Dice Ana Fernández que no todo son las barreras arquitectónicas con las que cada día se topa por la ciudad, sino que hay otras, las ... invisibles, que contribuyen a hacer la vida de las personas con dificultades motrices mucho más difícil. Explica que, si para una persona como ella, maestra de educación especial, tutora y formadora 'on-line' del profesorado, que se maneja con soltura en el mundo digital, tiene dificultades para comprar una simple entrada de un concierto por Internet, «imagina la desesperación con la tecnología de otras personas con discapacidad». A las 25.977 personas con alguna discapacidad reconocida en Valladolid, estas dificultades cotidianas les hace ser y sentirse, cada día, un poco menos iguales.
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Esta activista por la igualdad, que nació hace 35 años y convive con una distrofia muscular desde su infancia que le obliga a desplazarse en una silla de ruedas, desde hace unas semanas lidera una iniciativa en Internet de recogida de firmas para que políticos de Castilla y León lleven a las Cortes una propuesta para que se corrija la desigualdad de acceso a espectáculos en espacios públicos de las personas con discapacidad. De las quinientas que se necesitan ya ha conseguido más de la mitad, 257 apoyos en Osoigo para que realice la pregunta a portavoces de los grupos en las Cortes de Castilla y León.
La distrofia muscular es una enfermedad degenerativa «de la que poco se sabe», apunta Ana, que le ha llevado también a necesitar de un respirador para vivir. La distrofia no le impide estudiar, trabajar y trastear en las redes (desde el pasado septiembre tiene su propia web con un proyecto llamado 'detectives de barreras' dirigido a los escolares), pero asegura sentirse frustrada cuando la tecnología, que supuestamente está para ayudar a todos y especialmente a las personas con dificultades, se convierte en una rémora disuasoria también en los espacios para la socialización y el tiempo de ocio. «Es surrealista que tengamos que acudir a comprar una entrada a la taquilla de manera presencial precisamente los que tenemos dificultades de movimiento, porque las aplicaciones y web de los promotores y escenarios públicos de aquí no contemplan que podamos adquirir entradas para zonas habilitadas para personas que necesitan sillas de ruedas y sus acompañantes».
Relata que hace pocos días le pasó cuando intentó adquirir 'on-line' una entrada para uno de los teatros de Valladolid. «Al final, estás en manos de la buena voluntad de los trabajadores, que después de ver que en la web aparecía el símbolo en gris como que no había entradas, llamé y sí que había, mandé un correo y me las guardaron en taquilla. Pero esto no es un trato igualitario. A mí me cuesta mucho hablar por teléfono, me pongo cascos y no se me entiende bien. A veces una gestión sencilla se hace interminable y cuando consigues hablar con alguien te dicen finalmente que no puedo acceder con silla de ruedas», se queja la maestra.
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Ana es muy aficionada a la música y siempre que se encuentra bien le gusta aprovechar para ir a conciertos con sus amigos. Y muchas veces, conseguirlo es toda una epopeya porque se convierte en una verdadera carrera de obstáculos. Le ocurrió en una actuación de Marea, uno de sus grupos favoritos. «Actuaban en la antigua Hípica y yo no sabia como era ese espacio, nunca había ido y no sabía si podría moverme con la silla por la arena, si había una plataforma instalada... Porque es un espacio que acotan en El Pinar, lo montan exclusivamente para el concierto. Conseguí contactar con la organización, me indicaron que cogiera la entrada general, que había una plataforma para nosotros en la explanada y que había una caminito para llegar». Pero, una vez allí, con el espacio atestado de gente, relata, buscar «el caminito» fue como «Pulgarcito buscando las migas de pan». Al final les rescató una persona del 'staff', que les fue guiando como pudo entre la multitud de fans con una linterna hasta la plataforma habilitada para las personas en sillas de ruedas.
Tras el escenario de Manu Chao
Cuenta que en otra ocasión, en un concierto de Manu Chao, entre dos personas tuvieron que alzarla en la silla de ruedas (que era un modelo antiguo que no se podía elevar) y colocarla sobre una gran caja donde se transportan los materiales del equipo técnico para poder ver el espectáculo. Ese «apuro» le permitió conocer al cantante, quien emplazó a la vallisoletana a un próximo concierto donde, le prometió, disfrutaría de la actuación en un lugar apropiado. Y así fue: pudo verlo desde detrás del escenario.
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Sería necesario, concluye, que las web «que ahora dan una información muy básica, indicaran si se trata de un recinto accesible, si cuenta con un espacio específico para personas con movilidad reducida». En este sentido, subraya, «está muy bien hecha la del Wizink Center de Madrid y se podría implantar ese modelo unitario para la adquisición de entradas 'on-line' para todos los teatros y centros culturales de Castilla y León».
De canto en los nuevos autobuses
Ana Fernández ha estrenado los nuevos autobuses de Valladolid, que por su diseño futurista los jóvenes les han bautizado admirativamente como 'los transformer'. Sin embargo, para una persona que transita en silla de ruedas y tiene que acomodarse en el espacio del vehículo, señala la maestra, «el espacio que nos han dejado a la derecha es muy estrecho y maniobrar es muy complicado, como lo demuestro en un vídeo. Dudo que entre una silla convencional, tendrá que quedarse en mitad del pasillo, en medio de la entrada». Ya lo ha denunciado a Auvasa, que le ha respondido que «lo estudiará». Subraya Ana que «tenemos que pensar en la diversidad. Defiendo un objetivo marco que parte de la arquitectura, hablo de un diseño universal para el que es mejor crear algo desde el inicio pensando en todos que no, después, haya que poner parches y adaptaciones. Todos tenemos derecho a participar y disfrutar de lo que se ofrece públicamente, sea un autobús o un evento».
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