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Robert Swartz, durante su conferencia en la UEMC. Photogenic-UEMC
Cómo llevar el pensamiento crítico a la escuela

Cómo llevar el pensamiento crítico a la escuela

Robert Swartz, experto en innovación educativa, aboga en la Universidad Europea Miguel de Cervantes por desterrar el modelo memorístico

Antonio G. Encinas

Valladolid

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Sábado, 4 de mayo 2019, 10:09

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Atender, estudiar, memorizar, repetir y olvidar. El círculo vicioso de la educación más inútil, la que no sirve para que los conocimientos adquiridos se apliquen a la vida. Robert Swartz, experto en educación con más de 25 años de trayectoria, defenestró ese modelo ayer en la Universidad Europea Miguel de Cervantes. «Los profesores piensan: les enseñamos cosas, aprueban los exámenes. Pero en sus vidas no les sirve de nada lo que han aprendido», decía. «Aquí todo el mundo estudió álgebra, ecuaciones matemáticas. Seguro que ustedes aprobaron los exámenes, ¿cuántos han utilizado ecuaciones algebraicas en los últimos cinco años de su vida?», preguntó. Una mano levantada en el auditorio. «¿Cuántos han pensado en la revolución francesa estos años?», interpeló de nuevo. Sin respuesta, a pesar del momento histórico que se vive en el mundo. Eso se debe, aseguró Swartz, a que el aprendizaje fue erróneo.

Swartz defendió el pensamiento crítico como una forma de aprender mucho más útil y capaz de adaptarse a los diferentes currículos. Hace más de una década, «unas monjas» le rodearon, bromeó, para pedirle ayuda. Eran del colegio Montserrat, de Barcelona, lo que equivale a decir, hoy en día, uno de los centros con más fama de innovadores del país. «Los frutos de lo que hicimos están ahora implantándose en otros lugares por todo el mundo».

De entrada, propone cambios físicos. Las aulas actuales no sirven, «están centradas en el profesor» y no en el alumno. El maestro, de pie, explica. El alumno, sentado, escucha con más o menos atención. La revolución del espacio ya se ha llevado a cabo en centros como Las Salinas, de Laguna, que convirtió su vestíbulo en un punto de encuentro. O en la IE University de Segovia, con espacios comunes modulables a base de palés y piezas de madera.

Lo segundo, y más importante, es fomentar el pensamiento crítico, aseveró Swartz. Puso como ejemplo la energía. «Pregunto sobre fuentes de energía. No voy a decirles todo lo que sé, porque no sé demasiado de esto, les voy a pedir a los alumnos que busquen información». Y claro, fueron a Google. «Y obtuvieron una serie de enlaces. Uno les llevó a una página sobre centrales nucleares, con aire limpio, sin polución, pero ¿cuál es el problema de esta energía? Y el 'carbón verde', ¿es energía limpia?».

Este ejercicio llevó a los estudiantes a diseñar una lista en la que marcaron «qué era cierto» en cada caso. «Tenemos que basar nuestras decisiones en hechos», explicó Swartz. «Se dieron cuenta de que hay un montón de preguntas que hacerse sobre cualquier información. Y esto salvó a nuestros alumnos de la tirania de los libros de texto. Les ayudó a volver atrás y reflexionar sobre lo que habían visto, analizaron la reputación de las páginas que ofrecían información».

Esto, en un periodo entre elecciones que ha demostrado ser un terreno abonado para los bulos y con los algoritmos de las redes sociales ofreciendo visiones sesgadas de la realidad, tiene una aplicación evidente, contrariamente a lo que sucede con los conocimientos memorizados y olvidados. «Las piedras angulares de las nuevas aulas del siglo XXI son el pensamiento, la comunicación y la colaboración».

La dificultad estriba, según Swartz, doctor en Filosofía, graduado en la Universidad de Harvard y profesor emérito en la Universidad de Massachusetts, en que «pensamos mal». Es decir, «superficialmente, precipitado, con miras estrechas y con poca claridad». Y el único modo de mejorar el modo de pensar es «enseñar destrezas del pensamiento», fomentando «un tipo de pensamiento específico de manera cuidadosa, con destreza, asegurándote de que no te dejas nada al pensar» integrándolo, además, de forma transversal en el currículo académico.

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