Cuatro docentes de Valladolid, entre los mejores de España
Los Premios Educa Abanca reconocen la pasión, vocación y compromiso educativo de los profesores Juan Carlos López, Ismael Simón, Juan Carlos González y Alejandro de Miguel
La educación vallisoletana vuelve a brillar a nivel nacional. Cuatro profesores de la provincia han resultado nominados a los Premios Educa Abanca 2025, conocidos como ... los Goya de la Educación. Se trata de unos galardones que reconocen a los mejores docentes de España. En esta 9ª edición han sido más de 1.500 las candidaturas que se han recibido a nivel nacional, de las que solo 128 han sido seleccionadas. Entre ellos figuran cuatro profesores que enseñan en Valladolid, en distintos niveles educativos.
Los nominados son Juan Carlos López Rodríguez, profesor del CRA Campos Góticos de Medina de Rioseco, en la categoría de Educación Primaria; Ismael Simón Álvarez, docente en el Centro Gregorio Fernández, en la categoría de Formación Profesional. En esta misma categoría también está Juan Carlos González Hernández, del CIFP Río Duero, quien fue elegido Mejor Profesor de España en la pasada edición; y Alejandro de Miguel Álvaro, profesor en la Universidad de Valladolid, nominado en la categoría de Educación Universitaria. «El hecho de que haya cuatro nominados de Valladolid es un indicativo del buen trabajo que se está haciendo. A lo largo de las nueve ediciones ha habido numerosos nominados y también ganadores. Hay un buen nivel en la provincia», destaca Juan Carlos Hernández.
Estos galardones tienen la particularidad de que son los propios alumnos y sus familias quienes proponen las candidaturas. El jurado evaluará ahora los méritos académicos y profesionales de cada uno de los nominados y el 5 de octubre dará a conocer el listado con los diez finalistas por categoría. Habrá que esperar hasta el 8 de noviembre, durante la Gala Anual de los Premios Educa Abanca, para conocer los nombres de los ganadores definitivos.
Con perfiles muy diversos, desde la escuela rural hasta la universidad, pasando por la FP, a los cuatro profesores vallisoletanos les une la misma vocación de servicio, el compromiso, la innovación en el aula y la atención emocional. Todos ellos coinciden en que educar es mucho más que enseñar contenidos, «es acompañar, transformar y sembrar futuro».
Juan Carlos López Rodríguez Profesor del CRA Campos Góticos de Medina de Rioseco y nominado en la categoría de Educación Primaria
«Me dejo la piel en cada cosa que hago»
«Soy maestro, y estoy enamorado de mi profesión. Francamente, pagaría por trabajar», afirma Juan Carlos López (Valladolid, 1965), un educador vocacional que lleva 35 años dejando huella en las aulas, los últimos 27 en el CRA Campos Góticos de Medina de Rioseco, donde vive. Antes pasó por Zamora, Sanabria o Mallorca, y también ha trabajado en educación de adultos, centros de formación y educación física. Él es doctor en Ciencias de la Educación, escritor y psicoterapeuta humanista integrativo. Su vida gira en torno al aprendizaje y al acompañamiento emocional de sus estudiantes y sus familias. «En mi línea de trabajo hablo de escuela con 'H' y de educación con 'H', porque hablo de la humanización de la educación», explica. Su enfoque pone en el centro a los niños y a sus realidades emocionales. «El niño que más lo necesita, no solo a nivel académico, debe ser el primero en ser atendido», opina.
Su compromiso no termina en el aula. Juan Carlos trabaja también con padres y abuelos, convencido de que la educación es una tarea compartida y que la implicación de las familias es clave. Sobre los retos del sistema educativo opina que «Estamos ante una escuela multi-todo, bicultural, diversa y en constante cambio» y reconoce la riqueza de esta diversidad, pero también los desafíos, como la falta de formación específica del profesorado, la necesidad de adaptar el sistema de selección de docentes y el aumento de alumnos con necesidades específicas. También insiste en que «se están haciendo muchas cosas bien» y es de los que rechaza los discursos pesimistas. «Cuando se demoniza la adolescencia yo digo que tenemos adolescentes maravillosos», indica.
Imparte conferencias por toda España, siempre con su receta de tres ingredientes imprescindibles, «el humor, el amor y el dolor». Le gusta escribir textos breves y sencillos, que «hagan tilín por dentro y dejen buen cuerpo». Porque si algo le define, es su capacidad para ilusionarse con cada proyecto. «Me dejo la piel en cada cosa que hago». Para él, ser elegido mejor profesor de España en su categoría, «sería un respaldo, un agradecimiento a todos los padres que me han nominado y una gran alegría para compartir con los alumnos», dice emocionado este profesor de inglés del medio rural. A él lo que le apasiona es enseñar a vivir, a sentir y a mirar a los demás con empatía. «En mis clases no solo se aprenden contenidos, se aprende a ser», dice, y añade «y eso para mí es salario emocional».
Ismael Simón Álvarez Profesor en el Centro de Enseñanza Gregrorio Fernández y nominado en la categoría de Formación Profesional
«Ser docente hoy es también ser acompañante emocional y social»
«Lo más importante es que los alumnos se sientan escuchados y que lo que les dices, les llegue», afirma Ismael Simón (Laguna de Duero, 1991), profesor en el Centro de Enseñanza Gregorio Fernández de Valladolid, en los ciclos formativos de Educación Infantil e Integración Social. Es también orientador, coordinador del programa de bienestar emocional y salud mental, coordinador de igualdad y miembro del departamento de convivencia. Él es un firme convencido de que la escuela del siglo XXI debe ser un espacio donde el cuidado emocional y la inclusión sean prioridades reales.
Estudió Psicología, cursó un máster en Psicología Sanitaria y comenzó su carrera profesional en un centro de psicopedagogía. Allí combinó la terapia individual con intervenciones en dificultades de aprendizaje, lo que le despertó un profundo interés por el ámbito educativo. «Me encanta trabajar con y para la comunidad. Educar en ámbitos como la infancia o la integración social me parece una maravilla», dice.
Su nominación ha sido una sorpresa muy celebrada. «Me han escrito mensajes como 'te lo mereces' o 'qué ilusión', y eso para mí es un regalo. No sé quién me ha nominado, pero con que haya sido uno solo, ya es suficiente para emocionarse», afirma. «Ser elegido como Mejor Profesor de FP de España sería una alegría enorme por visibilizar el trabajo en equipo que hacemos desde la FP, que es una enseñanza valiosa y muchas veces poco reconocida», añade este profesor, que defiende una educación centrada en lo emocional, en la flexibilidad pedagógica y en la responsabilidad social del docente. «Un buen educador del siglo XXI debe ser emocionalmente competente. La escuela y la FP son hoy espacios donde emergen emociones complejas como la ansiedad, bloqueos, falta de sentido, problemas del estado de ánimo… y si no tenemos herramientas, difícilmente podremos cuidar sin desgastarnos», opina y también señala que el aula actual exige flexibilidad y adaptación. «Cada alumno llega con una historia única. Las necesidades emocionales, sociales y culturales son diversas, y eso exige una pedagogía consciente y viva. Ser docente es también ser acompañante emocional y social. Acompañamos procesos de maduración, crisis personales, construcción de identidad y eso no se hace solo con libros, se hace con presencia, escucha y vínculo. Trabajar como docente es tomar partido por el cuidado, por la igualdad de oportunidades, por el desarrollo integral del alumnado», sentencia.
Juan Carlos González Hernández Profesor del CIFP Río Duero y nominado en la categoría de Formación Profesional
«El mayor reto es que el alumnado entienda el valor del esfuerzo y del trabajo»
«Para mí, ser elegido otra vez mejor profesor de España sería un aliciente más para seguir trabajando en la misma línea de lo que he estado haciendo durante estos años», dice Juan Carlos González Hernández (Palencia, 1983), docente en el Centro Integrado de Formación Profesional Río Duero de Valladolid. Y lo dice desde la experiencia, ya que en 2024 resultó elegido Mejor Profesor de España en su categoría, tras una trayectoria en la que ha sido nominado en tres ocasiones.
Su trayectoria profesional arrancó en el mundo del deporte. «Me gustaba enseñar a los niños la práctica deportiva y ciertas modalidades en las que me movía. A partir de ahí surgió la posibilidad de dar clase en FP y enfocarlo desde otro punto de vista, desde lo académico, pero sobre todo desde la orientación hacia el empleo», apunta este profesor que imparte clase en ciclos formativos de Educación Infantil y de Guía en el Medio Natural y Tiempo Libre. Su enfoque va mucho más allá del currículo. Su objetivo es formar técnicos competentes y, sobre todo, personas comprometidas. «El mayor reto educativo ahora mismo es lograr la adherencia al aprendizaje. Que el alumnado no venga solo a sacarse un título para trabajar, sino que entienda el valor del esfuerzo, del trabajo, y se prepare de verdad para una vida profesional que durará décadas», sostiene.
La suya es una educación con vocación práctica. «Vamos a pasar 35 o 40 años trabajando en el sector para el que nos hemos estado formando durante solo 2, 4 ó 6 años. Por eso, lo que aprendemos ahora tiene que ser realmente significativo», opina este profesor que ante esta nueva nominación se siente tan emocionado como la primera vez. «Es una forma de reconocer el trabajo diario, no solo dentro del aula, sino también en todo lo extracurricular, los proyectos, las actividades de convivencia, las propuestas solidarias... Todo eso luego lo llevas al aula y marca una diferencia», añade.
Él tiene muy claro cuáles son los valores que definen a un buen docente, «planificación, capacidad de trabajo y capacidad de adaptación. Porque el sistema educativo cambia constantemente, y la tecnología nos obliga a movernos con rapidez» y, aunque reconoce que las tecnologías son una herramienta clave en el aprendizaje, también lanza una advertencia sobre su mal uso. «La tecnología está bien, pero estamos totalmente absorbidos. Es muy difícil lograr que los alumnos desconecten de sus teléfonos, incluso al ir al baño. Es una batalla constante», concluye.
Alejandro de Miguel Álvaro Profesor en la Universidad de Valaldolid y nominado en la categoría de Educación Universitaria
«Intento traer la realidad exterior al aula»
«Para mí, resultar ganador sería un orgullo, pero con estar en esta lista de nominados, ya soy feliz», afirma Alejandro de Miguel Álvaro (Segovia, 1993), doctor en Psicología y profesor en la Universidad de Valladolid. Su especialidad es la psicología forense, una disciplina apasionante que enseña a los alumnos del Grado en Criminología, en la Facultad de Derecho. «En la universidad hacemos carreras docentes investigadoras y fui descubriendo poco a poco que la docencia era de las cosas que más me llenaban», cuenta. A medida que avanzaba en su etapa predoctoral, fue sintiendo que lo suyo no era solo investigar, sino compartir lo aprendido, transmitir pasión y conectar con el alumnado. «Mi campo es la psicología forense, que es apasionante y creo que eso hace que conecte con los alumnos», prosigue. Y esa conexión es, para él, el núcleo de su forma de enseñar. Desde que empezó —hace seis años, el último de ellos en la UVa— su forma de enseñar ha estado marcada por la intuición, la experiencia directa y el método de ensayo-error. «Por desgracia, no tenemos un itinerario formativo que nos enseñe a dar clases, así que tienes que aprender poco a poco», reconoce.
Esa curva de aprendizaje le ha llevado a desarrollar un estilo docente que apuesta por metodologías activas y realistas. «Intento traer la realidad exterior al aula, que es algo que funciona muy bien en la universidad», dice. Para él dar clase no se trata solo de explicar contenidos, sino de generar motivación y relevancia. «El reto es que nuestros alumnos sean los mejores profesionales, y para eso tenemos que conectar con el mundo real, adaptándonos al ritmo que está cogiendo esta sociedad, a los cambios tecnológicos y sociales» prosigue.
Si hay algo que le emociona especialmente de esta nominación es que haya partido de sus propios estudiantes. «En la universidad nos cuesta tanto que los alumnos rellenen las encuestas docentes, que el hecho de que me hayan propuesto por su cuenta... me llena de orgullo. Aunque haya sido solo uno, ya me llena el corazón», reconoce y sobre lo que supondría ganar el premio, lo tiene claro. «Sería un reconocimiento al trabajo, a la preparación de las clases y al ímpetu que le pongo en motivar al alumno. También sería un reconocimiento institucional. Formo parte de la Universidad de Valladolid, que es la que me da herramientas que luego puedo implementar en el aula. Y para mí sería bonito poder representar a una universidad pública en este aspecto», apunta.
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