Veinte años después, el hijo trae a Pingüinos al padre, que no puede pilotar, en la misma moto
Manuel Cantero restaura una Yamaha Virago 535 como la de su progenitor para intentar volver en 2021 con ambas
José Cantero intentó llegar a Pingüinos en 1999, pero la nieve se lo impidió. «La Guardia Civil nos paró porque estaba España nevada entera y ... nos tuvimos que dar la vuelta», recuerda. Pero todo es cuestión de perseverar. «En el 2000 insistimos y llegamos», cuenta. Su esposa y él. El chiquitín, Manuel, tenía entonces 11 años. «Pero qué frío hacía», dice José. «Las motos heladas, todas blancas. Ha cambiado muchísimo, no hace ya tanto frío, y mira que hoy ha hecho».
Manuel Cantero lleva, explica, «veinte años escuchando historias de los Pingüinos». El año pasado vino, pero no pudo hacerlo con su padre, así que se marcó como objetivo conseguirlo esta vez, en 2020, «veinte años después, una generación después». Así que, explica, «este era el año importante».
Han cubierto un trayecto de 700 kilómetros con la misma moto con la que su padre y su madre vinieron entonces, una rocosa Yamaha Virago 535, un modelo custom que ahora, al lado de esas musculosas XVR 950cc que fabrica la marca nipona, parece estilizada, pero que fue todo un emblema en los noventa. De hecho, la que han traído es de 1991. «Es la misma moto, arreglada, con la que él vino en el año 2000. Con esa he venido yo en 2020». Aunque, dice con sorna el hijo treintañero, las cosas cambian. «Ahora la llevo yo y la juventud quiere retorcerle un poquito más la oreja a la moto». Darle al acelerador, para los neófitos.
Según parece, José no estaba en condiciones de venir al manillar. «Se hizo daño en el brazo y no la puede conducir tanto y la herencia anticipada, para que la podamos disfrutar, es la moto».
Para cerrar el círculo nostálgico de esta aventura intergeneracional, la ropa que han traído también tiene su propia historia. Porque, dice José, «venir de muy lejos con las motos que hay hoy en día, con la ropa térmica y demás, es muy fácil». Y ellos quieren contar historias de Pingüinos como las de los viejos tiempos, antes del cambio climático, como quien dice. Así que se han dejado de cazadoras último modelo y guantes calefactables. «Yo llevo una chupa de cuero que es de mi abuelo», dice Manuel antes de señalar la que lleva puesta su progenitor. «Y esta es la chaqueta que trajo mi padre entonces, a ver dónde está aquí el forro térmico», se ríen los dos.
El próximo reto ya está en marcha. «Vine hace veinte años y se lo cuento a todo el mundo, yo estuve allí», dice orgulloso José. «Ahora dice Manuel, mi hijo, que me va a regalar una moto». Y Manuel lo confirma con los ojos pícaros. «Estoy restaurando otra Yamaha Virago 535 a ver si el año que viene conseguimos venir con dos motos iguales». Solo viendo sus caras este domingo es casi seguro que será así.
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