Medina de Rioseco
Los que devuelven al Camino de Santiago lo que este les ha dadoHospitaleros atienden a los peregrinos en el albergue de Medina de Rioseco
Junto a una buena señalización, albergues suficientes y bien equipados, puntos de información, zonas de descanso con sombra y fuentes, el Camino de Santiago, en ... sus múltiples recorridos, tiene que contar con hospitaleros, esas figuras fundamentales que mantienen abiertos los albergues para recibir a los cansados peregrinos después de cada etapa y ofrecerles esa hospitalidad que va implícita en la misma palabra.
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«Ser hospitalero es otra forma de hacer el Camino a través del Camino de los demás», expresa la gaditada de Chiclana Trini Bandrés, de 76 años, que durante los últimos quince días ha estado en el albergue de Medina de Rioseco, enclavado en el convento de Santa Clara, fundado en 1491 por el almirante de Castilla Fadrique II Enríquez de Velasco. Este sábado, Trini, que había sustituido a Antonio, de Alicante, recibía para los próximos quince días al profesor de Lengua y Literatura de Vitoria Fernando Cristóbal, de 56 años. Los dos forman parte de la Asociación Hosvol (Hospitaleros Voluntarios) de la Federación Española de Asociaciones de Amigos de los Caminos de Santiago, que desde hace 34 años atiende albergues de toda clase de titularidad pero todos con la misma base común. «La gratuidad de nuestro trabajo como hospitaleros y el donativo libre y sin cuantificar como base de mantenimiento de las instalaciones», explican.
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La única condición para poder hacer el cursillo de hospitalero es haber hecho una peregrinación jacobea. Limpieza de baños, dormitorio y cocina, papeleo, recibir y despedir a los peregrinos, preparativos del desayuno «para que salgan con el estómago caliente» son algunos de su labores diarias. Los hospitaleros son destinados a los albergues conforme a las necesidades de cada momento y las fechas que cada voluntario ofrece para ayudar a los peregrinos.
En una amena sobremesa, los dos hospitaleros hablan de su día a día en el albergue en el que se busca que «el peregrino se encuentre a gusto», en palabras de la gaditana, quien también señala que «ofrecemos la escucha, porque cuando entra en el albergue, si quiere, se abre, y es un mundo abierto, interesante y humano». Es la comprensión de lo que a cada uno le ocurre «en similitud de lo que es tu vida». Ante el afecto del hospitalero hay por parte del peregrino «un agradecimiento natural». San Esteban de Leces (Asturias), Zamora o Castilblanco de los Arroyos (Sevilla) son otras localidades en las que Trini ha estado en sus albergues.
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Por su parte, Fernando reconoce que es hospitalero «para devolver lo que el Camino me ha dado» y se siente un eslabón para que se haga realidad una determinada forma de hacer el Camino «en una experiencia muy enriquecedora con conversaciones fructíferas en las que hay resonancias mutuas». Para este vitoriano, «el Camino te limpia, te simplifica las cosas, te ayuda a destilar, a aclararte nudos de la vida». En el Camino, en su soledad, andas, comes y duermes, y «esa sencillez hace que lo interior coja una resonancia y densidad que no tenemos en la vida cotidiana». Además, indica que «la medida humana del Camino frente a la ciudad te permite ver a la persona, tienes la tranquilidad y silencio interior porque el otro te resuena». Ha sido también hospitalero en los albergues de Grañón (La Rioja), Foncebadón (León,) Fuenteroble de Salvatierra (Salamanca), con la gratificante experiencia del padre Blas, Bercianos del Camino (León) o Zabaldika (Navarra).
Con una constante y dulce sonrisa, Trini, que profesionalmente se dedicó a un trabajo con medios de comunicación internacionales, asegura que en el Camino «te das cuenta de la sencillez de la vida, de que no hay que llevar peso de más, que lo que sobra hay que soltarlo, porque la mochila es la vida». Algo con lo que está de acuerdo Fernando que añade que «te quedas con las cosas que son tesoros; quitando, quitando, quitando, lo que vas encontrando lo valoras, porque es ir a la esencia».
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Los dos atesoran muchas vivencias, anécdotas y experiencias con peregrinos que ya son parte de su vida. Y en todos los casos el Camino, una y otra vez, «es un encuentro consigo mismo, porque es lo que ocurre cuando se camina durante muchos días». Los dos coinciden en que el Camino tiene que ser una motivo en sí mimo, como la vida misma, como Kafavis dice en su poema Ítaca. «Pide que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues ¡con qué placer y alegría! a puertos nunca vistos antes». No es de extrañar que los dos aprovechen cada nuevo tiempo de hospitalero para conocer las localidades a las que llegan. Por eso, Trini habla de las excelencias del Museo de San Francisco y del resto del patrimonio de la Ciudad de los Almirantes.
El día que coinciden los dos hospitaleros llega al albergue la italiana de Bolonia Micaela Sassatelli, quien no duda en agradecer la acogida recibida al ser el de Madrid un camino tan solitario. Además, cuando los dos están de sobremesa llega Jaime Izquierdo, de la junta directiva de la Asociación de los Amigos de Camino de Santiago de Medina de Rioseco, que se encarga de mantener abierto el albergue, destacando la figura del hospitalero como algo necesario al ser «la esencia del Camino en los albergues tradicionales, en una labor que hay que agradecer». Los hospitaleros voluntarios están en Rioseco de abril a octubre y luego es la propia asociación la que se encarga de abrir el albergue a los peregrinos que hagan noche. Un Camino de Madrid, «más genuino, más humilde», que Fernando hizo como peregrino con parada en el albergue del que ahora será hospitalero durante dos semanas, mientras Trini emprende los más de 700 kilómetros del largo viaje hasta Cádiz a la espera de volver a ofrecer su hospitalidad. Trini y Fernando ya forman parte de la mejor memoria del Camino de Madrid a Santiago de Compostela.
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