El Real Valladolid en la temporada 1949-50, cuando tuvo lugar el accidente. El Norte

La noche en que el Real Valladolid volvió a nacer

Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·

Milagrosamente, jugadores y técnicos salvaron la vida después de que su autocar fuera arrollado por un tren de mercancías en agosto de 1949

Martes, 16 de febrero 2021, 07:53

La noticia conmocionó a la ciudad. Cientos, miles de personas se agolparon en torno a la pizarra de El Norte de Castilla y en la sede del club, recién estrenada, para conocer el alcance real de la tragedia, transmitir ánimos y aportar ayuda. No era para menos: lo único que se sabía aquella madrugada del 29 de agosto de 1949 era que el autocar en el que viajaban los jugadores del Real Valladolid había sido brutalmente arrollado por un tren de mercancías a ocho kilómetros de Burgos.

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Hasta el más optimista temía por la vida de los integrantes del primer equipo de fútbol de la ciudad, que aquella fatídica noche regresaban de ganar en Pamplona por 0 a 3 un partido amistoso de pretemporada. El Norte de Castilla se entregó con ardor a la tarea informativa y ya de madrugada, en conversación con los directivos del club, confirmó que el autocar en el que viajaban había sido arrollado por un tren en el paso a nivel de Vegafría, y arrastrado más de 200 metros.

El primer parte hablaba de cuatro o cinco jugadores muy graves. De inmediato, el secretario del club, Victoriano Moreno, se desplazó al lugar junto al vocal Fernández de San Antonio y el doctor Lozano. El autocar había sido alcanzado con violencia en la parte delantera; la imagen era dantesca, pues el vehículo, prácticamente destrozado, semejaba un amasijo de hierros. Milagrosamente, todos los integrantes salvaron la vida y pudieron ser trasladados a la capital burgalesa en una camioneta que pasaba cerca de la zona.

Los atendieron en la Casa de Socorro y en la Cruz Roja, a donde también se acercó el doctor Tomás Rodríguez, muy conocido en los ambientes deportivos de la ciudad. «Todos los ocupantes del vehículo, excepto los jugadores Rafa y Ortega, resultaron heridos, entre ellos varios graves y más de doce personas con lesiones de pronóstico reservado y leves», informaba la prensa de Burgos conforme el parte médico emitido por la mañana; «sufren lesiones graves los jugadores Saso, Vaquero y Goyo, el directivo señor Llames, el masajista Ayala y el chófer, Gregorio Helgosa; de pronóstico reservado, el entrenador Barrios, los jugadores Francisco Lesmes, Babot, Revuelta, Peralta y Aldecoa; de menor importancia, el periodista Ángel Álvaro, redactor del diario «Libertad», y los jugadores Rafael Lesmes, Coque y Lasala.

El ayudante del conductor, Mariano Martínez Ramasco, que sufre lesiones de pronóstico reservado, salvó la vida milagrosamente, pues al ocurrir el accidente salió despedido del vehículo y cayó sentado en la plataforma de la máquina del convoy, donde permaneció hasta el momento en que el tren detuvo su marcha a 150 metros del lugar del suceso».

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Enseguida trascendió la actuación del masajista, Eugenio Ayala, quien, pese a sufrir «subluxación de rótula de pierna derecha, herida contusa en región parietal con sección de arteria temporal superficial saturada y herida en mano izquierda», no dejó en todo momento de atender a los compañeros:

«El shock hemorrágico que padece el masajista señor Ayala fue debido, según las informaciones de los demás lesionados, a que hasta que no sufrió un síncope de anemia siguió asistiendo a todos los accidentados sin haberse atendido él mismo de su lesión», señalaba el parte médico firmado por Antonio Ximénez de Torres y Pablo Hernández Redondo.

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Nada más producirse el accidente, el directivo Ernesto Llames, que sufría «herida en región parietal izquierda de ocho centímetros de extensión y erosiones en ambas piernas», se acercó a buscar al encargado del paso a nivel para que comprobase que estaba abierto, pero no encontró a nadie. Luego se supo que aquel, al darse cuenta del terrible accidente, había huido a través de unos huertos cercanos. Lo detuvieron a las diez de la mañana.

En efecto, todo parecía haberse debido a una negligencia del guardabarrera, Rufino Varona, pues en el momento de la catástrofe el paso a nivel estaba levantado y no había señal alguna que avisara de la llegada del tren de mercancías. El club vallisoletano puso una denuncia contra RENFE y solicitó 400.000 pesetas de indemnización por las pérdidas ocasionadas (aplazamiento de partidos, etc.), pero el juicio no se celebró hasta enero de 1956.

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En defensa de Varona, el abogado Carlos Santamaría adujo «las malas condiciones atmosféricas, el ruido de hojas secas, el estado deplorable de la caseta, que además no tenía comunicación telefónica (?) y la escasa remuneración de este tipo de trabajo, desproporcionado con la gran responsabilidad que de él se exige».

Finalmente, la Audiencia Provincial de Burgos condenó a Varona, como autor de un delito de imprudencia temeraria, a un año de prisión menor y a indemnizar con 43.712 pesetas al Real Valladolid y con 9.250 a cada jugador y acompañantes que resultaron lesionados. Debido a su insolvencia, RENFE resultó condenada, como responsable civil subsidiaria, a abonar dichas indemnizaciones.

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Lo cierto es que el accidente conmovió a la ciudad y suscitó la solidaridad de personalidades, periodistas y organismos diversos. El club recibió telegramas de todo tipo, incluidos de los toreros Luis Miguel Dominguín, Marcial Lalanda y Pepe Luis Vázquez, y la Federación Española de Fútbol, que entonces presidía Armando Martín Calero, aceptó aplazar al 27 de diciembre el partido inaugural del Campeonato, que habría de enfrentar al Valladolid con el Atlético de Madrid el 4 de septiembre.

Lo anecdótico del caso es que, como bien señalaba el mismo Llames en declaraciones a El Norte de Castilla, antes de emprender viaje varios jugadores le habían propuesto pasar noche en Vitoria, donde cenaron, y ahorrarse el tener que conducir de madrugada: «Ya habíamos intentado quedarnos en el hotel Frontón y pedimos habitaciones desde Pamplona, pero no había», reconocía Llames.

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«En vista de ello, dispuse que siguiéramos viaje después de cenar, con el fin de llegar aquí a las tres y media de la mañana, y así podían todos descansar y yo atender a mi trabajo. Al terminar de cenar, alguno insistió en que si no nos quedábamos en Vitoria. Ante las dificultades de alojamiento, yo decidí continuar el viaje... Y... ya ves, me equivoqué, pero Dios nos ha ayudado a todos», aseguraba el directivo del club, quien precisamente acababa de rezar el rosario cuando se produjo el brutal accidente.

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