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Una mujer comprueba los niveles de glucosa en sangre. Henar Sastre

La diabetes afecta a más de 32.000 personas en Valladolid

El secretario de ADIVA, Enrique Martín, asegura que su aparición y desarrollo están ligados a la presencia de obesidad y sedentarismo

Eva Esteban

Valladolid

Lunes, 18 de marzo 2019, 13:59

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Tomarse un bollo azucarado un día de antojo. Beberse un refresco bien frío en verano o una copa de alcohol una noche de fiesta. Estos hábitos «tan simples», a priori al alcance de cualquier persona, no pueden -«más bien no deben»- hacerlo en la provincia de Valladolid más de 32.000 ciudadanos. El motivo no es otro que por la diabetes, una enfermedad «silenciosa» que consiste en un incremento de los niveles de glucosa en la sangre por encima de los usuales. Según las estadísticas que maneja la Asociación de Diabetes de Valladolid (ADIVA), en los últimos años se ha producido un «incremento bastante notable» en las personas que lo padecen, principalmente los enfermos de tipo 1.

«Todos los años aumenta bastante principalmente por la vida que se lleva, los malos hábitos y el sedentarismo», asegura el secretario de la entidad, Enrique Martín Gallego. Las cifras son alarmantes. Valladolid es la segunda provincia de Castilla y León donde hay un mayor número de diabéticos (6,2%), únicamente por detrás de León, con 33.205 habitantes, el 7,16 % de la población. A la cola está Soria, con 5.504 casos diagnosticados. Asimismo, en el conjunto de la comunidad, cerca de 145.000 personas lo sufren, de las que el 52,45% son hombres (76.062). «Claro que nos preocupan estas cifras, es que te condiciona la vida de un día para otro», argumenta el secretario.

A ello, además, hay que añadir que «hay muchos» que no saben que lo son. En la diabetes tipo 2, la que padece el 90% de los afectados en Castilla y León, los síntomas no son evidentes hasta que algún órgano «ya está dañado». En este caso, a diferencia del tipo 1, la enfermedad es «reversible». «Si se cambian los hábitos se puede dar la vuelta a la situación. La gran mayoría empieza tomando pastillas, pero a eso hay que añadirle una buena alimentación, hacer deporte y huir de una vida pasiva», argumenta Martín. Aunque sea «la misma enfermedad», lo cierto es que «hay un mundo» entre un tipo y otro. Si bien la diabetes tipo 1 puede aparecer a cualquier edad, principalmente entre niños y adolescentes, «y no tiene una causa exacta», la de tipo 2, «la más conocida», la padecen principalmente personas mayores «con sobrepeso y que no ha cuidado la alimentación».

El cansancio, la pérdida de peso y las ganas «continuas» de ir al baño, principales síntomas

Como cualquier enfermedad, lleva consigo una serie de «riesgos y peligros». «Ojalá fuese solo no poder comer una cosa u otra», advierte Martín. El cansancio es el primer síntoma que aparece. Las ganas de ir al baño se multiplican y, «por mucho que comes», adelgazas. Tanto, que incluso una persona puede llegar a perder diez kilos en tan solo tres días. «La pérdida de peso es brutal. Como ese nivel de glucosa no entra por las células, éstas no tienen manera de obtener energía, por lo que se buscan la vida por otro camino, e intenta obtener esa energía por los típicos michelines».

De un día para otro, «sin comerlo ni beberlo», apostilla Martín, «te cambia la vida». Tienen que estar constantemente en alerta. Pero con el paso del tiempo «te acostumbras y vas equipado». Por ejemplo, Enrique Martín siempre lleva consigo una «bolsita» de azúcar para «por si acaso». «Te puede dar un bajón en cualquier momento, y por ello, desde la asociación damos charlas para que los niños diabéticos sepan lo importante que es llevar un sobrecito por si alguna vez les pasa», reconoce.

Retos futuros

Saben que cada vez la gente está «más concienciada» de la importancia de llevar una vida saludable, pero tratar de hacer extensibles estos principios al conjunto de los vallisoletanos es esto un reto para la asociación. «Intentar cambiar los hábitos de la población, sobre todo en lo relativo a la ingesta de nutrientes, es nuestro principal objetivo», subraya. Junto a ello, además, pretenden promover el deporte, «aunque con precaución porque bajan los niveles durante el ejercicio». «Tenemos que hacer que la gente sea consciente de que estas rutinas inciden directamente en sus niveles de azúcar, que no es algo ajeno ni que no vaya con ellos. Al final es por su salud», concluye Martín.

«Es una enfermedad muy esclava, tienes que estar atento todo el día»

Enrique Martín. El Norte

oletano Enrique Martín Gallego tuvo un «debut» amargo. No saltó por primera vez a un terreno de juego -«ya me hubiera gustado», bromea- ni tampoco vio frustrado uno de sus sueños. «Algo mucho peor», recuerda este vecino de Medina del Campo. Enrique, por entonces con 26 años, no se lo podía creer. «Siempre había sido un chico sano» y había mantenido una dieta equilibrada, pero le detectaron diabetes tipo 1, «la minoritaria». «Fue repentino. Me acuerdo que me encontraba mal y pasé el día como pude, pero ya al siguiente día dije: 'joder, esto no es normal'. Nunca me imaginé que podía ser diabetes», afirma.

Pero antes de acudir al médico buscó «por mi cuenta» todo tipo de remedios, pero «nada me calmaba». Por mucho agua que bebía, su sed no se saciaba. «Recuerdo que paré en un bar y me tomé cinco tónicas en quince minutos de la sed que tenía, imagínate», asegura.

Lo más difícil «y a la vez más fácil» fue asimilarlo. «Sabemos lo que hay desde el primer día de diagnóstico. En cuanto debutamos, somos insulinodepentientes, lo necesitamos para vivir; si no, nos morimos», indica. Es algo que tiene completamente interiorizado. Sabe que tiene que estar pendiente de sus niveles de glucosa «las 24 horas del día». «Es una enfermedad muy esclava, cansa mucho psicológicamente; es como un martillo que te da continuamente», sostiene.

De hecho, es lo primero que hace «nada más» despertarse. Un pinchazo en la yema del dedo «para saber dónde estás» y a disfrutar del día «como cualquier otra persona». Así, hasta cinco veces al día. Después de cada comida, «picotazo».

Pérdida de conocimiento

Para este comercial, veinte años «dan para muchos episodios». Uno de los que peor recuerda ocurrió en 2008. El nivel de glucosa en la sangre le bajó descabelladamente. Tanto, que perdió el conocimiento y precisó de la ayuda de un tercero para que le inyectara glucagón. «La hipoglucemia es lo que más miedo nos da. Tiene un peligro, y es que a veces pierdes el conocimiento y, por tanto, ya no dependes de ti. Necesitas que alguien te ayude».

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