Medina del Campo, la ciudad del mueble que sigue latiendo 40 años después

Entre la década de los 70 y los 2.000, periodo de tiempo en el que más auge alcanzó el sector, la villa daba cobijo a multitud de trabajadores. «Había 1.200 empleados en lo que es la fabricación y como unas cuarenta fábricas o talleres», explica José Martín, administrador de Castill Confort. Su tienda, ubicada en la Avenida de la Constitución, arrancó su actividad en 1971 tras la fusión de un pescadero y un panadero que se pusieron de acuerdo para abrir las puertas de un negocio innovador en la villa. «Era una novedad por la zona, tener una tienda tan grande con un producto de alta calidad y caro», añade.

Un modelo exitoso que también se estaba desarrollando en otros puntos de la villa. Es el caso de Olimpo Muebles. La empresa nació hace ya cuarenta años del afán de su gerente por el sector del mueble. «Me gustaba el producto, vender muebles y salir a decorar casas», menciona Fernando Núñez. Un poco más apartada del bullicio empresarial, también se encontraba ArteMueble, quienes arrancaron en el 92. «Nuestra familia eran fabricantes de toda la vida, ya somos la tercera generación. Empezó mi abuelo, continuó mi padre y ya nosotros abrimos esta puerta de la fabricación a la venta directa con los clientes», expresa Marco Antonio Vicente, director de la empresa.

Durante más de cuarenta años, Medina del Campo presentaba un flujo de clientela constante. Compradores llegados de todas partes de Castilla y León, e incluso de otras comunidades autónomas como Madrid o País Vasco, acudían a sus tiendas de muebles con el objetivo de amueblar sus casas con mobiliario de vanguardia. Un movimiento constante no solo de personas, sino también de transportistas.

Pero a partir del año 2008, esa tendencia cambió radicalmente. Debido a la crisis financiera, un cambio en la mentalidad de la sociedad, y la llegada de grandes superficies, muchas empresas tuvieron que bajar la persiana y despedirse de lo que fue su mayor fuente de ingresos durante décadas. «Las ventas bajaron una barbaridad y el flujo de gente disminuyó también», detalla Núñez. «Las empresas no reciclaron el modelaje, algunos diseños se quedaron un poco más atrasados y muchas fábricas se quedaron ahí», añade Martín.

Todo ello, sumado a un cambio de preferencia en las nuevas generaciones, pues ya no amueblaban tanto las casas, y optaban por un toque más minimalista, amenazaron la continuidad de las tres empresas anteriormente citadas. Gracias a una buena toma de decisiones, Olimpo Muebles continuó en el mercado teniendo que cerrar dos de sus tiendas. «Son determinaciones valientes, y no pasa nada; es decir, yo estaba encantado con las tres funcionando fenomenalmente bien. Pero cuando ves que se está preparando un nublado, sino tienes paraguas, lo primero que tienes que hacer es comprar uno. Vi ese nublado, y tomé decisiones», expresa Núñez.

En el caso de Castill Confort, el comercio continuó con su actividad gracias los ingresos de otra empresa familiar. «Hemos tenido que poner dinero muchos meses porque el mueble no daba negocio. Esos años fueron malos, se vendía poco y mal y con poco margen», añade García. Quien se salvó del peligro fue ArteMueble. «A base de mucho esfuerzo», indica su gerente, y «sabiendo invertir en el momento adecuado», hace once años abrieron una nueva tienda en la que ofertan los modelos de muebles que más demandan los jóvenes. «Tuvimos que adaptarnos, bajar los precios de los muebles y, con ello, la calidad, pero es lo que te pide el público ahora mismo», señala Vicente.

Un aspecto que puso en juego su supervivencia fue Ikea. En la década de los 2000, el fenómeno sueco comenzó a establecerse en España ofreciendo a la sociedad unos precios muy económicos. Rápidamente se hizo con su público y desbancó a todas aquellas empresas de gran bagaje en nuestro país. Aunque en el caso de Medina del Campo, esta megaindustria no fue una competencia directa, sí que notaron su llegada, sobre todo llevándose consigo a los clientes más jóvenes. «Influyó en el mercado, en la forma de pensar de la gente, porque antes pensaban en un producto para toda la vida. Los jóvenes ahora no tienen mucho dinero y ponen cuatro muebles en casa, no como hace años. También influye que muchos de ellos no tienen vivienda propia y están de alquiler, entonces no pueden comprar una cosa buena porque al irse a otro sitio después no saben si les va a ir bien o no», asegura Martín. «Hay un dicho que dice que una fuente delante de un bar hace daño; claro que lo hace. El tema de Ikea nos puede haber hecho daño, pero no sé a qué nivel; probablemente sea muy bajo», añade Núñez.

Dieciséis años después de aquella crisis financiera, las cosas han cambiado por la Villa de las Ferias. «No tiene nada que ver lo de entonces con lo de ahora, ni el tipo, ni la forma de vender, ni la forma de atender al público», cerciora Núñez. «Ahora mismo estamos en una situación que no es estable, tan pronto hay unos meses que son realmente excelentes en ventas, como luego otros que te lo machacan», indica Vicente. Y es que, el mercado es muy variable. Pero no solo en la localidad vallisoletana, sino a nivel europeo.

Un cierre tras cincuenta años de actividad 

Una de las tantas tiendas y fábricas que echaron el cierre fue la Cooperativa El Cid. Tras abrir sus puertas en 1969, y gracias a la fusión de varios profesionales, la asociación alcanzó los veintisiete socios, que se unieron a la gran multitud de trabajadores que esta poseía. Unos artistas de la madera que dejaron sus propios empleos para dar forma a la mencionada empresa. «En aquella época el 80% de las cooperativas nacían por la necesidad de llevar un sueldo a casa, pero en aquel momento estas personas abandonaron sus trabajos para formar la cooperativa», señala Juan José García, tesorero de El Cid.

El negocio comenzó realizando dormitorio y salones; dos estancias demandadas por la clientela. «Llegamos a hacer 300 dormitorios al mes», cerciora García. «Nos fue bien durante bastantes años, lo que pasó es que la globalización influyó mucho», añade. Después de cincuenta años, y tras abrir otra empresa llama Dicle S.A. - centrada en muebles más económicos y modernos - sus casi treinta socios se despidieron del sector.

Aunque superaron la crisis del 2008, pues «estábamos bastante bien y muy saneados», menciona García, el cambio de tendencia de la sociedad les hizo adaptarse a las nuevas circunstancias; pasando de amueblar viviendas a hoteles. En muchos casos, lo hicieron subcontratados por otras empresas, pues dotar de elementos a un alojamiento de esas características suponía realizar también trabajos de albañilería. Con poco margen de beneficio, y tras la jubilación de muchos de sus socios, entre ellos Juan José, tanto la Cooperativa El Cid como Dicle S.A. cerraron definitivamente en torno al año 2019.

Medina 'Ciudad del mueble' sigue viva 

Está claro que, hace ya varios años, Medina del Campo dejó de ser lo que era entonces. Pero no hay que olvidar que el sector del mueble continúa con fuerza en la localidad. En el caso ArteMueble, tiene pensado abrir otra tienda en la capital. «En Valladolid vemos que el concepto que se trabaja es el del mueble auxiliar sencillo, y además puede haber más afluencia de público. Veo que es mayor oportunidad de negocio ahora mismo», añade Vicente.

En cambio, el objetivo de cara al futuro de Olimpo Muebles es «intentar crecer y utilizar otros medios para hacer publicidad y así la gente nos conozca», señala Núñez. Tanto ellos, como Castill Confort, han comenzado con el relevo generacional. «Si mi hijo Carlos se dedica a estos, pues habrá una continuidad. Yo ya tengo 67 años, me podría jubilar, pero voy a aguantar hasta que pueda», afirma Martín.

Si en algo han coincidido nuestros tres protagonistas - Fernando, José y Marco Antonio - es en la necesidad cooperación y unión entre todas las empresas del gremio de la villa para recuperar el eslogan de 'Medina del Campo, Ciudad del Mueble', que tanto trabajo les ha costado forjar. «Lo suyo sería hacer publicidad conjunta, como ya estuvimos haciendo, para hacer algo potente», comenta Martín.

Muchos de ellos ven posible que, gracias a esta labor, el municipio recupere el esplendor que entonces alcanzó. «Olimpo está dispuesto a intentarlo», adelanta Núñez. Si este trabajo va bien encaminado, Medina del Campo sería «un boom», asegura Martín. «Sería una ciudad totalmente diferente, aparte de que tendría muchos más habitantes y estaría espléndida. Podría crecer mucho», añade Vicente.