Vallisoletanos por el mundo
«En EE.UU. te dan más oportunidades para emprender y no te estigmatizan si fracasas»Beatriz Gómez Martínez, vive desde hace 10 años en Calabasas (California-EE.UU.)
«Siempre he sido muy emprendedora y viajera. Valladolid se me quedaba pequeño», confiesa Beatriz Gómez Martínez, quien lleva más de 10 años afincada en ... Calabasas (California, EE.UU.), donde ha formado su familia y donde ha montado un importante negocio en el sector del calzado deportivo. «Somos cuatro hermanos y mis padres nos animaron a todos a estudiar fuera. Querían que aprendiéramos idiomas y tuviéramos otras experiencias», recuerda esta vallisoletana cuyo acento castellano apenas se ha suavizado después de tanto tiempo.
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Desde muy joven Beatriz convirtió su enorme curiosidad y sus ganas de aprender en su brújula vital. Su primer gran salto al extranjero la llevó en 1994 directa a Dublín, para perfeccionar el inglés. Allí aterrizó con apenas 18 años, y se hospedó en un convento de monjas. «Era muy joven y pasaba los fines de semana sola… al final me acabé mudando a una residencia y me fue mucho mejor«. Después llegó Newcastle, en Inglaterra, donde estudió dos carreras, International Business Administration y European Studies and Politics, además de un posgrado en Derecho. Entre clase y clase, sumó alemán y francés a su lista de idiomas. »Siempre pensé que cuantos más idiomas, más puertas se me abrirían«, comenta.
De Alemania a Oregón, pasando por Boston y París
Alemania fue otro capítulo decisivo en su vida. Fue a visitar a su hermana y se quedó para trabajar en Adidas y más tarde en Puma. Fue en esta gran multinacional donde conoció a su marido, Eric Sarin, natural de Oregón (EE.UU.). «Fue una conexión inmediata. Compartíamos la pasión por viajar y por el diseño de calzado», reconoce. Juntos comenzaron un periplo vital y profesional, que les llevó a Boston, les trajo de regreso a España, para volverse a París —donde nació su segundo hijo— y finalmente a California. «Siempre he tenido claro que quería moverme. Lo mío es estar siempre en movimiento, conocer gente nueva y culturas distintas. Nunca me ha dado miedo empezar de cero. Me adapto rápido», afirma. En cada ciudad, Beatriz ha acumulado contactos, conocimientos y una visión más global del negocio que dirigen. «Cuando vives en sitios tan distintos, entiendes que las reglas cambian con la cultura y que no hay una única manera de hacer las cosas», dice.
En Estados unidos, Beatriz y su marido gestionan dos negocios: una consultoría especializada en diseño, desarrollo y fabricación de calzado para marcas internacionales, y Alma Mater Footwear, su propia firma de calzado deportivo de alta gama y fabricado a mano en Portugal. «Ahora estamos lanzando una línea de golf con atletas profesionales de Estados Unidos. Queremos innovar en este mercado, que es enorme. Cuidamos muchísimo el diseño y la calidad», explica. Desde hace cuatro años cuentan con una tienda en Malibú en la que venden en exclusiva su marca. «Es un escaparate increíble. Allí atendemos a clientes que buscan algo diferente, hecho con mimo», dice esta vallisoletana durante su última visita a su ciudad natal.
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Beatriz, como directora de operaciones, se encarga de las relaciones con fábricas, de los contratos, finanzas, recursos humanos y además supervisa la producción y venta de los productos. «Viajo muchísimo por toda Asia, América y EE.UU. y eso es algo que me encanta. Lo cierto es que vivir en California no es barato pero la parte buena es que ser emprendedor allí, es más fácil que en España. En Estados Unidos te dan oportunidades y no te estigmatizan si fracasas; lo ven como una lección aprendida«, subraya.
Sus datos:
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Lugar de nacimiento: Valladolid
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Estudió en: Colegios Pinoalbar, Jesuitinas y el Salvador
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Fecha de partida: 1994
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Lugar actual de residencia: Calabasas (California, EE.UU.)
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Profesión: Directora de operaciones y cofundadora de Alma Mater Footwear
En Calabasas (California) ha criado a sus dos hijos, en un entorno multicultural, aunque siempre con la vista puesta en Valladolid. Cada pocos meses, Beatriz cruza el Atlántico para ver a sus padres y hermanos. «Ahora venimos cada tres meses. Yo siempre he querido que mis hijos tuviesen un contacto muy estrecho con la familia. Me gusta que crezcan con mentalidad internacional, pero también que sepan de dónde vienen», reconoce.
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Cada vez que vuelve a sus raíces, de lo que más disfruta es de las cosas sencillas junto a los suyos. «Echo mucho de menos a mi familia y también a la comida de España. Sobre todo, las croquetas, el lechazo y el vino de Ribera del Duero. También echo de menos esa vida más sociable de salir hasta tarde. En California tenemos una vida social muy activa, pero en España es diferente y mejor. Cuando aterrizo en España y huelo el aire de El Pinar, siento que estoy en casa. En cada visita, aprovecho para recorrer mis calles favoritas y reencontrarme con mis amigos de siempre. Me encanta caminar por la Plaza Mayor y ver cómo todo sigue y todo cambia al mismo tiempo«, prosigue esta emprendedora internacional, que todavía no tiene claro cuál será su destino definitivo el día de mañana. «Me encantaría poder repartir el año entre España, Oregón y California. Lo que sí que sé a ciencia cierta es que nunca dejaré de moverme. Creo que eso forma parte de quién soy… y no voy a parar», concluye.
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