Varias clientas, en la pescadería Perlamar de Valladolid. Rodrigo Jiménez
Valladolid

Pescaderías en peligro de extinción: desaparece el 50% de los negocios tradicionales en diez años

La falta de relevo generacional y los nuevos hábitos complican el futuro de un sector que pide ayudas

Álvaro Muñoz

Valladolid

Domingo, 29 de mayo 2022, 00:16

Por cada pescadería tradicional que se cierra no se abre ninguna. Es la tónica habitual en Valladolid, lo que ha propiciado que estos negocios se ... asomen al abismo de su desaparición. En peligro de extinción. Las cifras detallan esta afirmación mejor, porque de las más de cien que había hace aproximadamente diez años en Valladolid, quedan en la actualidad alrededor de unas cincuenta. «El 50% han desaparecido en los últimos diez años», explica el presidente de la Asociación de Pescaderos de Valladolid (Copemar), Juan López, preocupado por la deriva del sector.

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Precisamente el negocio de López (Perlamar), en el que trabajan él y varios miembros de su familia, aguanta a las embestidas del relevo generacional y de los nuevos hábitos de consumo alimenticios, los principales causantes de que la imagen entrañable del pescado en conos de cartón se encuentre al borde de la desaparición. «Tengo un negocio familiar, no sé qué pasará cuando me jubile», recalca con la incertidumbre en el tono de su voz.

Alberto Villa | Pescadero ambulante

«Tengo 30 años y seguro que no me jubilo como pescadero»

Lleva ocho años como pescadero ambulante por Valladolid y durante todo ese tiempo sigue figurando como el pescadero más joven de la provincia a sus 30 años. «Y parece que así será durante varios años. No hay nadie que venga por detrás», recalca Alberto Villa, natural de Villabrágima, desde donde cada mañana arranca su furgoneta acondicionada para llevar el producto a los municipios menos habitados. Con 22 años empezó a ayudar a su madre por las diferentes rutas que lleva a cabo por la provincia, hasta que le tocó volar del nido y seguir en solitario tras años de aprendizaje. Un viaje en el que se ha encontrado, principalmente, las trabas de la despoblación. Luchaba con la premisa de que cada vez hay menos población en el mundo rural, lo que se traduce en menos clientes. Pero desde este febrero se enfrenta a otros impedimentos. «La última colleja me ha llegado con la subida de los combustibles. Me ha tocado aumentar los precios finales, pero no mucho para que el cliente lo note lo menos posible», apunta Villa. De esta forma, su gasto en gasolina estima que haya crecido un 50%. Todas las mañanas madruga para acercarse a Mercaolid, en Valladolid, para comprar el género, y a partir de ahí, a consumir kilómetros. «Hago una media de entre 200 y 250 con una furgoneta, que consume más. Lo estoy notando», continúa. Hasta la fecha, Alberto Villa «aguanta», gracias, entre otras cosas, a doce horas diarias de trabajo. Desde las 5:00 hasta las 17:00 horas. Un ritmo que le tiene ocupado de martes a sábado, pero que no sabe cuando se acabará por el rumbo que ha tomado el sector desde que lo conoce (su madre empezó las rutas ambulantes en 1990). «Tengo 30 años y seguro que no me jubilo como pescadero. Me gustaría, pero no tiene pinta», lamenta con incertidumbre. A otro nivel, en el mundo rural, y por ende a su negocio, les ha afectado también los nuevos hábitos de consumo. «Los 100.000 productos que hay ahora para comer han llegado a todos los rincones. En los pueblos se nota menos, pero también lo padezco», concluye.

Gloria Sánchez | Pescadería Gloria

«Si nadie apuesta por la pescadería, hasta aquí hemos llegado» 

Después de cuatro generaciones, Gloria Sánchez será la última pescadera de la familia. Le quedan alrededor de seis años para jubilarse y ya sabe que nadie de la familia seguirá con un negocio que arrancó en la calle Labradores en 1911. Sus bisabuelos se trasladaron desde Villalón de Campos hasta la capital, aparcando la ganadería y apostando por la pescadería. En su negocio de la calle Labradores colgaban las pescadillas y ahora, en su local de la calle Conde de Benavente, se expone el producto diariamente desde 1979. Sus cuatro hermanos también han sido pescaderos, al igual que sus primos y ahí acabará la tradición. «Es un trabajo muy duro y queremos lo mejor para los nuestros. Es un trabajo muy bonito, nos ha gustado mucho y lo hemos hecho con mucha ilusión, pero hay que reconocer que es muy duro. Hay que madrugar mucho. Preferimos que tengan sus carreras», explica Gloria Sánchez. Una idea clara, pero que también le arroja tristeza. «Si no encontramos un relevo, la pescadería se cerrará. Si nadie apuesta por ella, hasta aquí hemos llegado», recalca con pena. «Notamos que la gente joven no come pescado. Las madres y las abuelas estaban más concienciadas. Ese es el público que tenemos consolidado. Ahora, incluso, trabajamos a domicilio. Hay que dar ese nuevo servicio que nos demandan, sobre todo después de la pandemia. Hemos notado que nuestros clientes también van envejeciendo», finaliza Gloria Sánchez.

Iván Rodríguez Vaquero | La Alondra

«Nuestro éxito es estar rodeado de gente buena y profesional»

Es la excepción que confirma la regla de la problemática de las pescaderías en los últimos diez años. Mientras estos tradicionales negocios iban cerrando, uno iba creciendo con trabajo y dedicación. Es el caso de La Alondra, que regenta Iván Rodríguez Vaquero, después de que la profesión se pasara de su abuelo Julio Vaquero a su madre, y esta al propio Iván. En 2009 abrió su primera pescadería en Parquesol, y con el paso del tiempo ya tiene cuatro pescaderías tradicionales (las otras están en la calle Estadio, en el mercado del Val y la calle Don Sancho) y un almacén en Mercaolid. «Nuestro éxito es rodearse de buena gente y de profesionalidad», recalca Iván Rodríguez Vaquero, que apuesta por un producto que llega desde diferentes puntos del globo terráqueo. «Una de nuestras diferencias es que hablamos con escoceses, noruegos, daneses, portugueses, italianos, griegos, tunecinos, canadienses... Se nota esa savia nueva», incide el joven pescadero, que empezó con 27 años tras mamar la profesión de su abuelo Julio y de sus padres. Sin querer hablar de franquicias ni cadenas, Rodríguez Vaquero quiere seguir creciendo durante esta década, a pesar de las complicaciones que vive el sector. «Los supermercados están haciendo mucho daño y la gente se está haciendo cómoda. Además, la calidad no es la misma, la gente lo sabe, pero se conforma. También se habla de precios y no hay mucha diferencia, de hecho veo cosas caras en el supermercado. No estamos en el mejor momento, pero aún nos queda cuerda», concluye.

Ese ha sido el principal motivo de prácticamente todos los cierres de pescaderías en la provincia en los últimos años. «Llega la hora de jubilarse y nadie apuesta por emprender por estos locales. No hay relevo generacional», añade López.

Y no existe porque cada vez se consume menos pescado, sobre todo entre los más jóvenes, que optan por elaboraciones más rápidas y más económicas. «Tienen menos tiempo y van a hacer la compra una vez a la semana. Eligen las medianas y grandes superficies, en vez de escoger estos locales. En esos espacios sí que ha aumentado la venta de pescado y ha arrebatado cuota de mercado a lo tradicional. Además, los jóvenes consumen menos pescado. Nuestra clientela son las personas más mayores. Es muy raro ver a un joven en una pescadería», relata el propietario de Perlamar, que se sorprende cada vez que un veinteañero se acerca a su negocio. «Estamos muy cerca de las universidades y alguno se acerca. Seguimos dando el servicio de siempre y el pescado sale de la tienda para ir directo a la sartén si se precisa. La calidad no se ha perdido», añade.

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La proliferación de supermercados, factor clave

101 en la capital y 79 en la provincia de Valladolid. Esas son las cifras de supermercados en 2022. La mayoría, los que atañen a grandes marcas y grandes superficies, tienen pescadería en su interior. Y eso, ha sido uno de los factores de que estos negocios tradicionales hayan ido desapareciendo en los últimos diez años de forma paulatina. A la par que estos bajaban la persiana, otra gran superficie la levantaba. Y es que los números se han invertido. Si antes existían cien pescaderías en la provincia vallisoletana, ahora la cifra de tres dígitos es para los supermercados en una nueva realidad que ha encendido las alarmas en el sector.

La radiografía de la situación de las pescaderías se completa con los aspectos que se abordan desde Mercaolid a través de su gerente, Javier Pastor. Recalca circunstancias como la reposición profesional u otras preferencias alimentarias de los jóvenes, pero analiza la problemática del precio y de las explotaciones. «Ha habido una cierta sobreexplotación de los caladeros y se han provocado paradas biológicas que han reducido la oferta. Eran necesarias esas paradas. Además, el precio elevado de los productos también está expulsando a un consumidor de un poder adquisitivo más ajustado. No todo el mundo se puede permitir comer pescado todas las semanas», agrega Pastor.

Un batiburrillo de explicaciones que ponen de manifiesto la expresión de la 'pescadilla que se muerde la cola'. «Conozco de primera mano que las flotas irlandesa y danesa no están saliendo a pescar por el incremento de los costes de explotación y los bajos precios en subasta. Ahora mismo, no les interesa salir a faenar porque no les es rentable. Es complejo. Además, el joven que quiere emprender en una pescadería tradicional se encuentra también con una fuerte inversión inicial. Tienen que comprar cámaras frigoríficas y unas instalaciones de acero inoxidable, que no son baratas precisamente», añade el gerente de Mercaolid.

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Apostar por la calidad

El auge de los supermercados en Valladolid, que ya llega a más de cien, ha dado un nuevo golpe a este negocio tradicional y en muchas ocasiones familiar. Eso lo ha padecido en los últimos años la pescadería Puente Mayor, a la que le han rodeado alrededor de una decena de supermercados, y muchos de ellos con pescadería al convertirse la avenida de Burgos en uno de los grandes ejes comerciales con presencia de Gadis (2), Mercadona, Aldi y Lidl. Ante eso solo queda aguantar y «seguir apostando por la calidad» como refleja el propietario del negocio, Fernando Puertas, que atesora ya 24 años con las tijeras de limpiar en la mano. «Hay mucho fiel a las pescaderías de barrio porque los supermercados no tienen la misma atención ni la misma limpieza. Además, los pescados son totalmente diferentes. No es el mismo que nos llega a nosotros. La carne, la fruta y, sobre todo el pescado, se sigue buscando en las tiendas tradicionales, en las de barrio. Son diferentes y no dan el servicio que damos nosotros», recalca Puertas, que sí que ve futuro al sector.

Por todo esto, desde las pescaderías tradicionales piden ayudas a las administraciones. «Tenemos la eterna reivindicación de que se baje el IVA al 4% (actualmente se encuentra al 10%), pero si no ayudan al sector, no habrá futuro», concluye Juan López.

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