Valladolid
La conversión del Subterfugio en trasteros devuelve a la memoria la mítica sala de conciertosEl local de la calle Perú fue referente de la escena 'indie' y rocanrolera entre 1994 y 2003
«Ha sido un placer!!! 1994-2003», rezaba la tarjeta con la que se despedía de la escena musical la mítica sala Subterfugio, en el ... número 4 de la calle Perú. El adiós se acompañaba con la ilustración de un joven con el torso desnudo y gafas de sol mostrando en su mano la víscera del corazón, una imagen con la que se quería expresar el agradecimiento por una fidelidad de casi una década. Ese 25 de octubre, sábado, pincharon Josua, LAFC, Gonzalo, Javitxi, Soko, C. Valdés, Carlos Raúl y Juan. Era la última sesión, el colofón a una trayectoria de éxitos, que marcó a toda una generación de vallisoletanos que pudieron conocer en este espacio trangresor algunas de las bandas y artistas más importantes de la escena 'indie' y rocanrolera.
Su 'alma máter': César López, apodado por todos como César Picota por esa nariz prominente que le venía de familia. Con él, ya fallecido, sus socios, Tito y Jose 'el calvo', lograron que 'el Subter' se convirtiera en una referencia para disfrutar de algunos grupos que comenzaban a despuntar y que llegaron a lo más alto. También de estrellas consolidadas que hacían escala en ese sótano con un aforo para 98 personas (siempre estirable) y que había cogido un relevante caché en el resto de España gracias al boca a boca. ¿Nombres? Australian Blonde, Dee Dee Ramone, Dover, Sex Museum, Alaska y Nacho Canut, Buenas Noches Rose, Killer Barbies, Sexi Sadie, M Clan, Fito y los Fitipaldis, Violadores del verso... y muchísimos más, como lo acreditan las decenas de fotos que Ricardo Otazo tiró para El Norte durante esos años.
Ahora, una lona sobre la fachada del local anuncia la conversión, ya en marcha, para transformar el que fue un templo de los conciertos en un espacio con 38 trasteros, con superficies entre los tres y los más de siete metros cuadrados. Estará listo en noviembre. Mantendrá esas escaleras que utilizaron miles de noctámbulos, pero se sumará la instalación de un montacargas para mover los enseres que se almacenen. La usuaria de la red social X ETGafapasta colgaba hace unos días la foto y, de inmediato, a muchos que ahora ya rondan o superan los 50 les venían a la memoria aquellas noches guitarreo y batería, música electrónica y tragos que se alargaban en muchas ocasiones hasta bien entrada la mañana.
«Todo fue muy loco, muy divertido, no buscábamos ser profesionales, pero al final todo salía bien», destaca Roberto Terne, promotor musical y colaborador de este periódico. Él y César hicieron migas rápido para ofrecer una programación nunca vista en la ciudad, donde también la Mambo, Radiola o Asklepios eran enclaves importantes para los directos. «Yo creo que los artistas apreciaban la hospitalidad excelente y entrega que se les dedicaba en el Subterfugio; estábamos muy atentos a lo que sucedía en el panorama para intentar traer a los mejores; en aquel Valladolid de los noventa todo el mundo estaba en la calle, se salía a tope de jueves a domingo», rememora con nostalgia el promotor, uno de los que no se perdía ni una entonces.
Confirma Luis López, hermano de César y encargado de la escenografía de los conciertos, que fueron unos años muy especiales. «La historia comenzó justo enfrente, en la Metro, pero no tenía licencia de sala de fiestas y siempre había problemas por el ruido, venía la Policía...», recuerda. Así que cuando vieron la oportunidad de contar con un local insonorizado y con las autorizaciones para poder ofrecer música en directo cruzaron de acera y se montó el lío. Lo hicieron con un nombre «sonoro, profundo y alternativo, el de lograr el objetivo a través de caminos diferentes... subterfugio tenía fuerza», describe Luis. Corría el año 1994.
«Comenzó una época gloriosa, yo la recuerdo con muchísimo cariño; la gente nos solía decir 'yo no sé quién toca este sábado, pero si los traéis vosotros seguro que mola'», relata. Su hermano tenía «muy buena vista» y sabía lo que podía pitar en coordinación con Terne, pero además era una persona que «daba muchas oportunidades» a las bandas locales que empezaban su andadura. «Algunos nos decían que si podían poner en sus currículums que habían tocado aquí porque cogió fama en toda España; César siempre fue muy altruista, muchas veces llenaba la sala, pero no ganaba dinero, lo que en ocasiones generaba algunos roces entre los socios», comenta Luis.
El Subterfugio eran conciertos, pero había mucho más. Era un espacio para continuar la fiesta tras el paso previo por el legendario Landó, en la cercana calle Galatea, y un enclave para poder desmelenarse bailando con los mejores DJ del panorama local y también nacional. En la barra de arriba, unas copas más tranquilas y unas partidas en el futbolín. Abajo, marcha y más marcha, con sesiones que, en ocasiones, llegaban hasta primera hora de los lunes. Tela.
El adiós de los tres socios aquel mes de octubre de 2003 no supuso el cierre del local. «Aguantó como dos años más, pero ya con otro ambiente». El Subter perdió su gancho para convertirse en otro bar de copeo para los crápulas con más aguante, un 'after' ya sin tanto encanto. Finalmente, se clausuró. Ahora esa tendencia urbana hacia la conversión de locales a pie de calle en viviendas o trasteros pone el punto final a una historia que siempre perdurará en el recuerdo de muchos vallisoletanos, ya talluditos, que pudieron disfrutar de un ambientazo musical y de fiesta al más alto nivel.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión