Valladolid misteriosa
¿Cómo llegó a Valladolid la reliquia de San Benito?Don Diego de Álava donó al monasterio benedictino un fémur de este santo, que se trasladó desde Madrid en un palanquín y fue recibido por nobles y monjes con las calles engalanadas
En 1590, don Diego de Álava, gentilhombre de Felipe II, donó una reliquia de San Benito -el fémur, un hueso del muslo- al monasterio benedictino ... vallisoletano, donde tenía un sobrino profeso. Se trataba de una reliquia que el rey de Francia había regalado a su padre, don Francisco de Álava, cuando era embajador.
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Este cenobio, asentado sobre el antiguo alcázar, era uno de los monasterios benedictinos españoles más importantes, con influencia también en Portugal, Austria, América e Inglaterra. Levantado sobre una iglesia de dimensiones catedralicias, que la ciudad utilizaba como tal al no disponer de catedral propia, contaba con grandes patios, una hospedería y una importante colección de reliquias, pero no de San Benito, su santo fundador.
Conocedor del fervor de Felipe II por las reliquias, don Diego de Álava invitó al rey para que participara en la entrega de los restos sagrados al convento de su ciudad natal, pero al no poder desplazarse hasta Valladolid por asuntos de estado, el rey asumió la organización de la solemne entrega y trazó él mismo la planta de la procesión que llegaría desde Madrid con la reliquia. Además, puso a disposición su mejor palanquín y mandó informar a la ciudad para que estuviera preparada para tan importante evento.
Comitiva religiosa
El relicario estuvo acompañado todo el recorrido por cuatro grandes cirios que portaban monjes benedictinos y de otras órdenes, mientras al frente de la comitiva don Diego de Álava con algunos criados a caballo y parte de su servidumbre a pie.
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A su llegada a Valladolid el 10 de julio de 1594, salieron a recibirlo todos los nobles vallisoletanos y doce monjes montados en mulas que portaban antorchas, siendo conducida, por las calles engalanadas y bajo cuatro arcos de triunfo efímeros levantados para la ocasión, hasta el monasterio de San Benito. Aquel sonado día, grupos de músicos animaron la plaza del Ochavo y se celebraron juegos populares en La Rinconada, donde se llegó a colocar una fuente de aquel vino que producían los benedictinos en sus bodegas.
No obstante, aprovechando la algarabía, según el autor Gaspar Lucas Hidalgo en su obra 'Diálogos de apacible entretenimiento', algunos judíos, que habían vivido cerca del monasterio, colgaron sobre el arco levantado en el Ochavo un cartel burlón: «Todos los deste cuartel con regocijo infinito hacen arco a San Benito porque Dios les libre del».
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El relicario permaneció en San Benito con doce monjes permanentes de guardia hasta el día en el que se celebró una solemne procesión en la que participaron todas las cofradías de la ciudad, doscientos monjes de San Benito, muchos miembros de otras órdenes religiosas, curas y beneficiados de la iglesia.
Tanto éxito tuvo aquella procesión, que quedó institucionalizada, celebrándose anualmente hasta que el monasterio fue víctima de la desamortización de Mendizábal de 1836, año en el que la iglesia de San Benito fue esquilmada. Fue el religioso Gaspar de Villarroel y Robles, nacido en Aguilar de Campos, el que se encargó en 1880 de llevar la reliquia desde Valladolid al monasterio de benidictino de Samos, en la provincia de Lugo.
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