Curioseando por Valladolid
La primera vez que Valladolid tomó las doce uvas de la suerteLa llegada del reloj a la Casa Consistorial en 1909 dio inicio a la tradición en la Plaza Mayor
Es el día más esperado del año para muchos. Un borrón y cuenta nueva de manual, o al menos para el calendario. Nuevos propósitos, metas ... y aspiraciones aparecen en la lista de deseos para el comienzo de un nuevo año. El 31 de diciembre para muchos es una nueva oportunidad en la época navideña para reunir a los seres queridos y pasar una velada recordando los buenos, y no tan buenos, momentos de un año al que ya le quedan pocas horas. Además de la compañía, tampoco puede faltar una buena cena y tener sintonizado el televisor para escuchar las famosas campanadas. La mesa todos los años puede cambiar de decoración, de platos, pero hay algo que aparece siempre en ella: las doce uvas.
Es cierto que no hay una fecha exacta en la que se encasille la tradición de comer doce uvas al ritmo de las campanadas de fin de año. Algunos ubican sus inicios en la aristocracia francesa, la cual estaba acostumbrada a despedir el año bebiendo champán acompañado de uvas. Se dice que la aristocracia española copió esta costumbre tras hacer varios viajes a las ciudades de París y Biarritz. Fue a finales del siglo XIX cuando esta costumbre se empezó a propagar. Se decía por entonces que tomar doce uvas el 31 de diciembre daba buena suerte durante todo el año. El número exacto de uvas no fue siempre doce. Hay diferentes leyendas que apuntan que hay que comer tres uvas para tener una buena proyección en la alegría, salud y dinero. Otros preferían comer siete e incluso algunos comían trece, agarrándose a que esta última uva les daría el golpe de suerte necesario para afrontar un nuevo año.
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La tradición actual, y por tanto la más arraigada, consiste en comer una uva por cada una de las doce campanadas. Esta costumbre empezó a compartirse el 31 de diciembre de 1902 en la famosa Puerta del Sol en Madrid, donde numerosos grupos de personas se agolpaban para celebrar la entrada del año. Las doce uvas llegaron a Valladolid con retraso, al menos la primera noticia que se tiene de ellas es gracias a un anuncio de El Norte de Castilla con fecha del 31 de diciembre de 1911. La publicidad decía lo siguiente: «¡Vallisoletanos ¿Deseáis suerte? Comed las doce uvas a la entrada del año. Las encontraréis abundantes en la frutería La Cubana, Santiago, 6 «.
De todas formas se conoce que a principios del siglo XX la costumbre se trasladó hasta la Plaza Mayor de Valladolid con el objetivo de comer las doce uvas de la suerte. Esta fecha podría ubicarse cerca de 1909, cuando el reloj se instaló en la Casa Consistorial. La expectación era tal que incluso teatros como el Lope de Vega llegaban a suspender momentáneamente sus funciones el 31 de diciembre para que el público pudiese tomar las uvas ofrecidas por el propio teatro. El bullicio y la costumbre de tomar en compañía las uvas en la Plaza Mayor llegó en 1917 con un añadido especial que daría todavía más sentido a la celebración en 1922.
El Ayuntamiento contaba con una iluminación despampanante, a la par que muy intuitiva, pues por cada campanada que sonaba se encendía una bombilla roja hasta completar toda la esfera del reloj de la Casa Consistorial. En 1923 (justo al año siguiente) el Ayuntamiento no debió de poner mucho detalle en la celebración, pues los soportales de la Plaza Mayor y sus aledaños no se iluminaron. Sin embargo, y por primera vez ese mismo año, se instalaron en la propia plaza los primeros puestos de venta de uvas que hoy en día todos los vallisoletanos tienen normalizado como uno más en estas fechas.
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