Diez años viviendo en Brasil gracias a la capoeira: «Practicaba esta disciplina en Valladolid, pero fui a probar y me quedé»
Carlos Suárez, de 37 años, natural del barrio de Parquesol confiesa que empezar una vida en Brasil «es muy sencillo porque son muy acogedores»
Más de 5.000 kilometros separan Valladolid, su ciudad natal, de Bauru (Brasil), ciudad donde reside actualmente ubicada en el Estado de São Paulo, al ... noroeste de la capital. La vida de Carlos Suárez (37 años) no se entiende sin su vinculación al mundo de la capoeira, una combinación de acrobacia, baile y otras expresiones corporales, y su pasión por la cultura brasileña. Fue en el año 2006 y en Valladolid cuando empezó a practicar este arte marcial que le ha llevado a trasladar su residencia a Brasil desde hace más de 10 años. «Me fui para probar como era la capoeira allí y me terminé quedando», asegura el profesor de Educación Física en un colegio de Bauru (Brasil).
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Su vida en Valladolid, más concretamente en el barrio de Parquesol, también estaba vinculada al deporte. «Practicaba natación y capoeira aquí», explica Carlos Suarez. Estas disciplinas deportivas obligaron al joven a recorrer buena parte de los colegios y centros escolares vallisoletanos para adaptar sus estudios con los entrenamientos deportivos. «Estudié en el Ignacio Martín Baro de Parquesol, en García Lorca, en La Merced, en el Juan de Juni y en el Zorrilla los últimos dos años de Bachillerato», recuerda quien ahora reside en Brasil.
Sus datos
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Lugar de nacimiento: Valladolid
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Estudió en: Ignacio Martín Baro de Parquesol, en García Lorca, en La Merced, en el Juan de Juni y en el Zorrilla los últimos dos años de Bachillerato
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Fecha de partida: 2014
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Lugar actual de residencia: Marilia, en el Estado de São Paulo (Brasil)
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Profesión: Profesor de Educación Física y de capoeira y defensa personal
La primera vez que piso su actual país de residencia, Carlos Suárez se enamoró de la cultura brasileña. «Recuerdo que fue en el año 2012 cuando pisé Brasil por primera vez gracias aun tío reliogo que tenía viviendo en Marilia, otra ciudad del país. Después volví en 2013 y cuando regrese en 2014 me planteé la opción de hacer las pruebas de acceso universitario allí en Brasil», confiesa el profesor de Educación Física, en un colegio marianista del país que comparte la misma orden religiosa que el Colegio Nuestra Señora del Pilar de Valladolid.
La vida fue creando un nuevo camino en Brasil y entró a estudiar Magisterio allí. «El primer año de universidad me lo pagué con pequeños trabajos que me salían por las tardes y gracias a que mi tío me acogía en su casa y no pagaba alojamiento. Los años fueron pasando y fui cambiando de ciudad y de trabajo hasta que en tercero de carrera me salió la oportunidad de empezar en un gimnasio como monitor en Bauru, donde me mudé en 2019», relata Carlos Suárez.
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El contraste de la cultura española con la brasileña es proporcional a la distancia que las separa. «La cultura brasileña es muy amplia porque es un país casi continental, una característica es que son muy acogedores y facilita mucho el estar allí o llegar nuevo al país. Otra diferencia importante que sufrí fue la lengua brasileña porque aunque se parece al castellano no es lo mismo y estudié gracias a libros y películas», afirma el vallisoletano.
El deporte forma parte del día a día de Carlos Suárez aunque echa de menos «practicas en ambientes abiertos, que es algo que no se lleva mucho en Brasil, no salen a correr por el parque o con la bicicleta». El nivel de vida económicamente hablando no es fácil en Brasil. «Tanto yo como mi mujer tenemos la suerte de tener los dos trabajo estable pero hay dos problemas en la economía: la inflación y la devaluación de la moneda. Tomarme un café aquí en Valladolid me cuesta siete veces más que en Brasil pero acceder a una vivienda o a un coche es como pagar dos vehículos o dos propiedades por los altos impuestos», confiesa Carlos Suárez.
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Durante su visita a Valladolid, donde intenta volver un año sí y una año no, y «el año que no vengo yo van mis padres a visitarnos allí a Brasil» confiesa, refugiado del calor vallisoletano bajo la puerta de entrada al Consistorio, que lo que más echa de menos gastronómicamente hablando «es el jamón, el buen vino y la comida de mi madre» aunque Brasil «también tiene muy bueno vinos, que estoy actualmente estudiando enología allí».
Su día a día comienza a las 7:30 horas de la mañana, «porque los brasileños madrugan más que los españoles pero también se van antes a dormir», cuando empiezan las clases en el colegio donde trabaja como profesor. «Por la mañana, hasta las 12 doy clase a los niños y niñas de Primaria, después paramos a comer y por la tarde hasta las 16 doy a la ESO. Cuando termino tengo actividades extraescolares como profesor de capoeira y defensa personal. Llego a casa sobre las 19 y paso tiempo con mi mujer», relata Carlos Suárez.
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