más cómodos y los vamos moviendo en función del tiempo. En invierno, los ponemos velay, en la solana, donde tenemos muy buenas vistas del pueblo. En verano, buscamos la sombra», dice Abelito. «Yo hay días que no vengo. Todo depende de la partida y del trabajo», dice Víctor, uno de los pocos que no están jubilados. «Aquí hablamos de todo. De mujeres también, ¿eh? No arreglamos el mundo, pero lo pasamos bien. Y cuando es el cumpleaños de alguno… traemos pasteles y todo. Aunque a alguno se le retuercen», prosigue con guasa. «En el confinamiento echábamos de menos las reuniones y en cuanto dieron permiso, nos volvimos a juntar. Eso si… ¡manteníamos la distancia correspondiente!», cuenta Isidoro, otro de los habituales.

En invierno se reunen a la solana, en verano a la sombra. Siempre a las 7 de la tarde RODRIGO UCERO

El tiempo y el campo

«La vida en el campo antes era mucho más dura que ahora», coinciden todos. «Lo que pasa es que ahora, para trabajar hay que invertir mucho dinero y no sabes si luego lo vas a recoger», dice Víctor, agricultor en activo. «Se está invirtiendo mucho en maquinaria, aunque el 90% sea del banco». «Bueno, pero, yo todavía no he conocido a nadie al que se la hayan quitado», replica Santines. «Aquí hubo uno que compró un tractor y los demás labradores decían: a ese se le quitan di´quiera un año. Pues resulta que antes de que pasara el año, no sólo no se lo quitaron, si no que tenía otro más grande», completa José Luis.

Subida de los precios

Entre las conversaciones de los últimos meses, el tema de la inflación de los precios despunta como tendencia. «¡Cagüen diez! Si es que… está visto que cada vez nos quieren joder más», sentencia José Luis. «Está la vida muy fastidiada», añade Víctor. «¿Cómo íbamos a pensar nosotros que iba a subir la vida un 10%? Si eso parecía imposible y mira… ha llegado», dice Abelito. «¡No jodas! ¿Un 10%? Si ya tenemos un 14 o 15% de subida… y todo por el petróleo», dice otro. «Está todo mu´caro. El kilo de melón, el otro día estaba en la plaza a 0,99 euros. Si es que a los pueblos nos lo suben todo, porque el transporte, también hay que pagarlo», replica José. «El abono y los piensos se están poniendo imposibles. Sobre todo, para los ganaderos», contesta Santines. «Ayer he leído yo en una noticia, que los ganaderos de leche se estaban viendo obligados a sacrificar animales para tener liquidez», comenta Víctor con pesar. «Es como lo que hizo Abundio, que vendió el coche para comprar gasolina», sentencia Goyo con guasa. «Las vamos a pasar muy canutas», agrega José Luis. «Ha habido épocas muy malas y nos hemos recuperado», intenta animar Santines. «Como esta época no ha habido ninguna», opina otro. «Tú espera, no sea que encima vengan y nos zumben, que la guerra está ahí al lado y mira, tiran un misil y uyyyy……llega aquí embalado», advierte José Luis.

Política

Durante su rato diario de conversación, estos torreños se echan unas risas, aunque reconocen que también hay alguna que otra riña… sobre todo «cuando se mezcla la política». «Como nos llevemos la contraria,… ya está el cisco preparado», comenta José entre risas. «Aquí cada uno es de un partido. Nunca llega la sangre al río, porque al final a todos sabemos que los políticos van a hacer lo que les de la gana», comenta José Luis. «Para zanjar las discusiones, decimos que la culpa de todo, siempre la tiene el gobierno, y asi, todos nos conformamos», remata Santines.

Torreños reunidos en 'La Moncloa' a las siete de la tarde RODRIGO UCERO

Anécdotas de antaño

José Luis Sandoval, de 79 años y tras cuatro décadas como pastor en el campo, siempre tiene alguna anécdota con la que animar la tarde a sus paisanos. Como aquella de un día de San Juan de 1971, en la que un fortísimo pedrisco, le pilló en mitad del campo con todo el rebaño. «Caían unas piedras gordas como naranjas. A lo primero, me cubrí la cabeza con la chaqueta y… ¡pim, pam!, ¡pim, pam!... los perros corrían el canto y ¡jodo!... Cuando vieron caer piedras, se escondieron y no volvieron a salir. El granizo me mató 5 ó 6 cordericas pequeñas que fueron arrastradas por la lluvia. ¡No he pasado tanto miedo en mi vida! ¡Lo pasé mal con cojones!», recalca. «Otra vez, me pilló un 'nublao' tremendo y se puso tan oscuro que me resultaba imposible orientarme. Me coloqué detrás de las ovejas y del burro y fueron ellos los que me guiaron hasta los apriscos», dice José Luis.

El campo, los precios y la política centran muchas de sus conversaciones RODRIGO UCERO

Nuevas tecnologías

«Aquí aprendemos entre todos a usar el teléfono. Unos enseñan una cosa, otros enseñan otras, y así… siempre estamos a la última. Aunque al día siguiente ya se nos ha olvidado todo y hay que repetir», confiesa Santines. «Este pájaro…», dice José Luis señalando a Víctor con picardía, «es el que nos envía guasaps. Este teléfono mío, es el peor que hay», dice José Luis desenfundando un viejo móvil. «No vale para nada. Sólo para llamar. ¡Qué a gusto estábamos antaño, durmiendo en el campo, cuando no había teléfonos!», completa poco antes de despedirse. «¡Mañana nos vemos! ¡Mañana más y mejor!», dicen mientras se alejan igual que han venido, con el soniquete de las cachabas.

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