El Clínico cumple 30 años de trasplantes de riñón rozando los 1.500 injertos
«Supuso un desafío para el hospital y mucho trabajo de preparación», recuerdan los precursores de una intervención que «cambia la vida de las personas»
De depender cada dos días de conectarse a una máquina de diálisis que filtre lo que no pueden depurar unos riñones en situación de insuficiencia crónica terminal ... a recuperar la libertad de hacer vida normal. Eso es lo que implica para un paciente un trasplante de riñón y este 5 de diciembre se han cumplido 30 años del primero que se realizó en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, iniciando un camino que roza en este momento los 1.500 injertos renales. Concretamente, 1.480.
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«Ahora tenemos trasplantados por encima de 80 años. Si el paciente está en condiciones, le podemos trasplantar perfectamente»
Alicia Mendiluce
Jefa del Servicio de Nefrología del Hospital Clínico
La primera paciente fue una mujer de 30 años que recibió un riñón de una joven de 17 traído expresamente desde el Hospital de Cruces de Baracaldo, centro que fue clave en la formación de los profesionales de Valladolid, que pasaron también por el Ramón y Cajal de Madrid e incluso viajaron hasta Ginebra, donde había un hospital referencia en trasplantes renales que atendía a la población suiza y recibía enfermos que podían pagar la intervención con los 'petrodólares' de los países árabes. «Supuso un antes y un después para este hospital, porque hacer trasplantes aumenta mucho el nivel científico y técnico de un centro. Pusimos en marcha y formamos un equipo de más de 100 personas, con una gran implicación, que funcionó muy bien», recuerda Francisco Gandía, coordinador de trasplantes en aquel momento en el Clínico, que entonces era médico adjunto en Cuidados Intensivos. 1995 daba sus últimos suspiros y a ese primer injerto siguió otro antes de acabar el año.
Lograr acreditación para trasplantar riñones abría la puerta a injertos de otros órganos. A ello se pusieron, entre otros profesionales, el doctor Gandía, a quien luego relevaría como coordinador de trasplantes Pablo Ucio; los nefrólogos Jesús Bustamante y Alicia Mendiluce; el anestesista Javier González de Zárate y el inmunólogo Antonio Orduña; Lola Rivero, uróloga quirúrgica y los doctores Egea y Del Busto, compañero de bisturí; y enfermeras como Lola Valle, Benita Gómez, María Jesús Pérez o Candelas Prieto.
Había que empezar por ahí, por el trasplante renal. En el caso del hospital vallisoletano se sumó luego el trasplante de corazón. El de hígado se programó en el Río Hortega, aunque profesionales de ambos centros de Valladolid han llevado a cabo, en trabajo cooperativo, intervenciones con dobles injertos hepático-renales. Junto con el de riñón, el Clínico preparó hace 30 años su candidatura al trasplante de pulmón, llegando a formar profesionales en Francia. Lo tenía muy trabajado, pero esa opción no llegó a puerto. La Consejería de Sanidad de la Junta impulsó hace poco más de un año la realización de injertos pulmonares en el hospital de Salamanca.
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De ese grupo de pioneros en la técnica renal en el Clínico pucelano sigue en activo Alicia Mendiluce, actual jefa del Servicio de Nefrología. «Hay pacientes que tenemos con 28 años de trasplante y les seguimos viendo», destaca esta especialista, clave en la confección del programa de trasplantes hace 30 años al haberse formado en un centro madrileño que ya los hacía y recalar en Salamanca, primer hospital en Castilla y León que injertó riñones, antes de aterrizar profesionalmente en Valladolid. La doctora Mendiluce explica la evolución en los perfiles de receptores y donantes, mucho más amplios ahora. El inicio quedó constreñido a personas jóvenes principalmente, con los 60 años como límite, y sin enfermedades añadidas más allá de la insuficiencia renal a una situación actual más flexible. «La medicina ha avanzado en todo. Pacientes a los que antes no se trasplantaba porque tenían ciertas patologías, se incluyen hoy en la lista de espera de trasplante. Incluso con cánceres que se curan... Y tenemos trasplantados por encima de 80 años. Si el paciente está en condiciones, le podemos trasplantar perfectamente», precisa la especialista en Nefrología.
Edad y espera
92 Pacientes
Están incluidos en la lista de espera del Clínico de Valladolid para el trasplante de riñón. La edad media de las personas que han recibido un injerto renal es de 60,2 años. La paciente más joven que ha pasado por quirófano tenía 17 años y el más longevo, 84.
Antes, los candidatos a recibir un riñón entraban en lista de espera desde la diálisis. «Hoy incluimos a pacientes que no han llegado a entrar en diálisis, pero están cercanos a necesitarla», precisa Alicia Mendiluce, que incide en lo que mejora la vida con un trasplante de riñón: «Son personas a las que sacamos de la dependencia de la máquina y su calidad de vida mejora a todos los niveles, cardiaco, de control de la tensión, incluso cutáneo, que pueden plantearse embarazos... Es un cambio de vida total».
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Y parejo al perfil del receptor ha ganado amplitud el del donante, alargándose la edad e incorporando personas con patologías que antes suponían un descarte y ahora no. A las donaciones en muerte cerebral se han sumado, además, las extracciones en 'asistolia', en fallecidos por parada cardiorrespiratoria, que han permitido contar con más órganos y suplir el descenso de donantes que dejaba tiempo atrás el luctuoso balance de los accidentes de tráfico. Las muertes en el asfalto, por fortuna, han bajado, pero los órganos llegan por otras vías y eso no ha resentido la actividad quirúrgica de injertos. Hoy en día priman los donantes que fallecen en la UCI y se está fomentando el trasplante de donante vivo.
Ese es el momento actual, pero en diciembre de 1995 estaba todo el camino por andar. «Realmente nosotros teníamos personal suficiente, pero no había una estructura hospitalaria para planificar la unidad de trasplante, que requería espacios y condiciones especiales de aislamiento, y eso tardó bastante en lograrse y luchamos por ubicarla en un lugar correcto», recuerda Jesús Bustamante. «Nosotros llevábamos mucho tiempo haciendo extracción de riñones de donantes, teníamos esa experiencia, pero para poder trasplantar debimos reforzar la formación de cirugía vascular y hacer cursos de microcirugía», apunta la doctora Lola Rivero. Ella y sus compañeros de bisturí hicieron kilómetros a deshoras entre Valladolid y Bilbao. Cuando les avisaban de que había trasplante en el Hospital de Cruces se plantaban allí, con el equipo de enfermeras, para aprender y ganar experiencia. A la hora que fuese.
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Antonio Orduña era integrante en 1995 de la sección de Inmunología, área clave para emparejar donante y receptor con éxito, pues se encarga del estudio de compatibilidad y de los tipajes previos y también de controles posteriores para evitar que el 'huésped' rechace el implante. Ese ámbito también se reforzó.
El efecto 'mejora'
El trasplante obliga a un trabajo en equipo de mucha gente, que debe conducirse con la precisión de un reloj suizo. Multidisciplinar. De profesionales que «a veces están en segunda línea, porque se habla de los urólogos, los nefrólogos, pero hay una cantidad de personas detrás muy potente sin las cuales no es posible hacerlo», explican los promotores. Rememoran un inicio en el que hubo que superar escollos de decisiones políticas que lastraban las sanitarias. Hubo un año casi en blanco, que fue 1996, pero todo se recondujo en 1997. Trabas superadas, dicen, con empeño y poniendo mucho corazón en ello, porque no se abonaba ese sobreesfuerzo económicamente o eran cuantías irrisorias cuando se hacía. «Podías estar una semana de guardia localizada, sin poder distanciarte más de 30 minutos de Valladolid, y solo se pagaba, y mínimamente, si había trasplante», subrayan. Y en algunos casos, como las dos primeras intervenciones, ni eso.
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«Que haya trasplantes en un hospital lo mejora muchísimo. En todos los aspectos. En los servicios directamente implicados, pero también en Anatomía Patológica, Microbiología, Radiología... El trasplante mejora a todo el hospital. Hay servicios imprescindibles, como Nefrología, Urología, Inmunología o Anestesia, pero también se potencian los de exploraciones complementarias. Los hospitales progresan mucho si hay programas de trasplantes de órganos», resume Francisco Gandía, uno de los pioneros de los injertos de riñón, programa que suma y sigue después de 30 años en el Hospital Clínico de Valladolid. El año pasado cerró con 72 injertos renales. Una cifra crecedera. A finales de este mes de noviembre se contabilizaban ya 78.
«¿Cuándo me va a tocar a mí?», del cartero a Palencia al vecino de Peñafiel
El inicio de los trasplantes de riñón en el Hospital Clínico supuso también un aprendizaje entre los enfermos. «Cuando había un trasplante y los médicos pasaban visita, lo primero que te decían los pacientes de diálisis era '¿cuándo me va a tocar a mi?' o '¿ha habido algún donante el fin de semana?' Era una pregunta permanente», recuerda Jesús Bustamante, jefe del Servicio de Nefrología del Clínico en 1995. Relata este especialista jubilado que hubo que hacer pedagogía entre los pacientes para que muchos entendieran que la lista de espera no funcionaba por orden de entrada, sino por compatibilidad entre donante y receptor. Rememora Jesús Bustamante que tuvieron en la lista de espera un cartero de Palencia que entró en hemodiálisis y recibió un riñón a los cinco meses, para disgusto de un vecino de Peñafiel que llevaba cinco años «y no entendía que al otro le hubieran trasplantado ya y a él no».
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