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Los abrazos del reencuentro entre familiares y amigos separados por la pandemia tendrán que esperar. Ya fuera porque la suspensión del cierre perimetral liberó solo ... medio día del fin de semana o porque los viajes se dejan para próximas fechas, tanto la estación de trenes como la de autobús vivieron ayer uno de tantos días desangelados del último año. «Solo el tren de Alicante casi se ha llenado con gente que se marcha durante unos días; y el que venía de Madrid traía más movimiento del habitual», resume MarianoYoldi, rodeado de libros y prensa en su tienda Relay, en el vestíbulo de la estación de ferrocarril.
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Con todo, desde la cristalera de su kiosco Yoldi asegura que ayer volvió a ver viajeros de los que no sabía nada desde hacía meses. «He hecho un 20% más de caja, y mañana pondré el despertador una hora antes para abrir más pronto, pues espero que vuelvan a retomarse viajes».
Al borde del andén, Mireia Izaguirre se despide de su marido, Álvaro García. Ella marcha por un asunto familiar a Barcelona con uno de sus dos hijos. El mismo destino le aguarda a Inmaculada Martínez, vallisoletana que trabaja en la Ciudad Condal y enfilaba la vuelta después de repartir entre sus padres besos, abrazos y deseos de retornar.
Tanto la pandemia como el teletrabajo llevan vaciando los vagones de tren desde el primer estado de alarma, aunque no tanto como las butacas de los autobuses, al decir de Pilar Alonso, de la tienda de sándwiches Glassé, en la estación vallisoletana. Allí han cerrado la mayoría de tiendas ante la falta de viajeros. «Esto está penoso, igual que todos los días; quedan pocos negocios abiertos y apenas llegan autocares, no hay movimiento; no he visto cosa igual en los quince años que llevo aquí».
Asu lamento le ponen imagen los pocos viajeros que ayer se subían a una autocar. En el andén aguardan la salida de un Alsa con destino a Bilbao media docena de ellos. Una cifra similar a la del taquillaje de otros que ponían rumbo a Madrid o Barcelona. En la oficina de turismo de la Acera Recoletos se amontonan decenas de mapas de la ciudad en espera de ser tomados por visitantes para manejarse por calles y museos. Ayer notaron en torno a un 20% más de movimiento respecto a otros domingos, la mayoría turistas madrileños, parejas de entre 40 y 50 años, algunas de ellas para pasar dos días. Y dentro del bus turístico amarillo, apenas nueve pasajeros mirando con fastidio la nube negra que iba a descargar un chaparrón.
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