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Varias ráfagas de las luces largas de dos coches en paralelo era la señal de que esos dos vehículos iban a medir su punta de ... velocidad en cuestión de segundos. Era el aviso para que la calzada quedara despejada de personal y vehículos ante los inminentes acelerones. Y así fue. Ese destello era el preámbulo de un fuerte rugido de motor para competir en una recta con una distancia de medio kilómetro. Una escena que podría ser perfectamente de la saga 'Fast and Furious', pero que fue verídica en la noche de este viernes en las calles del polígono industrial de El Brizo, en Aldeamayor de San Martín. Amenizado, por cierto, con canciones de las películas como el ya clásico 'Tokyo Drift' de Teriyaki Boyz.
Hasta el municipio vallisoletano se desplazaron, a partir de las 23:00 horas, 150 vehículos para estacionar sus coches y motos en los arcenes de la calle Quejigo. Sus 500 metros, con dos carriles, uno de ida y otro de vuelta, eran propicios para esta práctica, que obviaba por completo las directrices de la DGT. No se respetaban los sentidos de circulación y en la mayoría de los casos, se superaba la velocidad permitida.
Más allá de la práctica ilegal de las carreras, lo que se palpaba en El Brizo era un ambiente de curiosos que se acercaban al mundo de los coches, muchos de ellos equipados con voluminosos equipos de sonido. Muchos de ellos jóvenes que rondaban los 30 años, aunque también se vio alguna familia, tiraban de móvil para filmar las carreras. Eran escasos segundos los que grababan debido a la brevedad de la propia carrera. Era también una jornada para los amantes de los coches. Los había de todos los colores y modelos, si bien imperaba el Seat León. Porque en el asfalto de El Brizo también circularon Nissan 350Z, Ford Mustang, Mitsubishi Eclipse y hasta un veterano Peugeot 205, que también salió a la pista entre una nube ocasionada de su propio acelerón.
Ese ambiente de risas y dispersión acabó a la hora de empezar la concentración, cuando aún algún coche llegaba a El Brizo. Pasados algunos minutos de la medianoche se escuchó desde lo lejos el comentario «que vienen los malos», mientras señalaba a lo lejos. En el horizonte, una luz azul intermitente chafaba la fiesta. La Guardia Civil hacía acto de presencia con tres patrullas para sellar todas las salidas del polígono. Lo hicieron a cámara lenta, si bien eso propició que algún vehículo abandonara la zona ipso facto.
La gran mayoría ni se inmuto, sabedores de que aparcados y en la vía pública no estaban cometiendo ninguna ilegalidad. Algunos de ellos, en cambio, reprochaban desde la distancia que no acudieran la semana pasada al mismo punto, cuando, según apuntaban, un transeúnte se presentó en la calle Quejigo con una escopeta para intimidar a los conductores.
Con los agentes en mitad de lo que hace minutos era una pista de derrapes, la concentración se fue disolviendo. A cuentagotas se marchaban los vehículos, aunque fueron los guardias civiles los que tuvieron que tirar de megáfono para advertir de que se tenían que ir en diez minutos. No había amenazas de identificaciones posibles, porque desde ese momento y, en diez minutos, el polígono se convirtió en un erial. Volvió a mostrar la imagen de una noche cualquiera.
Así que una hilera de vehículos emprendió el camino de vuelta a la capital vallisoletana, aunque antes de entrar en la ciudad algunos de ellos no dieron la noche por pérdida y pusieron rumbo al polígono de San Cristóbal. No fue el único destino de la noche, porque según diferentes perfiles de las redes sociales, alguno acabó en el aparcamiento del centro comercial del Carrefour de Barrio España, donde cambiaron los coches por carritos de compra.
Este despliegue policial no es la primera vez que se da en El Brizo. Durante la primavera pasada, los agentes acudieron en más de una ocasión, también ante multitudinarias concentraciones que acabaron con la identificación de los conductores. A pesar de todo, ese coto de la Benemérita no sirve para que esta práctica se fulmine, porque son varios los puntos de la provincia los que acogen estas concentraciones.
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