La UVA y Matapozuelos convierten un palomar en un futuro negocio
El recinto, recién restaurado, se ha dotado de tecnología de seguimiento y está previsto dedicarlo a la cría de pichones
Un palomar al lado opuesto del mapa, en las antípodas de Tierra de Campos, al sur de la capital. Un palomar excepcional, además, de 18 ... metros de largo por 18 metros de ancho, con tres siglos de antigüedad. Un palomar con 1.800 nidales, aptos para albergar a 1.800 parejas de paloma bravía. Un palomar que es, hoy, el único que queda en pie de los ocho que llegó a tener Matapozuelos en 1940 y que ahora, gracias a un proyecto de investigación de la Universidad de Valladolid, respaldado por la Diputación Provincial, se quiere convertir en un foco de empleo.
Diego López, técnico de dinamización cultural del Ayuntamiento de Matapozuelos, se estrujó las meninges para intentar dar con una idea que encajara dentro de la primera convocatoria de financiación abierta para «fomentar el desarrollo rural», en la que se pedía que se ofrecieran proyectos innovadores, enfocados a ayuntamientos de menos de 20.000 habitantes y a empresas y que requirieran la participación de un grupo de investigación de la UVA. En la segunda convocatoria, aún en marcha hasta el día 7 de febrero, hay diferentes ámbitos en los que encuadrar los proyectos: saneamiento y aguas, vertidos, geriatría, arquitectura civil histórica, forestales. Pero, y aquí está la clave del asunto, esta vez es para municipios menores de 5.000 habitantes y se tiene en cuenta el «grado de innovación del proyecto», la «necesidad innovadora en relación con el entorno» y su «impacto en el municipio».



«Teníamos la posibilidad de realizar un proyecto sobre un edificio histórico que no fuera religioso y presentamos el palomar de Matapozuelos, que fue restaurado hace año y medio y al que queríamos dar una vuelta de tuerca», explica Diego López. Así que propusieron que la Universidad se encargara de hacer un seguimiento de la población de paloma bravía que habitaba el edificio. «Que se nos hablara del tipo de puesta, las crías, enfermedades que pueden tener, dónde comen, de dónde toman el agua», así, para empezar en una primera fase. «A partir de ahí, como segunda fase, el plan consistía en dotarlo de cámaras para que los visitantes pudieran monitorizar uno de los ponederos para ver si la paloma estaba incubando, por ejemplo», señala López.
Aprovechamiento
Aunque en realidad, más allá del simple estudio de las aves, lo que se pretende es conseguir el aprovechamiento gastronómico. muy enraizado en la tradición de la zona. No será a corto plazo, sin embargo. «Queríamos ver hasta qué punto se reunían las condiciones idóneas de salubridad de los pichones para que cuando tenga más volumen pueda ser rentable incluso para venderlos, si es que se acostumbran a poblar dentro», señala el técnico municipal. Porque el pichón es un plato que puede servir como atracción turística en un municipio en el que, por ejemplo, se encuentra ya un restaurante con estrella Michelin, La Botica, «con quien ya hay vías abiertas, por ejemplo».
Un plan abierto y con pocos candidatos
El plan de financiación de proyectos innovadores, auspiciado por el Parque Científico de la Universidad de Valladolid con el apoyo de la Diputación, está abierto tanto para autónomos y pymes como para ayuntamientos. Seguirá así hasta el día 7 de febrero, cuando concluye el plazo de presentación de proyectos, pero tiene pocos candidatos, lo que lo convierte aún en más interesante. «Me ha llamado gente de otros municipios y lo más importante es la idea, porque hay un abanico de posibilidades», reconoce Diego López. «Un pueblo con una fuente, por ejemplo, no vale con adecentarla. Hay que encontrar una idea buena, pero es difícil, a mí me costó y es verdad que no se presenta mucha gente porque es difícil encontrar ese punto de innovación».
«Justifiqué muchísimo al presentar el proyecto que en el Quijote y otras obras literarias la carne de pichón era de primera calidad y se servía en los banquetes».
Pero antes de vender los pichones hay que criarlos. Y es que al arreglar y reparar el edificio las palomas dejaron de venir. «Los que hemos hecho hasta ahora puede servir como arranque para dotarlo de una mayor población de palomas bravías», explica. «Los que nacen ahora se quedan, para poder repoblarlo, que cojan el hábito de venir y quedarse», indica. Aunque hay dificultades añadidas porque, por ejemplo, la instalación es visitable. «Los fines de semana vienen turistas y las palomas se asustan un poco al abrir la puerta y entrar luz, aunque hay un cristal que las separa», dice. Aun así, la población se ha cuadruplicado desde las 50 palomas al inicio del proyecto, lo que es un buen augurio de cara al futuro.
«Se instalaron dos cámaras con infrarrojos para poder ver a oscuras y tenemos un seguimiento de 24 horas del día del palomar», añade. Esto es relevante porque, por ejemplo, hay que poner trampas para las alimañas que se puedan colar en el recinto. «Hemos tenido un depredador dentro, no sabíamos qué era, y gracias a esto hemos visto cómo entraba», explica Diego López.
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