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Esther López en uno de los locales de hostelería de Traspinedo. el norte
Muerte de Esther López: La joven de la sonrisa eterna
Obituario

La joven de la sonrisa eterna

Esther López residía con sus padres en Traspinedo, el pueblo que le vio nacer, donde estudió, trabajó como camarera y compartía pandilla de amigos en torno a la peña El Mostero

l. s.

Sábado, 5 de febrero 2022

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Cuesta encontrar una imagen en la que Esther López de la Rosa no tenga dibujada una sonrisa en su rostro. No la hay ni en sus redes sociales ni en los recuerdos que estos días van y vienen a la memoria de los vecinos de Traspinedo, el pueblo de 1.100 habitantes en el que se ha criado esta joven de 35 años. Es difícil que alguien de su entorno le recuerde enfadada o de mal humor, eso era «impensable» para sus amigos, quienes «destrozados» sacaban ayer fuerzas para elogiar la capacidad que siempre tenía para restar importancia a los problemas. «Te hacía sentir siempre mejor, si veía que algo te preocupaba ahí estaba ella», comentaba Tomás, uno de los amigos del círculo más íntimo de Esther.

Hace unos meses que la sonrisa era aún más amplia, si cabe, desde que conociera que su hermana pequeña, Inés, iba a ser madre de una niña. A ella estaba estrechamente unida. Compartían amigos y vecindad, pues la vivienda de los padres de Esther, Miguel y Chus, estaba muy próxima de la de su hermana. Pero también complicidad. La que tenían desde una infancia que transcurrió en el colegio San Martín de Tours, donde ambas cursaron la EGB, y una juventud que después le llevaría al IES Conde Lucanor de Peñafiel.

Esther presumía de Traspinedo, de su gente y de su plato gastronómico favorito, el pincho de lechazo a la brasa. Especialidad culinaria que sirvió en el Asador Carlos, donde trabajó una temporada como camarera, pero de la que también daba fe en cada una de las reuniones familiares donde Miguel, su padre, hacía de maestro asador.

Él, su progenitor, ha atendido durante 18 días seguidos a los medios de comunicación en un anhelo por encontrar a su hija. Abatido, pero siempre con el respaldo vigente de la familia, de sus allegados en Traspinedo y en Peñafiel, donde Esther tenía el grueso de tíos y primos. Aquí, en la Ribera, la joven pasó temporadas en la vendimia, mientras que en otras etapas de su vida trabajó como teleoperadora.

Hoy su pueblo, Traspinedo, guardará un minuto de silencio en su memoria y recordará su «sonrisa y su luz», que «nunca se apagará», según rezaba la imagen que los vecinos compartieron ayer en sus redes sociales. «Tu pueblo siempre te va a tener presente», añadía.

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