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Aquellos que no crean en la magia que se bajen ahora mismo. Sí, llovía. Sí, las miradas estaban en el cielo. Y, obvio, había paraguas. ... Muchos, de hecho, casi no se podía ver nada. Ni en Filipinos, ni en el Paseo de Zorrilla, ni en Isabel la Católica. Nada. Pero no hay que preocuparse. Porque la lluvia no es un problema que Melchor, Gaspar y Baltasar no sepan solucionar. Y lo hicieron. La tarde lluviosa que amenazaba Valladolid con un clima más que desapacible se marchó desde el mismo momento en que su Cabalgata, la de los Reyes Magos, echó a andar. Y bueno, si no llueve habrá que cerrar el paraguas, aunque aquí muchos lo utilizan para hacer acopio de caramelos. Esto es una estampa que ya casi es una tradición.
Porque sí, hay cosas que sobreviven el paso del tiempo y que están presentes en cada generación. Como ese regalo en forma de barco pirata que todo niño ha abierto en la mañana de Reyes o que, seguro, al menos ha escrito alguna vez en la carta. Precisamente esto, los juguetes disfrutados por diversas generaciones, fue la característica principal de una Cabalgata compuesta por siete carrozas. Una de ellas era este barco, donde no faltaron los piratas, enormes y hechos con globos. Sobre sus manos portaban grandes cofres que cuando se abrían lanzaban confeti. Pero también había guiños para aquellos que tuvieron un tren de juguete y para, ahora sí que no hay error, todos los que se hayan subido de niño a una carroza de caballos.
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La comitiva la abrió una constelación de estrellas, encargadas de marcar el camino a los Reyes Magos. Primero, a lo largo de los casi tres kilómetros de recorrido y, segundo, hasta las casas de todos los niños vallisoletanos. Porque ellos son los protagonistas de la noche más mágica del año. Y Melchor, Gaspar y Baltasar lo saben. De hay que exista la Cabalgata, su comitiva. Desde sus carrozas reales observan a cada niño, para ponerles cara y saber para quién es cada regalo. De ahí que pararan la lluvia en Valladolid, porque con los paraguas no se ve muy bien, todo sea dicho.
Hubo algún despiste, breve y en forma de chaparrón instantáneo que apenas supuso un problema para la Cabalgata. Aquí alguno que pescaba caramelos pasó más desapercibido, si bien el resto ya les tenían calados. Que no será por caramelos, había para repartir a todos, en total dos toneladas de dulces, para pequeños, mayores y aptos para celíacos. En uno de estos amagos de lluvia, la Escuela Municipal de Música de Valladolid esperaba al cortejo real en la plaza del Ochavo, anticipando la llegada de la Cabalgata, que mantuvo un ritmo rápido. Algo menos de dos hora en total. Por si se agotaba la magia y empezaba a llover con fuerza.
Melchor, Gaspar y Baltasar estuvieron arropados durante toda la Cabalgata por acróbatas, soldaditos de plomo, zancudos y también por los miles de niños vallisoletanos. La comitiva la formaron los miembros de las compañías francesas Elixir, Remue Menage y Friends Cie y la británica Moz Drums. También participaron los bailarines de Prodanza (Asociación Profesional de la Danza en Castilla y León), los globos de Globoescultura, la compañía vallisoletana Nuevo Fielato y 18 patinadores convertidos en muñecos de nieve de la asociación Valladolid Patina.
Hubo mucha luz y tampoco faltó la música. Desde los clásicos ritmos navideños, a otros más electrónicos e incluso una batucada. Hubo un sobresalto desde los altavoces que incluso suscitó algún que otro pitido entre los más pequeños. ¿Y qué fue? Pues una nana que comenzó a sonar por el paseo de Isabel la Católica. Un ligero recordatorio de que, al menos esta noche, hay que irse a dormir pronto. No sin antes dejar preparadas la leche y las galletas para los Reyes, que el camino es duro.
Poco a poco, Melchor, Gaspar y Baltasar llegaban a la Plaza Mayor, donde la actriz Popy Vegas amenizó la espera con curiosidades y leyendas a propósito de esta noche. Fue allí donde sus majestades hicieron una ofrenda en el belén, momentos antes de subirse al balcón del Ayuntamiento para saludar a toda la ciudad. Y también para, una última vez antes de iniciar su trabajo, echar un último vistazo a todos los niños de Valladolid.
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En total 420 personas y nueve compañías de España, Francia e Inglaterra integraron la comitiva real. También participaron 42 jóvenes voluntarios de Valladolid y 64 niños de los centros educativos Marina Escobar, Patrocinio San José y Colegio Juan XXIII; de la Once, y de la factoría Renault. El alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero, pidió a los Reyes Magos «trabajo para todos los vallisoletanos y que los jóvenes puedan desarrollar su proyecto de vida en Valladolid».
Y finalizada la Cabalgata, los más aún jóvenes, los niños, marcharon a sus casas. Y lo hicieron con la certeza de que la magia existe. Porque cuando terminó volvió a llover, y ya no paró. Al menos, durante su visita a Valladolid, los Reyes Magos consiguieron parar la lluvia.
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