Valladolid
«Perdoné, pero no olvido»: la lección de vida de Ortega Lara en Los DominicosEl superviviente de ETA comparte su experiencia en este colegio vallisoletano, en un acto acompañado por la Junta y la Asociación de Víctimas del Terrorismo
Entre aplausos de los alumnos del colegio Nuestra Señora del Rosario (Los Dominicos) de Valladolid y con el 'Cumpleaños feliz' como bienvenida espontánea, José Antonio ... Ortega Lara se sentó frente a un auditorio repleto para narrar sus vivencias sobre los 532 días que estuvo secuestrado por la banda terrorista ETA, su lenta reconstrucción después de salir del zulo y las lecciones que, a su juicio, deben acompañar a toda generación.
Contó cómo, siendo funcionario de prisiones, nunca imaginó que acabaría secuestrado. «Sospechaba que me hacían seguimientos y sabía que, si ETA se fijaba en ti, era imposible escapar. Podía prever un tiro, una bomba… pero nunca pensé en un secuestro», arrancó. Le secuestraron el 17 de enero de 1996 y las primeras dos semanas en el agujero las describió como «horrorosas».
Cuando los captores le dijeron que aquello sería «muy largo», tuvo que mentalizarse para sobrevivir. Los pilares que le sostuvieron durante todo ese año y medio fueron, según explicó, la familia, la oración y el método. «Yo hablaba en voz alta con mi mujer. Aquello me mantuvo vivo», narró. También se obligó a rezar «siete u ocho rosarios al día», cuando la oscuridad era total; y el método consistía en imponerse rutinas obligadas, como limpiar el habitáculo, hacer estiramientos, leer y, sobre todo, mantener la higiene. Incluso inventó pequeñas estrategias de evasión mental. «Colocaba una tabla en la pared y en mi mente la convertía en la puerta de salida. Me iba a volar como un pájaro», explicó. Aquello le ayudó a no sucumbir al abismo. «No quería convertirme en un guiñapo humano. Tenía que aguantar por mí, por mi familia y por mis compañeros», subraya.
Relató cómo fue la liberación el 1 de julio de 1997 y la mezcla de incredulidad y temor que sintió tras haber perdido todas las referencias con el exterior. «Cuando llegaron los guardias civiles yo creí que mis secuestradores venían a matarme. Llegué a suplicar que me mataran a allí mismo. Tardaron un buen rato en convencerme», dijo. «Cuando se me presentó el magistrado Baltasar Garzón y me dijo 'está usted libre' fue cuando empecé a pensar que el rescate iba en serio. En el hospital pesaba 49 kilos. La recuperación física fue larga y la psicológica aún más», dijo y añadió que durante un tiempo se sentía dividido entre el hombre que quería una vida tranquila y el personaje público que su secuestro había convertido en símbolo. «Por un lado estaba José Antonio, el que disfrutaba con su mujer y su hijo sentado en el sofá de casa. Por otro lado, estaba Ortega Lara, al que todos conocían por el secuestro y al que en ocasiones llegué a odiar», continúa.
Habló también de sus secuelas, como la pérdida parcial de visión, cicatrices psíquicas, desconfianza e inseguridades que aún hoy persisten. Hizo hincapié en toda la ayuda que le sostuvo, principalmente de sus familiares que le obligaron a salir, de dos psicólogas y el trabajo con jóvenes y con proyectos sociales que le ayudaron a reconstruirse y aprender a perdonar.
«Yo he perdonado, porque el odio era una carga que envenenaba también a mi familia. El día que perdoné descansé, sin embargo, no he olvidado ni voy a olvidarlo nunca», subrayó. También se animó a dar algunos consejos a los jóvenes del colegio Dominicos. «Vivid vuestra vida. Ejerced vuestra libertad con responsabilidad y defended vuestra dignidad de personas. Tenéis toda la vida por delante, pero sólo tenéis una. Esto no es un videojuego. Vivid con la mente abierta y con espíritu crítico. Cuestionaos y pasad todo por el filtro de la razón y del sentido común», les dijo.
Terminó su intervención reflexionando sobre la sociedad actual. Denunció el nihilismo, la «inmediatez», el culto a la imagen y el materialismo que, a su juicio, socavan valores como la responsabilidad, la comunidad y la salud del alma. También advirtió frente a los peligros del acoso en redes sociales y de la instrumentalización de la información. «No le hagáis nunca a nadie lo que no queréis que os hagan a vosotros», les aconsejó.
Al acto, que también incluyó homenajes y recuerdos para los funcionarios de prisiones, guardias civiles, niños y jóvenes asesinados por ETA, acudieron autoridades como Rocío Lucas, consejera de Educación, quien subrayó que la iniciativa busca «sensibilizar a los estudiantes sobre las consecuencias trágicas del terrorismo, tanto para la vida de las personas como para la sociedad en su conjunto, y fomentar el rechazo a la violencia y su deslegitimación, a la vez que el respeto y la consideración de las víctimas».
También el consejero de Presidencia, Luis Miguel González Gago, quien remarcó que desde el Gobierno autonómico «seguiremos avanzando con determinación, asegurando que el testimonio de las víctimas y su legado sigan ocupando un lugar central en nuestra sociedad». También contó con la presencia de Sebastián Nogales, presidente de la Asociación Víctimas del Terrorismo en Castilla y León, quien resaltó la importancia de estos actos «para que las nuevas generaciones sepan el sufrimiento padecido por un grupo de personas que ha tenido que fundamentar los pilares de su vida en el sufrimiento y para que el día de mañana perdure el recuerdo y la legitimidad de testimonios como el de Ortega Lara».
El encuentro forma parte del programa 'Testimonio de Víctimas del Terrorismo en las Aulas', que desde el curso 2017-2018 ha llegado a cerca de 18.000 alumnos de más de 200 centros en Castilla y León. La iniciativa combina trabajo en el aula con encuentros con las víctimas en los que cuentan sus vivencias para mantener viva la memoria entre los jóvenes. Este curso, los ponentes recorrerán 59 centros educativos de la región.
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