La policía vigila en Valladolid más de una docena de focos de botellón en parques y zonas de difícil acceso
Los agentes locales tramitan este año 665 multas por consumir alcohol en vía pública, de las que 130 son a menores
La ordenanza municipal lo prohíbe, la policía lo persigue y los vecinos se quejan, pero la escena se repite cada viernes, sábado e incluso jueves. ... Los famosos 'juernes'. El botellón ebulle en verano, con el buen tiempo, y cada vez se esconde más, hacia parques y zonas de difícil acceso, con una amplia explanada hacia la que huir ante una hipotética presencia policial. Ahí, a priori, es más complicado 'cazarles', pero la Policía Municipal de Valladolid les tiene localizados. Saben dónde despliegan cada fin semana los maleteros de sus coches con música a todo volumen. Y no siempre por la alerta vecinal, sino por las bolsas y vasos de plástico y botellas de refrescos y alcohol vacías que cubren el paisaje urbano hasta la intervención de los operarios del servicio de limpieza. «Hay sitios que hemos empezado a controlar porque alguna vez hemos pasado y hemos visto que había restos de que ahí había estado gente bebiendo alcohol», admiten fuentes municipales.
Esto ocurre, por ejemplo, en las instalaciones de la antigua Hípica Militar, entre las carreteras del pinar y de las Arcas Reales, donde se celebra la concentración motera de Pingüinos. Allí –concretan estas mismas fuentes– antes de la pandemia apenas se sucedían ni botellones ni actos vandálicos. Pero desde que la covid arrasó con todo tal y como se conocía, las 'quedadas' en la zona son frecuentes. Lo mismo pasa con el Pinar de Antequera, reconvertido desde hace un año en punto 'caliente' de encuentros clandestinos. «Son los dos nuevos sitios, por decirlo de algún modo, que tenemos controlados y alguna vez hemos detectado botellones; en el resto se producen desde hace tiempo», anticipan.
A día de hoy, son cerca de catorce los focos de botellón diseminados por todo el callejero de la ciudad a los que la Policía Local no despega la atención. Al menos dos –los citados anteriormente– han proliferado a raíz de la covid-19, aunque fuentes del cuerpo de seguridad municipal recalcan que no necesariamente se ha producido como consecuencia de la crisis sanitaria. No hay prácticamente ningún barrio en la capital que se libre de este fenómeno. Habituales son los botellones a orillas del Pisuerga. Solo al borde del río los agentes detectan cinco núcleos, todos en el mismo margen y situados entre sí a un máximo de cuatro kilómetros. En algunos casos, a apenas quinientos metros. Dos están en La Rondilla –el parque Ribera de Castilla y bajo el puente de Santa Teresa– dos, a los pies de Isabel la Católica –la playa de las Moreras y los jardines de la Rosaleda– y el otro, junto al puente de Adolfo Suárez, en la ribera de Curtidores.
Tres puntos en pocos metros
A lo largo del Paseo Juan Carlos I prácticamente se solapan otras tres zonas 'conflictivas' del consumo de alcohol en plena calle. Los tres son parques. Uno está en Las Delicias –parque de Canterac, junto a los Bomberos y el centro de salud– y los otros dos, en San Isidro: la ermita de San Isidro y el parque Patricia, ambos a escasos metros de la Comandancia de la Guardia Civil.
Los botellones en la provincia de Valladolid
La 'ruta' del botellón culmina en el parque del Mediodía de Parquesol, el paraje forestal de Fuente El Sol, el parque de Las Contiendas, en Girón, y en Parque Alameda El Peral. Sin embargo, a juzgar por los datos que maneja la Policía Municipal, parece no importar ni la conyuntura sanitaria, ni que sepan dónde y cuándo pueden encontrarles, ni la multa de hasta 600 euros que supone el consumo de bebidas alcohólicas en vía pública.
Fiestas en pisos
Hasta el 24 de agosto la Policía Local había tramitado 665 expedientes por consumir alcohol en vía pública. De ellas, 130 han sido a menores, aunque solo en el primer semestre, último periodo del que se tienen estadísticas. De ese número de denuncias a menores de edad se extrae una doble lectura, pues quiere decir que era al menos la segunda vez que se les pillaba. La primera vez que se les sorprende, a modo de advertencia, normalmente se manda una carta a sus padres alertando de su presencia en un botellón. Las siguientes ocasiones ya no se 'libran'. Las sanciones están comprendidas entre los 30 y los 600 euros tanto para menores (a cargo de sus progenitores) como para mayores. Además, cabe añadir las fiestas en pisos. Sin ir más lejos, el fin de semana del 21 de agosto, los policías formularon diez denuncias por ruidos y fiestas privadas en domicilios, una tendencia que, fuentes consultadas, confirman que se viene manifestando desde hace aproximadamente un año.
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