Francisco Javier Acero, obispo auxiliar de México
Vallisoletanos por el mundo
«En México hay muchas desigualdades sociales, pero también tiene el colorido, los sabores y la alegría de la gente»Monseñor Francisco Javier Acero Pérez emigró a Ciudad de México en 1999. En 2022 el Papa Francisco le nombró Obispo Auxiliar
Desde que era muy pequeño, Francisco Javier Acero Pérez (Valladolid, 1973), sintió que su vida estaba marcada por la espiritualidad y el compromiso hacia los ... demás. Quizás tuvo algo que ver, el hecho de empezar a estudiar, con tan sólo dos años y medio, en el colegio San Agustín, de los Agustinos Recoletos. La llamada de Dios y la vocación religiosa, también le llegaron siendo muy niño. A los doce años ya estaba estudiando en el seminario, porque como él mismo dice, «Dios lo tenía clarísimo, y es él, el que me guía». Se formó en Lodosa, Monteagudo, Marcilla... y completó sus estudios de Filosofía y Teología en la Universidad de Navarra. Tras años de preparación, hizo su profesión perpetua en octubre de 1998 y fue ordenado sacerdote en julio del año siguiente, en Valladolid.
El 2 de septiembre de 1999, apenas un mes después de su ordenación, tomó un vuelo con destino a México para cumplir la misión que los Agustinos Recoletos le habían encomendado en aquel país. «Llegué a la colonia Doctores, que es una de las más humildes y violentas de Ciudad de México. Me llamó mucho la atención el carácter tan afable de las familias, su educación y la fe que profesan a la Virgen de Guadalupe. Ciudad de México es un lugar complejo, con muchas diferencias sociales», recuerda. Sin embargo, a pesar de esas desigualdades, el choque cultural no fue demasiado fuerte para él. «Salir de tu país de origen es bueno porque te abre la mente y el corazón, y sobre todo los horizontes. En la Iglesia necesitamos eso, abrir horizontes y dejar atrás tanto narcisismo y egolatría», señala.
Durante trece años estuvo destinado en la parroquia de la colonia Doctores, donde lideró el Proyecto CARDI, un centro de acompañamiento para familiares de pacientes hospitalizados. «Ofrecíamos un lugar para dormir y ducharse. También apoyo psicológico y les ayudábamos a regresar a su tierra. Muchos llegaban a la ciudad solo con lo puesto», relata. Después de esa intensa etapa, pasó tres años en Querétaro como director del Colegio Fray Luis de León, donde además de su labor educativa, impulsó un centro de espiritualidad y una productora audiovisual con programas que aún siguen en emisión.
Entre 2015 y 2022, fue nombrado superior mayor de las comunidades de los Agustinos Recoletos en México y Costa Rica. Coordinó equipos, acompañó comunidades religiosas y trabajó en la fundación de una universidad. «En 2022, regresé a España con una nueva misión, incorporarme a la Curia General en Madrid. Volver después de 23 años en México fue todo un cambio para mí», admite. Pero apenas tres semanas después, una llamada de la Nunciatura Apostólica cambió de nuevo su destino, el Papa Francisco le nombraba obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México. Entonces tenía tan solo 48 años. «Los cambios siempre son buenos, y si son temporales, mejor, porque te renuevan y te hacen ver que la vida es fugaz y que hay que sembrar la paz», indica.
Desde entonces, su día a día lo dedica a la atención a migrantes, a lucha contra la trata de personas, al acompañamiento a familiares de desaparecidos y de jóvenes con tendencia al suicidio, y la coordinación de Cáritas. «Tengo una misión exigente, pero profundamente humana, escuchar los clamores de aquellos que lo están pasando mal, sus gritos de dolor e injusticia y llevarlos a Dios. Esa es mi tarea», subraya.
Sus datos:
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Edad: 51 años
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Lugar de nacimiento: Valladolid
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Estudió en: el colegio San Agustín. Es Licenciado en Teología por la Universidad de Navarra, Máster en Psicoterapia Gestalt (Instituto de Terapia Gestalt región occidente, México) y Licenciado en Psicología por la Universidad Intercontinental (UIC-México).
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Fecha de partida: 1999
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Lugar actual de residencia: Ciudad de México (México)
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Profesión: Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis primada de México
Francisco Javier se define a sí mismo como un «obispo callejero de la fe», que va muy en sintonía con el estilo pastoral propuesto por el Papa Francisco. «Me gusta estar en las casas, en los albergues, en los lugares donde se sufre. Un obispo tiene que estar cerca del pueblo de Dios. Tiene que estar en medio de él», opina y reconoce que esta es la faceta que más le ha transformado. «Defender la dignidad humana te hace ver lo sencillo de la vida. Hemos hecho complejas cosas tan esenciales como un abrazo o una mirada. Necesitamos recuperar la amabilidad en la familia y en la sociedad», añade.
Siempre con Valladolid en el corazón
Aunque vive a más de 9.000 kilómetros de su tierra, Javier Acero nunca se ha desligado de Valladolid. Cuando puede, regresa en Navidad o por compromisos familiares. Aquí viven sus padres y hermanos. «Me gusta pasear por la ciudad, ver cómo crece y hablar con la gente. Y también reírme un poco de nuestra cultura de la queja. Aquí se quejan mucho y agradecen poco. El agradecimiento rejuvenece», dice con una sonrisa durante su última visita a la capital del Pisuerga. Confiesa que echa de menos el lechazo (aunque antes no le gustaba demasiado), las pastas de Portillo, el tapeo y, por supuesto, un buen Ribera del Duero. «No es lo mismo tomarlo a 2.000 metros de altitud que en Valladolid», bromea. «En mi ciudad natal puedes ser uno más, caminar sin más. En Ciudad de México siempre hay que estar pendiente y cuidarse, pero a pesar de todo, México tiene el colorido, los sabores y la alegría de la gente y eso me motiva para seguir trabajando», dice.
Acero es uno de los seis obispos auxiliares que tiene México y no descarta que en un futuro le encarguen una nueva misión dentro de la iglesia. «No hago planes. Así vivo más confiado en la gracia de Dios y me olvido de las expectativas humanas que solo llevan al fracaso y a la frustración», afirma. Él siempre está disponible. «Estoy donde se me necesite. Cuanto más dispuesto estás, más libre eres para servir en la Iglesia. Hay que crear vínculos, pero no acomodarse. No tenemos que vivir acomodados, sino enamorados. Enamorados de Dios», comenta este obispo auxiliar que, de paso, adelanta una gran primicia: «queremos hermanar la Basílica de la Virgen de Guadalupe con el Santuario Nacional de la Gran Promesa de Valladolid».
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